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DIOS
SIGUE VINIENDO, Es
cierto que en este tiempo revivimos y nos preparamos para celebrar con
intensidad la venida histórica del Hijo de Dios a nuestra vida, pero
además, el tiempo de Adviento es celebrar y abrirse a la venida
constante de Dios, de Jesús, a nuestras vidas y a la vida de la
humanidad. Porque Dios viene ahora. En este tiempo, al invitarnos a
vivir la venida del Señor, nos recuerda que Dios viene constantemente a
nuestras vidas y viene ahora de muchas maneras: a través de los
acontecimientos y las personas con que nos encontramos. Y el tiempo de
Adviento será una llamada a estar con los ojos abiertos a nuestro
entorno, teniendo el corazón abierto a los que nos rodean, porque en
ellos Dios se manifiesta y viene a nosotros. El Adviento nos invita a
preguntarnos: ¿cómo reconocemos a Dios en los pobres y los débiles?
Él viene también a través de la oración, a través de la
comunidad eclesial y de la Eucaristía. Dios viene a nosotros cuando le
escuchamos en el fondo del corazón, cuando le buscamos en el diálogo
silencioso y amoroso, compartiendo con Él, nuestro Padre, nuestros
cosas e ilusiones y le dejamos acompañarnos en nuestros caminos. Él
viene cuando nos reunimos en su nombre y el Adviento puede ser un
momento importante para valorar esta presencia de Dios que quiere
fecundar todas nuestras realidades comunitarias y eclesiales. Además de
la venida histórica de Jesús y de la venida cotidiana, también se
celebra en el Adviento la venida definitiva al final de los tiempos,
cuando llegue a término nuestra historia y entremos en la vida de Dios.
Este es el horizonte final de nuestra existencia: compartir con toda la
humanidad la vida plena de Dios.
¿Cómo hemos de vivir el Adviento? ¿Qué actitudes y
sentimientos se tienen que hacer más presentes en este tiempo? El
Adviento es por encima de todo una llamada a vivir la esperanza en el
ahora, en nuestra vida personal y en este nuestro mundo. Hay gente que
no espera nada porque cree que ya lo tiene todo, otros no esperan nada
porque se han desengañado de todo, pero los creyentes estamos llamados
a vivir la esperanza, como la gente que anhela una vida distinta, nueva,
llena de fraternidad y quieren hacerla posible, como los profetas, como
los hombres de Israel que nos invitan a tener los ojos abiertos, a
darnos cuenta de lo que nos pasa y a despertar en nosotros profundas
esperanzas. Jesús mismo, a la gente que se encuentra en el camino, les
ayuda a despertar la esperanza que llevan en su interior y les invita a
ir realizando el camino en compañía, porque en Él está el camino
hacia la realización plena de toda esperanza.
Jesús ahora continúa invitando a la esperanza en el camino de
cada día y a la esperanza plena en Dios, porque el objeto último de
nuestra esperanza es Dios. Por tanto, vivir el Adviento es reafirmar
nuestra esperanza en Dios que viene a nuestras vidas. Vivir el Adviento
será desear de corazón que Dios venga y nos acompañe, que nos tome de
la mano, que nos anime y nos enseñe a vivir su amor. María, en la
espera amorosa del nacimiento de su hijo, será para los creyentes, la
imagen y el estímulo de nuestra esperanza.
El tiempo de Adviento es el tiempo de esperanza. El Adviento
viene caracterizado como un tiempo de esperanza, es la estación
de la esperanza y su destino es la consumación de la historia, la
venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos, pero ¿cómo podríamos
esperar si no nos fuese ya dado lo esperado? El Adviento evoca y celebra
la Navidad porque sólo así puede suscitar cristianamente, escatológicamente,
la expectación de la parusía. Y viceversa: la expectación de la parusía
es posible porque una vez ha ocurrido realmente eso que celebramos en la
Navidad. Cristo ha venido como niño, el Verbo se hizo carne, para venir
como Señor. Este tiempo de esperanza nos recuerda que el objeto de
dicha esperanza no es algo, sino alguien, una persona concreta, Cristo
es nuestra esperanza.
La esperanza cristiana tiene que ver con la salvación. Esto es
muy importante. Dice Bloch: "Un viejo sabio se lamentaba diciendo
que es más fácil salvar al hombre que alimentarlo. El socialismo
futuro, el consistente en que todos los invitados están ya sentados a
la mesa, habrá de afrontar la inversión paradógica de aquella antigua
sentencia: es más fácil alimentar al hombre que salvarlo, esto es, que
reconciliarlo consigo mismo, con los demás, con la muerte y con este
misterio absolutamente rojo que es la existencia del mundo. En efecto,
la alimentación más pertinaz no es únicamente la generada por una
sociedad mal hecha, que desaparecerá con ella; hay otro origen más
profundo de la alienación..., el hecho de que nondum apparuit quid
erimus (Jn 3,2)". La salvación está viniendo continuamente a la
historia. Pero el esperante cristiano es el que opera en dirección de
lo que espera. La comunidad que aguarda la venida del Señor Jesús ha
de vivir tal esperanza con expectación, con tensión, porque lo que se
aguarda está cerca, en realidad nada nos separa de Él. Tendremos que
preguntarnos "¿Cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta
y en la piedad, esperando y acelerando la venida del día de Dios?"
