"...
PEREGRINOS, CAMINANTES, VAMOS HACIA TI"
Vamos
hacia el Señor, que viene; hacia la
"manifestación de nuestro Señor Jesucristo",
que nos decía San Pablo en la segunda lectura.
Pero hay
momentos en los que el camino se hace duro, sinuoso,
cuesta arriba, entre nieblas y oscuridades.
Unas veces
somos nosotros mismos la cuesta arriba, la niebla y la
oscuridad: nuestros cansancios y desesperanzas, el
lastre de nuestro egoísmo y pecado, el miedo a romper
con ataduras que creemos que son las que nos dan la
seguridad.
Otras
veces el ambiente en el que vivimos hace que el camino
del Señor se presente difícil ante otros caminos a los
que se les ponen grandes nombres, que, a la hora de la
verdad, no llevan donde dicen: "Camino de la
libertad", "Camino del amor",
"Camino de la vida"...
No faltan
presiones de quienes ni creen, ni sienten, ni piensan
como nosotros.
Y aun
dentro de la Iglesia, entre los que caminamos juntos
hacia la misma meta, hay deserciones, antitestimonios,
pecados.
Por eso
algunas veces tenemos la sensación de que Dios se
despreocupa, de que nos ha dejado solos en medio del
camino. Y nos sale de dentro el mismo grito de angustia
del pueblo de Israel en la época en la que se escribió
el tercer Isaías: "Ojalá rasgases el cielo y
bajases". Y bajaste, porque eres nuestro Padre y
Redentor.
Por eso,
aunque el camino se ponga cuesta arriba y caigan las
nieblas, no podemos perder la esperanza, pues Él mismo
nos mantendrá firmes hasta el final.
Y como no
sabemos cuándo será el encuentro con el Señor que
viene y hacia el que vamos, hay que estar atentos,
vigilantes, como el portero que espera la vuelta del
amo.
Y mientras
esperamos el encuentro, no podemos sentarnos en la
cuneta, hay que caminar, hay que cumplir con la tarea
que el Señor nos ha encomendado.
Si nos
dejamos moldear por el Señor, como el barro en manos
del alfarero, si apartamos nuestra vida del pecado, si
nos abrimos al bien y a la verdad, se levantarán las
nieblas, se enderezarán los caminos y veremos su
rostro. No olvidemos las palabras de San Pablo.
"Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo
Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!".
La
Eucaristía, Pan de la Palabra, Pan del Cuerpo y la
Sangre de Cristo y Pan de la fraternidad es el alimento
del Pueblo Peregrino: fuerza en la cuesta arriba, luz en
la oscuridad, ánimo en nuestros cansancios y
desesperanzas.