REFLEXIONES  

 

 

REFLEXIÓN - 1

"PREPARAD EL CAMINO "

¿Es pesimista pensar que en nuestra sociedad la esperanza cristiana es un concepto poco menos que vacío de significado práctico para muchos? Sin duda, hay bastantes que, a pesar de vivir en un mundo conmocionado por el desencanto, tienen «esperanza». Esperan que los tiempos mejoren. Que el panorama social y político se clarifique. Que la crisis económica se resuelva. No se preguntan qué modelo de sociedad y de hombre nuevo desean. Tampoco luchan en realidad por un mundo mejor. Lo que ellos esperan es poder asegurar mejor sus intereses y poder beneficiarse más de un crecimiento económico y de un nivel de vida cada vez más elevado.

Siguen teniendo «muchas esperanzas». Son tantas las cosas que quisieran conseguir en la vida. Pero, naturalmente, son esperanzas que no van más allá de sus intereses individuales ni del disfrute intenso de esta vida.

Si se les obliga a preguntarse por una «esperanza última», muchos de ellos nos hablarán de que esperan «un final feliz» para su existencia gracias al amor misericordioso de Dios.

Pero este «final feliz» no les atrae ni mucho ni poco. Se contentarían con lo que viven. Están bien donde están. No sienten demasiada necesidad de esa «salvación» de la que habla la religión. No sospechan que ser creyente es ir caminando solidariamente hacia la felicidad y liberación total en Dios.

Necesitamos redescubrir que ser cristiano es orientar e impulsar nuestra vida actual hacia su plenitud final. Escuchar una llamada a "preparar caminos" que nos acerquen a los hombres al estilo de vida y convivencia promovido por Jesús. No se tiene verdadera esperanza cuando no se vive colaborando de alguna manera a la gestación de ese hombre nuevo.

Es fácil sentir la impotencia ante la complejidad de la sociedad actual y lo poco que uno puede hacer. Pero todos podemos ayudarnos algo a ser más humanos, crear un nuevo tipo de solidaridad entre nosotros, transformar costumbres, humanizar comportamientos ante los bienes y las personas, reaccionar de manera casi instintiva frente a abusos, mentiras y manipulaciones.

Lo que debemos tener siempre claro es que «la espera de una nueva tierra no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana» (Gaudium et Spes).

JOSE ANTONIO PAGOLA

(mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 2

"UNA FIESTA EXIGENTE"

Como el domingo pasado, también hoy las lecturas nos han hecho escuchar un anuncio gozoso.

La primera describía la alegría que Dios quiere para su pueblo, con diademas en la cabeza, con el rostro en alto por la ilusión, con la fiesta que El piensa organizar, con los caminos que prepara para la liberación de su pueblo... Como dice el salmo, "estamos alegres: el Señor ha estado grande con nosotros".

El pueblo de Israel podía decir eso con verdad, aún en medio de una experiencia dolorosa de ruina y fracaso. Entendieron el pregón de alegría: "Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su gloria".

Nosotros tenemos todavía más motivos para creer en estos planes optimistas de Dios. A no ser que seamos ciegos o hayamos optado por entender sólo palabras tristes, y no el programa de fiesta que ha preparado Dios.

La salvación de Dios, la gracia que nos quiere comunicar en esta Navidad próxima, nos alcanza exactamente en medio de la historia que estemos viviendo, buena o mala, triste o gloriosa. A alguno le llega el Adviento en una crisis de cansancio o desilusión. A otro, en momentos de euforia y serenidad. Es igual: la convocatoria que hoy ha sonado es una garantía de que Dios nos quiere, que nos prepara caminos de gracia y fiesta. Como en el caso de la Virgen, cuya fiesta nos hablará dentro de pocos días de un "sí" total que Dios le dio aun antes de que ella existiera, y en ella, a toda la humanidad. Dejarnos convencer de este plan salvador de Dios y alegrarnos, es uno de los "éxitos pastorales" de las celebraciones de Adviento y Navidad: cantos, moniciones, oraciones, lecturas, homilías...

La salvación es don de Dios, no conquista nuestra: es un don gratuito. Pero a la vez exige una respuesta activa.

Si en la primera lectura era Dios mismo el que preparaba los caminos para su Pueblo, en el evangelio, por la voz del Bautista, se nos proclama una urgente llamada a que cada uno acepte la salvación de Dios (al Salvador enviado por El) con una clara opción, con un compromiso de cambio de mentalidad. Somos invitados a allanar caminos, enderezar senderos. No porque necesariamente seamos grandes pecadores. También la pereza, la mediocridad, la falta de esperanza, la conformidad autosuficiente, merecen este toque despertador del Adviento. Si escuchamos esta llamada, entonces sí que "todos verán la salvación de Dios".

Pablo nos ha presentado un programa exigente: llevar adelante la obra iniciada, seguir creciendo más y más en sensibilidad cristiana, apreciando los valores verdaderos, para que el día del Señor (¿la Navidad?, ¿el momento de nuestra muerte?, ¿el final de la historia?, ¿cada día porque siempre podemos encontrarnos con Dios?) nos encuentre limpios, irreprochables, cargados de frutos de justicia.

El Adviento y la Navidad no nos pueden dejar igual. Algo tiene que cambiar en nuestra esfera personal y en la comunitaria. En algo se tiene que notar que estamos madurando y creciendo en esos valores cristianos. Que es lo que siempre la Eucaristía, con su doble mesa de la Palabra y el Cuerpo y Sangre del Señor, nos quiere ayudar a conseguir.