(2Pe 3,11-12).
La espera que el pueblo de Israel había vivido de la venida del
Señor, ahora se convierte para los cristianos en espera del retorno
definitivo del Señor. Es cierto que nos gustaría que lo que creemos
que ha de pasar ocurriera cuanto antes, pero será necesario esperar
pacientemente; el tiempo de Adviento es el tiempo de aprender la actitud
de la paciencia, es decir, tener la capacidad de continuar avanzando en
la preparación del camino del Señor a pesar de que las cosas no sean fáciles
ni salgan a la primera. Será superar toda desesperanza y desgana y
mantenernos en el camino con tesón y sin desánimos, porque también
ahora estamos en los días de las cosas pequeñas, pero que Dios se
sigue manifestando, Dios sigue viniendo, aunque no sea tan claro como
uno lo desearía.
En el tiempo de Adviento, la vida cristiana vuelve a revivir y a
hacer presente la espera del Señor que se hace uno de nosotros naciendo
de María en Belén; y así, revive y reafirma la gran esperanza de su
venida definitiva, en la realización plena del Reino de Dios. Toda
nuestra vida es ir recibiendo al Señor que viene entre estas dos
venidas. Si Juan estos días nos hace una llamada urgente a preparar el
camino del Señor, a estar atentos a su venida constante, María es una
de las figuras que con su espera es modelo y estímulo de nuestra
espera. Los profetas que anunciaban la venida del Dios salvador, es
decir, del Mesías que venía para realizar esta salvación de Dios; nos
anuncian la obra de Dios que viene a renovar el mundo y los hombres.
"Yo prefiero y preferiré siempre a los que sueñan, aunque
se equivoquen, a los que esperan, aunque a veces falle su esperanza. A
los que apuestan por la utopía, aunque luego se queden a medio camino.
Apuesto por los que no se resignan a que el mundo sea como es, los que
confían que el mundo puede y debe cambiar... los que creen que la
felicidad vendrá tal vez mañana... tal vez esta misma noche...
Prefiero a los que no hacen caso al pesimismo que todos arrastramos, y
que no nos deja ver más allá de nuestras narices... Prefiero a los
que, como niños, saben ver el cielo estrellado y nuevo cada noche...
los que como los niños, creen en el Reino de los Cielos, porque sólo
de los que esperan, será el Reino de la felicidad. Y así lo
espero" (J.Luis Martín Descalzo).
Debemos despertar los sentimientos de alegría. En el Adviento
también en la vida social es una preparación navideña. Esto tiene sus
peligros, porque podemos hacer de este tiempo un tiempo pagano, pero
también contiene unos elementos que nos pueden ayudar. Es un ambiente
de más alegría, de más ganas de felicidad. Esperar y preparar la
venida del Señor, provoca sobre todo un sentimiento de alegría. Si
estamos convencidos de que viene a nosotros aquel que nos trae la
salvación y la vida, ¿cómo podríamos no sentir una alegría
profunda?, la venida del Señor ha de ser un estallido de alegría (cfr.
Isaías 36,1-10; So 3,14-17).
La alegría es porque el Señor está cerca (Flp 4,4-7) y el
modelo, de nuevo es María; en el Adviento sería bueno leer el primer
capítulo de Lucas, saboreando las escenas, imaginándolas, recreándolas,
viendo la reacciones de los personajes, sus sentimientos, lo que
esperan, lo que viven, lo que dicen. Leer el anuncio a Zacarías, el
anuncio a María, la visita de María a Isabel, el cántico de María,
el nacimiento de Juan, la circuncisión de Juan, el cántico de Zacarías.
María vive y transmite intensamente esa alegría. Es más, como botón
de muestra vamos a pararnos en la visita de María a Isabel. María en
cuanto conoce la noticia de que su prima está embarazada, sale
decididamente y atraviesa toda Palestina para ir a tierras de Judá para
compartir la alegría de su prima y ayudarla. Es el camino del norte al
sur, camino que todos estamos invitados a realizar también hoy, que se
convierte en una señal del gozo de la salvación que está viniendo.
Nos manifiesta que todo lo que Dios hace es una gran obra de amor.
