PALABRA DE DIOS
3ª Semana de Adviento
LUNES
- 18
Jr 23, 5-8
Salmo 71
Mt 1, 18-24
MARTES
- 19
Jue 13, 2-7. 24-25a
Salmo 23
Lc1, 5-25
MIÉRCOLES - 20
Is 7. 10-14
Salmo 84
Lc 1, 26-38
JUEVES 21
Cant 2, 8-14
Salmo 32
Lc 1, 39-45
VIERNES 22
1Sam 1, 24-28
Salmo 1Sam2, 1-8
Lc 1, 46-56
SÁBADO
- 23
Mal 3, 1-4. 23-24
Salmo 24
Lc 1, 57-66
REFLEXIONES TERCERA SEMANA

EL
CENTRO DE NUESTRA VIDA ES CRISTO
* El Papa Francisco marca el camino de la evangelización:
conocer a Cristo, caminar con Él, escucharlo, contemplarlo,
adorarlo, descansar en Él, construir el mundo con su Evangelio
* Ya en el Jordán y en el Tabor la voz divina nos insta a
escuchar a Jesús, el Hijo.
* Dios quiere que volvamos la vista a Jesús, que nos vaciemos de
nuestras banalidades y egos y centremos nuestra atención en
quien nos salva: Cristo.
* Escuchar, conocer y caminar, contemplar, adorar y descansar en
Cristo. A esto hemos sido invitados.
*
La
experiencia de escucha del Jordán y del Tabor debe impulsarnos a
llevar a todos a Cristo, con la palabra y el testimonio; a salir
de nuestros esquemas espirituales limitados y lanzarnos a contar
lo que hemos visto y oído.
(Mons. José Manuel Lorca Planes: "Enraizados en
Cristo")

LAS VELAS DE ADVIENTO
En las
tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar.
Preparad sus caminos, porque ya se acerca.
Adornad
vuestra alma como una novia que se engalana el día de su boda.
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.
Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya que brilles, llama que calientes.
¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

Juan
no es el Mesías, sino la Voz que grita: "Preparad el camino al
Señor. Él no es la Luz, sino el testigo de la Luz".
Desconciertan
a sus oyentes estas afirmaciones porque no son capaces de discernir
dónde se hace presente un profeta y la importancia de su misión.
Siempre
un profeta habla en nombre de Dios para invitar a la conversión
poniendo al descubierto el pecado y la infidelidad de los hombres, y
anunciando a la vez la salvación que Dios ofrece a todos.
La
misión profética la ha recibido la Iglesia con el mismo objetivo que
Juan: Invitar a la conversión y señalar a Jesús como el Salvador,
como el que quita el pecado del mundo.
Cristo
es la meta y en Él encontramos también el camino para llegar a la
misma.
La
Iglesia existe para evangelizar, para dar a conocer al Señor al mundo
entero. No debe tener excesiva preocupación por ella misma ni
encerrarse en pequeñas cuestiones internas de organización o de lugar
público.
Cuando
actúa así, la Iglesia no cumple su misión porque no habla de Jesús
ni lo señala a Él como el Salvador, sino que habla en exceso de ella
misma considerando que todo cuanto dice es salvación para los demás.
Esa
manera de actuar y de hablar no transmite nada ni convence a nadie. Crea
más bien desazón e inquietud.
No genera alegría
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