REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

DERRIBAR O RECONSTRUIR

Se dice frecuentemente: "Mejor es separarse que vivir todos los días en discusiones, broncas, malos tratos..."; "Si es malo para los niños unos padres separados, peor es que vean en la casa las discusiones y los enfrentamientos".

¿Para qué un matrimonio por la Iglesia que, después, no se puede deshacer?; ¿Para qué un matrimonio civil si, después, lleva tanto trabajo el divorciarse?

Lo mejor, dicen otros, es la pareja de hecho: nos queremos, nos gustamos, nos juntamos; nos hemos cansado uno del otro, nos separamos. Pero, eso sí, con los derechos civiles y sociales de cualquier matrimonio.

O, como decían aquellos, "¿Qué importa el sexo si el amor es puro?, ¿por qué no podemos los homosexuales y las lesbianas unirnos en matrimonio, tener relaciones sexuales, formar nuestras familias y adoptar los hijos?

Estos temas están presentes todos los días en cualquier tertulia de la radio o de la televisión.

Qué pocas veces se oyen o ven tertulias que presenten y defiendan caminos para que las familias permanezcan unidas, para que se rehagan cuando tambalean, para que, en ellas, todos vayan creciendo como personas, cada uno en su lugar.

Y quede claro: cuando las familias tambalean y se desmoronan, se tambalea y se desmorona la sociedad.

Absentismo y fracaso escolar, mala educación, niños callejeros, delincuencia juvenil, drogas..., estudiemos los casos y veremos que la vida que se lleva en las familias tiene mucho que decir.

En las familias, como en la sociedad, está mandando la ley del péndulo: de un extremo al otro; de una familia autoritaria paterna que encorseta a todos y anula personalidades, a una familia en la que padres e hijos han hecho dejación de sus funciones, y éstas han sido asumidas por la calle, los medios de comunicación social, los amigos, los grupos, la sociedad de consumo y hasta el mismo estado; y los resultados no son siempre positivos, al contrario.

Es más fácil derribar que reconstruir y muchos han tomado este camino. A veces el deterioro es tan grande que no hay otro remedio.

No hay que dar lugar a que la familia se desmorone y, para ello, la Palabra de Dios de hoy nos marca algún camino, que no es fácil, pero que es necesario: el respeto entre todos y la aceptación del lugar y las responsabilidades que cada uno tiene en la familia.

Y la lista de actitudes que nos presenta San Pablo no tiene desperdicio: el uniforme: la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura y la comprensión; sobrellevarse y perdonarse, como el Señor nos perdona a nosotros. Todo ello unido por el amor y buscando siempre la paz, no el enfrentamiento.

Y, como por el pecado, esto nos cuesta mucho, vivir la fe personal, familiar y comunitariamente, pidiéndole fuerzas a Dios.

El encuentro de familias cristianas en la plaza de Colón de Madrid en este día de la Sagrada Familia, sea el anuncio cristiano del valor y la necesidad de la familia, padre, madre e hijos, unidos por amor en matrimonio estable y de su importancia como fundamento de la sociedad.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

OFRECIDO AL PADRE

El evangelio de la infancia de san Lucas (cap 1-2) comenzaba con la escena del anciano  Zacarías en el templo (1, 5-22). Desde el templo, lugar de la presencia de Dios en medio de  los suyos, se ha escuchado la palabra que dirige la historia hacia su meta (anunciación de  Juan). Hacia el templo, lugar de plenitud del pueblo de Israel, se ha dirigido la historia de la  infancia. De la infancia de Jesús en ese templo trata nuestro texto (2, 22-38). Sus elementos  fundamentales son los siguientes: a) Presentación (2,22-24); b)revelación de Simeón (2,  25-35); c) testimonio de Ana (2, 36-38) y d) vuelta a Nazaret (2, 39-40).