El Adviento nos invita también a vivir intensamente el espíritu
de oración; se tratará de acercarse más al Señor que viene, desear
su venida, es más, sin espíritu de oración, todo el camino de espera
de la venida del Señor, toda la preparación de esta venida, sería una
cosa externa a nosotros. El Adviento se debería vivir como un levantar
el corazón a Dios, para que penetre lo más posible en nosotros su
presencia salvadora. Experimentar la salvación y la sanación interior,
sentir la necesidad de ser salvados y ponernos en manos de este Dios
como la arcilla en manos del alfarero (cfr. Is 63,16-19; 64,6-7). En los
profetas encontramos ejemplos de cómo los hombres han vivido el anhelo
de Dios desde toda clase de situaciones.
Un buen día los discípulos de Jesús le piden, tal vez picados
por la curiosidad de sus largos ratos a solas con el Padre, que les enseñe
a orar y Él les da una plegaria, el padrenuestro, que será el modelo,
el patrón, de todo lo que el creyente tiene que compartir con Dios, el
Padre. Rezar el padrenuestro, pensar en el padrenuestro, es una buena
manera de no caer en una oración corta de horizontes y cerrada en
nosotros mismos. El padrenuesto nos invita a mirar hacia Dios con
confianza, nos hace llamarle Padre y hace que nos sintamos en comunión
con todos los hombres.
También en este Adviento, además de la enseñanza y el modelo
de Jesús, podemos tener a María como maestra de oración. María
conservaba y meditaba en su corazón todas aquellas cosas que iban
sucediendo y orar es precisamente conservar en el corazón lo que sucede
a nuestro alrededor, para vivirlo acompañado por él. Presentar
nuestras peticiones a Dios ya que el Señor está cerca (Flp 4,5-6).
Cada uno tiene que encontrar la forma de vivir y profundizar en este espíritu
de oración.
La reacción del creyente al celebrar la venida es, desde luego,
la conversión de corazón, pero es también el gozo, la esperanza, la
oración, la decisión de salir al encuentro del Señor que viene... En
el Adviento se celebra la espera del Señor, de su venida en la carne,
es un tiempo de preparación a la Navidad. "El tiempo de Adviento
tiene una doble característica: es tiempo de preparación a la
solemnidad de Navidad, en la que se recuerda la primera venida del Hijo
de Dios entre los hombres y, contemporáneamente, es el tiempo en el que
a través de tal recuerdo, la mente es guiada a la espera de la segunda
venida de Cristo" (Calendario Romano). El verdadero y único
sentido del Adviento parece ser el de la celebración de la espera mesiánica
y de la preparación a revivir en la Navidad esta presencia de
Dios-con-nosotros, el Enmanuel.
Nuestra esperanza, abierta de este modo hacia las metas de la
Parusía final, se centra eminentemente en la fiesta de Navidad. En la
fiesta de Navidad, en efecto, se concentra y actualiza, al nivel del
misterio sacramental, la plenitud de la venida de Cristo; de la venida
histórica, realizada ya, de la cual Navidad es memoria, y de la venida
última, de la Parusía, de la cual Navidad es anticipación gozosa y
escatológica. Cada año nuestra espera es más intensa y más ardiente,
y nuestra experiencia de la venida del Señor más profunda y más
definitiva. Cada año celebrar el Adviento es un verdadero
acontecimiento, nuevo e irrepetible.
El Adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo.
La venida de Cristo y su presencia en el mundo es ya un hecho. ¿Por qué,
pues, esperar y ansiar su venida? Si Cristo está presente en medio de
nosotros, ¿qué sentido tiene esperar su venida? Cristo está presente,
pero su presencia no es aún total ni definitiva. También nuestra vida
personal ha de seguir esperando la venida plena del Señor Jesús. Hay
que nacer en Belén y vivir en humildad, oscuridad y obediencia.
¿Cómo iba yo a imaginar que me esperases junto a las redes y
que me preguntes si tengo algo que comer (Jn 21,5)? Siempre he esperado
que me hagas preguntas más divinas, pero tú eres de lo más normal y
estás en lo cotidiano, en las conversaciones más corrientes, camino de
cualquier Emaús y me exiges siempre ejercicio de reconocimiento... ¡Estoy
asombrado!, pero me encanta descubrirte cuando menos lo espero, me
encanta tus sorpresas, tu manera de presentarte. Tú eres un Dios
imprevisible y genial, con la imaginación suficiente para no repetirte,
para ser novedad permanente. ¡Gracias! "¡Magnificat! Te doy gracias, Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo vivir...! Tú me hiciste. Señor, para la vida: la amo, la espero, la ofrezco. Tú eres la vida, como fuiste siempre mi verdad, mi camino y mi esperanza. ¡Qué importante es en la vida ser signo! Pero, no un signo vacío o de muerte, sino de esperanza que se comunica. El mundo actual necesita de sembradores valientes. A pesar de que 'nadie es profeta en su tierra' y que ya una vez 'la luz vino al mundo y los suyos no la conocieron'" (Cardenal Pironio).
(P.
Santiago Sierra)
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