PRESENTACIÓN
Había
estado hablando la carta a los Hebreos de la superioridad de
Cristo sobre los sacerdotes levíticos, de la superioridad
del culto con la mediación de Cristo Sumo Sacerdote, de la
superioridad del sacrificio de Cristo, respecto a los
sacrificios mosaicos.
El
texto de hoy es una recapitulación de todos estos temas.
Así,
pues, el sacrificio de Cristo pone fin a lo que en el
Antiguo Testamento eran signos de lo que serían los tiempos
mesiánicos.
Los
sacrificios del antiguo Testamento, aun tantas veces
repetidos, precisamente por eso se repetían, no quitaban
los pecados, no tenían un valor purificador definitivo.
El
sacrificio de Cristo sí, aniquila el pecado en su totalidad
y nos abre el camino de la santidad.
El
Hijo de Dios, que existe desde siempre, de la misma
naturaleza del Padre, desde su entrada en el mundo, desde su
encarnación, se ofrece como víctima.
Cristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, se ofrece como tales por
la salvación del mundo; esta entrega total tiene su máxima
expresión en la cruz.
Por
lo tanto, podemos afirmar que los caminos de Dios pasan por
el abajamiento, por el ponerse a nuestro nivel, para desde
ahí sacarnos de nuestra situación pecadora. Lo dirá San
Pablo: Cristo, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente ser igual a Dios, sino que se despojó de su
rango, tomando la condición de siervo, haciéndose
semejante a los hombres (Flp 2, 6-8)
La
voluntad del Padre se ha cumplido; y por la muerte y
resurrección del Hijo, la muerte ha sido vencida y se ha
inaugurado una vida nueva sin fin.
LECTURA
DE LA CARTA A LOS HEBREOS
10, 5-10
Aquí
estoy para hacer tu voluntad
Hermanos:
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú
no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
has preparado un cuerpo; no aceptas
holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces
yo dije lo que está escrito en el libro:
"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad.""
Primero
dice: "No quieres ni aceptas sacrificios
ni ofrendas, holocaustos ni víctimas
expiatorias", que se ofrecen según la
Ley. Después añade: "Aquí estoy yo
para hacer tu voluntad."
Niega lo
primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme
a esa voluntad todos quedamos santificados por
la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha
una vez para siempre.
Palabra
de Dios
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