CRISTO
NUESTRA ESPERANZA
-Empieza
un nuevo año cristiano.
Hoy,
primer domingo de Adviento, empezamos un nuevo año
cristiano. Y lo empezamos con una convocatoria que nos
resulta conocida y nueva a la vez: somos invitados a
celebrar el Adviento, la Navidad y la Epifanía. Desde
hoy (2 de diciembre) hasta el final del tiempo de
Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor (7 de
enero), van a ser cinco semanas de "tiempo
fuerte" en que celebramos la misma buena noticia:
la venida del Señor. Las tres palabras. Adviento,
Navidad y Epifanía, o sea, venida, nacimiento y
manifestación, apuntan a lo mismo: que Cristo Jesús se
hace presente en nuestra historia para darnos su salvación.
-Esperar
y acoger a Cristo Jesús.
S.
Mateo -que va a ser el evangelista dominical de este
nuevo año litúrgico- nos ha traído las palabras de
Jesús, con las que invita a todos a estar despiertos y
atentos, preparados en todo momento, porque su venida
sucede en el momento más inesperado: "estad en
vela, que no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".
Nuestra
primera actitud, por tanto, es la atención, la
vigilancia, la espera activa. En la carta a los Rm hemos
escuchado: "es hora de espabilarse", "el
día se echa encima". Los que están dormidos,
distraídos, satisfechos de las cosas de este mundo, no
esperan a ningún salvador. Y corren el peligro de
perder otra vez la ocasión: la cercanía del Señor,
que siempre viene a nuestras vidas para llenarnos de su
salvación.
Los
cristianos centramos nuestra esperanza en una Persona
viva, presente ya, que se llama Cristo Jesús. Cristo es
la respuesta de Dios a los deseos y las preguntas de la
humanidad. No nos va a salvar la política, o la economía,
o los adelantos de la ciencia y de la técnica: es
Cristo Jesús el que da sentido a nuestra vida, y la
abre a todos sus verdaderos valores, no sólo los de
este mundo.
Cristo
ya vino, hace dos mil años, después de siglos de
espera en que lo fueron anunciando los profetas. Pero
estas profecías no se han cumplido todavía del todo.
Hoy hemos leído cómo Isaías prometía la venida del
Salvador para todos los pueblos, un Salvador que nos
enseñaría la verdad ("nos instruirá en sus
caminos") y nos traería la paz ("no alzará
la espada pueblo contra pueblo"). Pero la venida de
Jesús -que recordaremos de modo entrañable en la próxima
Navidad- no fue un hecho aislado y completo, sino la
inauguración de un proceso histórico que está en
marcha. Precisamente porque ya vino, los cristianos
seguimos esperando activamente que la obra que Jesús
empezó llegue a su cumplimiento, que su Buena Noticia
alcance a todos los hombres, que penetre en nuestras
vidas, en la de cada uno de nosotros y en toda la
sociedad. La obra salvadora de Jesús se inauguró en la
Navidad pero sigue creciendo y madurando hasta el final
de los tiempos: tenemos que abrirnos a Él y estar
atentos a su presencia.
-¿Amenaza
o promesa?.
Las
imágenes y comparaciones con las que Jesús nos invita
a esta espera son preocupantes, como una amenaza del mal
que nos puede suceder si no estamos atentos: el diluvio
en tiempos de Noé, que nos recuerda las inundaciones
que sorprenden a tantas regiones, o la irrupción del
ladrón en la noche, a la hora menos pensada.
Pero
lo que nos propone la palabra de Dios no es sobre todo
amenaza, sino anuncio gozoso y promesa. Sí, nos dice
"estad preparados", y es real la triste
posibilidad de esa sorpresa desagradable del ladrón o
de la inundación. Pero si debemos estar preparados a la
venida continua del Señor, es porque la historia que
vivimos es la ocasión de que nos encontremos con ese
Salvador que se nos acerca, que viene a nosotros: Cristo
Jesús, el Enviado de Dios. Él trae la salvación, la
Buena Noticia, la paz, la verdad: "nos instruirá
en sus caminos", como ha dicho Isaías.
S.
Pablo nos avisa: "la salvación está más cerca
que cuando empezamos a creer", y "el día se
echa encima": no es la noche la que nos amenaza,
sino el día que va a venir y que sería lástima que no
aprovecháramos en toda su luz. No viene en plan de
amenaza, sino de promesa. Pero un don que se nos ofrece,
cuando lo rechazamos por descuido o distracción, es una
ocasión perdida.
-Es
hora de espabilarse.
No
está mal que haya sonado este despertador en nuestra
vida. El Adviento y la Navidad, como sucede con la
primera hoja de un calendario o las primeras horas de la
mañana, son llamada y estímulo. Pablo nos ha dicho
también a nosotros: "es hora de espabilarse... la
salvación está cerca... dejemos las actividades de las
tinieblas y armémonos de las armas de la luz".
Como
Isaías invitaba a los judíos: "casa de Jacob,
caminemos a la luz del Señor", así ahora nos dice
a nosotros: "comunidad cristiana de..., ven,
caminemos a la luz del Señor".
J.
ALDAZABAL (+)
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