REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

EL TESTIGO DE LA LUZ

A los que estamos acostumbrados a la luz, qué dura se nos hace la oscuridad. Cuando se va la luz de la casa, todo se bloquea, se paraliza; como mucho, encendemos alguna vela que rompe un poco la oscuridad, pero no nos deja movernos con libertad.

Y, en sentido figurado, la luz es comparada con la vida y la oscuridad con la muerte.

Quien vive en la luz sabe por donde camina, no se pierde, llega a la meta. Quien está en la oscuridad, va a tientas, dando tropezones por todas partes, no sabe a donde va.

Cuando analizamos los derroteros por los que se desliza nuestro mundo, da la impresión de que, en gran parte, va a oscuras, de que ha perdido el norte y no encuentra el camino.

Cuando el egoísmo de personas, regiones o naciones hacen posible las situaciones de pobreza, miseria y esclavitud de la gran mayoría de la población mundial, cuando hay empresas que, en aras de sus beneficios, cierran a los pobres sus descubrimientos, que podrían curar sus enfermedades, cuando vemos el desprecio que se tiene por la propia vida y la de los demás, cuando el aborto y la eutanasia activa se ven como normal, cuando a uniones homosexuales se las considera matrimonios y familias que adoptan hijos, cuando se silencia, a veces con violencia, a quienes piensan, sienten o creen de manera distinta a los que ostentan el poder..., ¿se puede decir que vivimos en la Luz?

El apóstol San Juan nos presenta a Juan Bautista como el testigo de la Luz, el que nos indica quién es la Luz

Él no es el Mesías, ni Elías, ni el Profeta. Como escuchábamos ya la semana pasada, él es la voz que grita en el desierto que en medio de nosotros está la Luz.

Como Juan Bautista nosotros tenemos que ser en el mundo de hoy "la voz que grita en el desierto", pues nuestro mundo parece un inmenso desierto.

A nosotros nos toca hoy ser la voz que grita que Jesucristo es la Luz; que anuncia que, acogiéndole y viviendo según sus palabras y su vida, el mundo será mucho mejor, más humano, más fraterno, más solidario , más feliz, en definitiva, más según Dios, pues Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre.

Pero todo esto se quedaría en palabras si nuestra vida no fuera testimonio de que la luz está en nosotros, si no intentáramos vivir lo que decimos. 

Cristo es la Luz y nosotros la lámpara que la lleva.

Pidamos en la Eucaristía que los vientos que soplan, no apaguen nuestra lámpara y que ayudemos a reavivar las que, un día encendidas, hoy se han apagado.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

GRITO Y LUZ

-Testigo de la luz.

No era la luz sino su testigo enamorado. ¿Puede haber vocación más bonita? Decir a las gentes que no siempre es de noche ni todo es tinieblas. Llevar un rayo de esperanza a los corazones entristecidos. Una sonrisa gratuita en una sociedad violenta.

Pronosticar que la verdad terminará imponiéndose. Descubrir valores ocultos y carismas no apreciados. Apreciar el lado bueno de las cosas y personas. Entender que no todo es relativo. Encontrar el sentido de la vida. Testigo de todas las luces. Testigo del que es todo luz.

-Yo soy la voz que grita.

¿Puede haber una vocación más humilde y más grande? No es Mesías, ni profeta, ni quiere ser personaje. Es una voz, un mensaje, una llamada. Está hecho para gritar, para proclamar, para anunciar y para denunciar. Si deja de hablar, se muere.

Si deja de gritar, deja de ser. Si deja de anunciar su mensaje, se condena. Una voz, pero hija del viento, del Espíritu. Una voz solamente, pero que no se puede acallar, y que empezará a renovar el mundo. ¡Cuánto vale su palabra! Cuando falten estas voces, el mundo habrá perdido su conciencia.

