UN
COMPROMISO
El
mundo de hoy pone interrogantes a la familia como
institución. Cada vez son mayores las tensiones en la
convivencia entre los esposos, entre los padres y los
hijos. En la mente de todos están la serie de problemas
sobre la estabilidad del matrimonio, la rebelión de los
hijos, la distribución de funciones dentro del quehacer
común de una familia...
Pues
bien: hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia,
que es por una parte el recuerdo festivo, en el ambiente
de la Navidad, de la Familia de Nazaret, y por otra, un
compromiso cristiano cara a nuestras propias familias.
Aunque
no sabemos mucho de la familia de Jesús, una cosa es
segura: él quiso nacer y vivir en una familia, quiso
experimentar la vida de una familia, y por añadidura,
pobre, de trabajadores.
Una
familia que tuvo la amarga experiencia de la emigración
y las zozobras de la persecución.
Una
familia que tenía momentos extraordinarios como la
presentación en el Templo, y luego meses y años de
vida sencilla, monótona, de trabajo escondido en
Nazaret. La fiesta de hoy es una invitación a que
valoremos y orientemos la vida de nuestra familia a la
luz de la de Nazaret. Ben-Sira, en la primera lectura,
nos trazaba un pequeño tratado del comportamiento de
los hijos para con sus padres.
Ciertamente
el marco social ha cambiado mucho desde entonces. Pero
la actitud que él señala sigue siendo actual: atender
a los padres, también cuando se vuelven viejos y
empiezan a chochear.
Qué
fácil es honrarles cuando son ellos los que nos ayudan
a nosotros. Y qué difícil cuando ya no se valen por sí
mismos.
El
motivo que da Ben Sira para urgir este amor a los padres
no es sólo humano. Se remonta a Dios y a su
mandamiento: honrar padre y madre: "el que honra a
su padre, cuando rece será escuchado, el que honra a su
madre, el Señor le escucha..." Habrá cambiado el
sistema educativo. La familia no será tan autoritaria.
La independencia de los hijos se valora mucho más.
Pero
el mandamiento de Dios continúa, y debe tener aplicación
en cualquier circunstancia: honra a tu padre y a tu
madre...
Pablo
nos ha descrito en su carta otro cuadro, el de la
comunidad y la familia cristiana. Las claves que él nos
da también siguen válidas: "revestíos de entrañas
de misericordia, de bondad, humildad, saber comprenderos
mutuamente, perdonaos cuando alguno tenga quejas contra
otro: y por encima de todo esté el amor".
Es
esta actitud la que nos suele faltar: la acogida mutua a
pesar de la diferencia de edad y de carácter. Las
relaciones interpersonales siempre han sido y serán difíciles.
Aunque la fiesta de hoy no nos da soluciones técnicas
para la vida familiar o social, sí nos ofrece claves
profundas, humanas y cristianas a la vez, de la
convivencia: el amor, la comprensión, la acogida mutua.
Pablo enumera detalles sencillos pero básicos:
"maridos, amad a vuestras esposas y no seáis ásperos
con ellas; padres, no exasperéis a vuestros hijos, no
sea que pierdan los ánimos".
Pero
hay una clave todavía superior, según él: porque todo
esto no lo busca una familia cristiana sólo por motivos
humanos, sino "en el Señor": o sea, desde la
fe cristiana. Porque Dios nos ha perdonado es por lo que
nosotros perdonamos a los demás. Porque Cristo Jesús
ha aparecido en medio de nosotros, es por lo que nos
sentimos agradecidos y unidos los unos con los otros. La
familia cristiana, además de las motivaciones que
tienen las demás para una convivencia constructiva,
tiene otras: quiere ser en su vida diaria el signo del
amor de Dios; quiere realizar a escala de "iglesia
doméstica" el ideal de amor cristiano que Cristo
nos ha enseñado.
Un
último aspecto. La familia de Nazaret aparece como una
familia que acude al Templo a orar, a presentar su hijo
al Señor (ciclo B). Modelo de toda familia cristiana,
que es invitada a rezar unida.
A
celebrar, también como familia, la Eucaristía semanal.
Por eso hemos escuchado cómo Pablo invitaba a la oración
en común: "celebrad la acción de gracias, que la
Palabra de Cristo habite entre vosotros, y todo lo que
hagáis hacedlo en nombre de Jesús". ¿No es ahí,
en la oración familiar, en la Eucaristía celebrada en
común, donde mejor pueden las familias alimentar su fe,
su unión, su compromiso diario de amor?
J.
ALDAZABAL
(mercaba)