PRESENTACIÓN
La
misión de Juan el Bautista es colocada por Lucas en un
momento histórico bien definido, en el cual acontece algo
inesperado: “Dios dirigió su palabra a Juan, el hijo de
Zacarías, en el desierto” (Lc 3,2). El texto griego dice
literalmente “aconteció la palabra sobre Juan”. Se
trata de un auténtico acontecimiento de la palabra de Dios,
que primero reviste con potencia al último de los profetas
y luego se hará visible en Jesucristo el Hijo de Dios.
La
llamada de Dios llega al Bautista en el desierto. Inútil
localizar con precisión. Mateo lo identifica con “el
desierto de Judea” (Mt 3,1). Lucas prefiere acentuar el
simbolismo teológico del desierto: es el lugar de la vocación,
un espacio en donde los bienes de la creación no pueden
seducir alejando de Dios, ni otras voces pueden interferir
con la palabra divina.
Los
cuatro evangelios son concordes en aplicar al ministerio de
Juan la célebre frase del DeuteroIsaías: “Una voz grita:
en el desierto preparad el camino del Señor” (Is 40,3).
En Isaías un heraldo proclama el regreso de los israelitas
del exilio de Babilonia quienes, precedidos por el Señor,
atravesarán el desierto, como en una solemne procesión
hacia la patria. En el texto hebreo, la frase “en el
desierto” aparece en relación con el verbo
“preparad”. Se trata de allanar un camino en medio del
desierto.
En
la tradición evangélica, en cambio, la frase de Isaías,
tomada de la traducción de los LX)(, tiene un sentido
distinto: “Una voz grita en el desierto: preparad el
camino del Señor” (Mc 1,3; Mt 3,3; Lc 3,4s). La voz, es
decir, la predicación de Juan, proviene del desierto e
invita a un camino de conversión delante de la inminente
llegada del Mesías. La voz resuena desde el desierto, pero
tiene que alcanzar a toda la sociedad, exhortando a todos a
un cambio radical de vida. Con la predicación de Juan desde
el desierto, se inicia un nuevo éxodo, que será llevado a
término por el Mesías y que no se circunscribe a un camino
geográfico en medio de un territorio desértico, sino que
se realiza través de un cambio ético, con el que se
expresa la preparación a la realización de las promesas
mediante la conversión y el perdón de los pecados.
La
predicación de Juan es un llamado a Israel para que desde
el desierto se disponga al éxodo definitivo. Seguir su voz
es renovar la alianza (Ex 19-24; Os 2,16-25; Jer 31,2), es
ponerse en el camino de la novedad de la salvación que Dios
otorga (Is 43,19). La cita de Isaías, que Lucas pone en
boca del Bautista, expresa una idea teológica propia del
tercer evangelista: “Y todos verán la salvación de
Dios” (Lc 3,6). Los ojos de “todos”, sin excepciones
ni exclusivismos, se abrirán y podrán contemplar la mano
poderosa de Dios que actúa y salva.
Silvio
José Báez (www. catolicaweb.com)
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 3,
1-6
En
el año quince del reinado del emperador
Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de
Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano
Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y
Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo
sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra
de Dios sobre Juan, Hijo de Zacarías, en
el desierto.
Y
recorrió toda la comarca del Jordán,
predicando un bautismo de conversión para
perdón de los pecados, como está escrito en el
libro de los oráculos del profeta Isaías:
"Una
voz grita en el desierto: preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos; elévense los
valles, desciendan los montes y colinas; que lo
torcido se enderece, lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios".
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