-Tú, ¿quién eres? Una pregunta que todos tenemos que hacernos. ¿Cuál es nuestra verdadera vocación? No el montaje que nos hemos preparado, o la rutina a la que nos hemos acostumbrado, o la obligación a la que nos sentimos forzados. ¿Quién eres?, sin caretas ni tapujos. No lo que piensan, o dicen, o esperan de ti. Ni lo que tú mismo has llegado quizá a creerte. ¿Quién eres, de verdad? ¿Podrías adivinar el nombre escrito en la piedra blanca que al fin te darán? Ojalá puedan escribir también algo parecido a "testigo de la luz" y "voz que grita".

Mercabá

(Mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 3

RAREZAS DE PROFETA

El profeta desconcierta siempre. Su vida se sale de lo común: le dejan indiferente cosas que quitan el sueño a otros, se contenta con poco para vivir, sirve a un solo señor y lleva, asomado a los ojos, el fuego de un ideal muy grande. El profeta también dice cosas extrañas: tan extrañas como llamar al pan, pan, y al vino, vino; como expresar libremente lo que piensa; como poner el dedo en la llaga de las situaciones para que aflore la verdad que llevan dentro.

Juan no podía ser menos. Los poderosos de Jerusalén andan desconcertados y preocupados. La palabra de Juan les inquieta: les afea su conducta y les invita nada menos que a un cambio de vida. Por si fuera poco, anda abriendo los ojos de la gente sencilla. Hay que poner manos en el asunto.

Por eso mandan gente entendida a preguntarle quién es y a santo de qué hace lo que hace y dice lo que dice. Juan responde identificándose como un simple testigo: él no es la luz, pero es testigo de la luz.

Juan, plantado en medio del Adviento, da testimonio de Jesús: "En medio de vosotros hay uno que no conocéis". El Mesías ha llegado ya; pero no lo conocemos, no lo hemos descubierto todavía. Por eso seguimos en Adviento. ¿Qué hacer? ¿Cómo podremos encontrarlo, reconocerlo, conseguir que en nuestro corazón se encienda la luz plena de la Navidad?

Hay que buscar. Seguir haciéndose preguntas. No engañarse pensando, desde nuestro rinconcito confortable, que ya está todo hecho, que fuera no hace frío. No dejarse encandilar, en la búsqueda, por tanta lentejuela que brilla y hace bonito, por tanto falso mesías que anda por ahí llenándose el bolsillo de adeptos. Usar, para ello, las pistas que nos van dando los profetas: allá donde alguien "da la buena noticia a los que sufren", o "venda los corazones desgarrados" o "evangeliza a los pobres"... Por ahí, por ahí va la cosa.

Y debemos buscar con cuidado, porque puede pasar junto a nosotros sin que lo reconozcamos; puede llamar a nuestra puerta vestido de mendigo, o de amigo inoportuno, o ir entre ese grupo de soñadores que se manifiestan en favor de la paz, o figurar en la lista interminable y triste de los parados.

Puede estarnos hablando desde el hambre que mata a tanta gente, o desde la mirada limpia de algún niño, o desde ese enfermo que ya no tiene fuerzas para seguir sufriendo... Debemos seguir buscando, sin desanimarnos. El oído atento para reconocer su voz, venga de donde venga. El corazón dispuesto para seguirlo de inmediato. Debemos andar nuestro Adviento. Jesús llegará.

Y el solo anuncio de la venida de Jesús nos llena el alma de gozo. "Estad siempre alegres". Es una alegría difícil de explicar. Es parecida a esa alegría que nos invade -a modo de emisario, de anticipo- cuando sabemos que se acerca el momento de poder abrazar a quien amamos mucho. O como la alegría del que sabe que ya son pocos los días que faltan para que acabe una pesadilla. La alegría de que Jesús vendrá traspasa, como un rayo de luz, toda la espera del Adviento...

Dejemos que la voz de Juan Bautista nos siga inquietando. Y la voz de esos otros profetas que hoy nos sigue mandando el Señor. No les demos carpetazo pensando: son cosas de Juan, rarezas de profeta. Dejémonos interpelar por ellos. Quizá así sea más fácil que, algún día, se produzca en nuestra vida el encuentro con Jesús: la Navidad.

JORGE GUILLEN GARCIA