J. ALDAZÁBAL (+)
(mercabá)

 

REFLEXIÓN - 3

COLABORADORES… NO SEÑORES

1.- Algo bueno debemos de tener los hombres, cuando Dios, quiso nacer y hacerse hombre. Y ¡qué confianza tiene en nosotros Dios, cuando –desde siglos y siglos- ha querido contar para su obra, con la colaboración del ser humano!

Juan Bautista, este domingo y el próximo, llamará nuestra atención. La Historia de la Salvación no es cosa exclusiva de Dios. Si, El quisiera, por supuesto que la podría llevar a cabo en cuestión de horas, en décimas de segundos. Pero, Dios, sabe y quiere trabajar en equipo.

¡Faltan colaboradores! (decía un cartel a la puerta de una ONG). Juan Bautista representa a todo aquel que sabe y quiere trabajar con Dios y con Jesús, sin confundir ni perder los papeles.

2.- El Bautista se puso en la antesala de la misión de Jesús. Pero nunca pretendió ni luchó por el sillón de su Señor. ¡Cuántos “Juanes” necesita la iglesia y hasta el mundo mismo! Al contrario que el Bautista, nosotros, nos creemos más que nadie. Nos cuesta doblegarnos, ya no para soltar los cordones de las sandalias del que viene, sino –incluso- para ayudar o ceder un asiento al que más lo necesita.

Juan vivió de una forma impresionante el adviento. La Palabra de Dios vino sobre él, y cuando la Palabra viene con tanta fuerza, cambia la vida de las personas y, también, la de aquellas que rodean al iluminado por la Palabra.

Juan intuía que algo iba a ocurrir. Que el Mesías andaba cerca. Que había que apresurarse para que, cuando el Señor llegase, encontrase los caminos de las personas, los rincones de corazones, la claridad de las conciencias y la vida de los pueblos de aquellos tiempos, a punto. Sin baches, sin socavones peligrosos que entorpecieran la entrada del Señor.

Unos le creían. Otros lo maldecían. Unos le admiraban y otros le odiaban.

3. La historia se repite. Hoy como entonces, la Iglesia, es ese Juan que –a los cuatro vientos- anuncia y repite hasta la saciedad: convertíos. ¡Viene el Señor!

¿Convertirnos? ¿De qué? ¿Y por que? Contesta el hombre que huye de desiertos y de saltamontes y prefiere rascacielos o merluza a la romana. ¡Pues sí! Convertirnos de los caminos equivocados. Convertirnos de los corazones endurecidos por el paso del tiempo. Convertirnos de la insensibilidad que nos impide contemplar, por la oración y en la vida ordinaria, a Dios

También ahora, en el año 2021, siendo Papa Francisco y con los gobernantes que tenemos al frente, estamos llamados a ser voz en el desierto: ¡preparad el camino al Señor!

Unos verán la salvación de Dios. Otros se quedarán mirando a los adornos navideños. Unos seguirán pensando que somos unos ilusos. Otros se abrirán a la fe.

Como el nacimiento de Juan Bautista entonces, nuestro nacimiento y nuestra misión, entra y está en los planes de Dios para seguir empleándonos a fondo en la Historia de la Salvación.

Y, el momento que estamos viviendo, es la etapa que Dios nos tenía asignada.

4.- Siendo así, hermanos, miremos lo que nos rodea de otra manera; pongamos ilusión en nuestro trabajo; sembremos con fe lo que llevamos entre manos; demos un margen a Dios. Si El nos ha llamado a vivir en este tiempo es porque “algo nuevo” se está cociendo sin que nuestros ojos lo vean o nuestros sentidos lo perciban.

Llega la Navidad. ¿De qué caminos tenemos que volver? ¿Qué senderos tenemos que rectificar en nuestra forma de ser, pensar y actuar?

Viene el Señor y, por El, merece la pena esforzarse en el arreglo de los caminos de nuestra vida.

5.- ¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que te sirvas de mí, para anunciar tu llegada
Y que me concedas la humildad, para saber que no soy sino tu siervo
Y que me hagas ver los signos de tu llegada

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y colaborar contigo para que, tu Reino, sea una pronta realidad
Y que venga tu Palabra sobre mí y me empuje a proclamarla
Y que, sin miedo al que dirán, anuncie y denuncie lo que falta en el mundo
Y que, sin miedo a la prueba, anuncie y denuncie lo que sobre en el mundo

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y que viva este momento, como un momento de gracia
Y que viva mi vida, como una llamada a darme por los demás
Y que viva mi existencia, como un pregón de esperanza
Y que viva mis días, sabiendo que Tú –tarde o temprano- llegarás

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Y ser un heraldo, aunque sea minúsculo, de tu presencia
Y ser un heraldo, aunque sea insignificante, de tu llegada
Y ser un heraldo, aunque me asalten las dudas, de tu grandeza
Y ser un heraldo, aunque me cueste el desierto, de tu nacimient

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Rescatando, de los caminos perdidos, a los que andan sin esperanza
Levantando, de los caminos torcidos, a los que cayeron abatidos
Alegrando, de los caminos melancólicos, a los que dejaron de sonreír
Recuperando, de los caminos confundidos, a los que creyeron tenerlo todo

¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!

Un constructor de sendas para los que te busquen
Un arquitecto de autopistas para los que te deseen
Un elevador de puentes, para los que te quieran encontrar
Un ingeniero de pistas, para los que quieran vivir contigo

Por Javier Leoz