VELAD,
ÉL VIENE
No
nos resulta cómodo que nos despierten y nos inviten a
velar. Y eso es lo que ha hecho Cristo con nosotros.
Miles y miles de comunidades cristianas han escuchado la
llamada inicial del Adviento. La consigna de Xto:
"lo digo a todos: velad", es un toque de
atención. Porque nuestra tendencia, con el correr de
los días y de los meses, es quedarnos un poco dormidos,
perezosamente instalados en lo que ya tenemos, distraídos
de los valores fundamentales, entretenidos en otros
muchos valores intermedios. A pesar de que somos
cristianos, fácilmente perdemos contacto con lo
esencial. Y hoy, el primer día de Adviento, somos
convocados a una vigilancia dinámica. Eso es lo
contrario de la tranquilidad estática. Claro que todos
somos conscientes de que Dios nos ha llenado de sus
gracias y dones, como nos ha dicho Pablo, pero tenemos
que seguir caminando. Esos dones no se nos dan de una
vez para siempre. Tenemos que crecer, progresar.
El
Adviento nos urge a no quedarnos demasiado satisfechos
con lo ya conseguido, sino a mirar adelante con valentía,
a seguir caminando, porque hay mucho que conquistar
todavía. Lo que Xto Jesús inauguró con su venida,
hace veinte siglos, todavía está sin realizarse del
todo. Es un programa vivo, más que historia. Y ese
programa cada año lo iniciamos de nuevo con esperanza y
energía.
¡Y
si nuestro único mal fuera la pereza! Pero es que
empezamos el Adviento desde una situación negativa, de
pecado.
Isaías
ha hablado también en nombre nuestro cuando decía:
"nos hemos extraviado de tus caminos, Señor. Todos
somos impuros. Nuestra justicia es como un paño
manchado..." Estamos en déficit, tanto a nivel
mundial, como en nuestra sociedad más cercana y en
nuestra historia personal. Realmente tenemos que
dirigirnos a Dios con una conciencia humilde de pobreza
y de pecado.
Pues
bien: precisamente a nosotros, tan imperfectos y
limitados, la Palabra de Dios nos ha llamado a la
confianza. Porque a pesar de que nosotros fallamos
tantas veces, Él sigue siendo el "Dios fiel",
"nuestro Padre y redentor", "el que sale
al encuentro": así nos lo ha presentado Isaías.
Nuestra oración, al comienzo del Adviento, puede ser la
misma de él: que se abran los cielos y que podamos
gozar de ese Dios fiel, el Dios salvador. Porque somos
su pueblo. Porque en medio de las propagandas y
confusiones de nuestro mundo, reconocemos que sólo en
Él está la auténtica salvación. Las
"seguridades" que nos ofrece el dinero, o las
promesas de los numerosos "mesías" que van
pidiendo nuestra adhesión, son efímeras, interesadas.
La salvación sólo nos viene desde más allá de la
materia, de la técnica y del hombre.
El
Adviento significa despertar. Abrir los ojos para
descubrir a ese Dios cercano: a ese Jesús, el Mesías,
que está en lo más íntimo de nosotros mismos, en la
historia de cada día, en los nuevos rumbos de la
Iglesia... No es que Xto tenga que "venir". Él
"está" siempre ahí. Los que "no
estamos" somos nosotros, distraídos por mil cosas.
Descubrirle presente, encontrarnos verdaderamente con Él:
ese es el programa, gozoso y comprometedor a la vez, del
Adviento. Un programa que afecta a toda nuestra vida,
que puede revolucionar nuestros proyectos y que nos pone
en actitud de búsqueda, de atención y de marcha. Cada
vez que celebramos la Eucaristía miramos hacia el
pasado: porque es el memorial de la Muerte del Señor.
Pero también miramos hacia adelante: "mientras
aguardamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, JC".
Y en el centro de cada Eucaristía proclamamos:
"Ven, Señor Jesús".
En
estas cuatro semanas nuestra celebración tendrá un
color más claro de espera y de vigilancia. No porque
veamos próximo el fin del mundo. Sino porque el Mesías,
Xto Jesús, vive, y "viene" continuamente a
nosotros. Las 24 horas del día. Él nos invade, nos
rodea, es el Señor Glorioso que vive y que se nos hace
presente de mil modos.
Su
presencia en la Eucaristía es el signo más concreto y
eficaz de su presencia salvadora en toda nuestra
existencia. Que estos domingos de Adviento nos ayuden a
descubrir al Señor Jesús en nuestra vida. Eso es lo
que dará confianza y ánimos a nuestro camino de cada día.
J.
ALDAZABAL (+)
(mercaba)
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