En el fondo de la escena de la presentación (2, 22-24) está la vieja ley judía según la cual  todo primogénito es sagrado y, por lo tanto, ha de entregarse a Dios o ser sacrificado. Como  el sacrificio humano estaba prohibido, la ley obligaba a realizar un cambio de manera que,  en lugar del niño, se ofreciera un animal puro (cordero, palomas) (cfr. Ex 13 y Lev 12).  Parece probable que al redactar la escena Lucas esté pensando que Jesús, primogénito de  María, es primogénito de Dios. Por eso, junto a la sustitución del sacrificio (se ofrecen dos  palomas) se resalta el hecho de que Jesús ha sido "presentado al Señor", es decir, ofrecido  solemnemente al Padre. El sentido de esta ofrenda se comprenderá solamente a la luz de la  escena del calvario, donde Jesús ya no podrá ser sustituido y morirá como el auténtico  primogénito que se entrega al Padre para salvación de los hombres. Unido a todo esto  Lucas ha citado sin entenderlo un dato de la vieja ley judía: la purificación de la mujer que  ha dado a luz (cfr Lev 12). Para Israel, la mujer que daba a luz quedaba manchada y por eso  tenía que realizar un rito de purificación antes de incorporarse a la vida externa de su  pueblo. De esta concepción, de la que extrañamente han quedado vestigios en nuestro  pueblo hasta tiempos muy recientes, parece que Lucas no ha tenido ya una idea clara; por  eso en el texto original ha escrito "cuando llegó el tiempo de la purificación de ellos",  refiriéndose también a José y a Jesús. La tradición litúrgica ha corregido el texto original de  Lucas, refiriéndose sólo a la purificación de María, ajustándose de esa manera a la vieja ley  judía.

El centro de nuestro pasaje lo constituye la revelación de Simeón (2, 25-35). Jesús ha  sido ofrecido al Padre; el Padre responde enviando la fuerza de su Espíritu al anciano  Simeón, que profetiza (2, 29-32.34-35). En sus palabras se descubre que el antiguo israel  de la esperanza puede descansar tranquilo; su historia (representada en Simeón) no acaba  en vano: ha visto al salvador y sabe que su meta es ahora el triunfo de la vida. En esa vida  encuentran su sentido todos los que esperan porque Jesús no es sólo gloria del pueblo  israelita, es el principio de luz y salvación para las gentes.

Tomadas en sí mismas, las palabras del himno del anciano (2. 29-32) son hermosas,  sentimentalmente emotivas. Sin embargo, miradas en su hondura, son reflejo de un dolor y  de una lucha. Por eso culminan en el destino de sufrimiento de María (2, 34-35).Desde el  principio de su actividad, María aparece como signo de la Iglesia, que llevando en sí toda la  gracia salvadora de Jesús se ha convertido en señal de división y enfrentamiento. La subida  de Jesús al templo ha comenzado con un signo de sacrificio (2, 22-24); con signo de  sacrificio continúan las palabras reveladoras de Simeón. Desde este comienzo de Jesús  como signo de contradicción para Israel (u origen de dolor para María) se abre un arco de  vida y experiencia que culminará sobre el Calvario y se extenderá después hacia la Iglesia.  Todo el que escucha las palabras de consuelo en que Jesús se muestra como luz y como  gloria (2, 29-32) tienen que seguir hacia adelante y aceptarle en el camino de dureza,  decisión y muerte; en ese caminar no irá jamás en solitario, le acompaña la fe y el  sufrimiento de María.

Con las palabras de alabanza de Ana, que presenta a Jesús como redentor de Jerusalén  (2, 36-38) y con la anotación de que crecía en Nazaret lleno de gracia (2, 39-40) se ha  cerrado nuestro texto. 

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1242 ss.

(mercaba)  

 


 

REFLEXIÓN - 3

UN COMPROMISO

El mundo de hoy pone interrogantes a la familia como institución. Cada vez son mayores las tensiones en la convivencia entre los esposos, entre los padres y los hijos. En la mente de todos están la serie de problemas sobre la estabilidad del matrimonio, la rebelión de los hijos, la distribución de funciones dentro del quehacer común de una familia...

Pues bien: hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, que es por una parte el recuerdo festivo, en el ambiente de la Navidad, de la Familia de Nazaret, y por otra, un compromiso cristiano cara a nuestras propias familias.

Aunque no sabemos mucho de la familia de Jesús, una cosa es segura: él quiso nacer y vivir en una familia, quiso experimentar la vida de una familia, y por añadidura, pobre, de trabajadores.

Una familia que tuvo la amarga experiencia de la emigración y las zozobras de la persecución.

Una familia que tenía momentos extraordinarios como la presentación en el Templo, y luego meses y años de vida sencilla, monótona, de trabajo escondido en Nazaret. La fiesta de hoy es una invitación a que valoremos y orientemos la vida de nuestra familia a la luz de la de Nazaret. Ben-Sira, en la primera lectura, nos trazaba un pequeño tratado del comportamiento de los hijos para con sus padres.

Ciertamente el marco social ha cambiado mucho desde entonces. Pero la actitud que él señala sigue siendo actual: atender a los padres, también cuando se vuelven viejos y empiezan a chochear.

Qué fácil es honrarles cuando son ellos los que nos ayudan a nosotros. Y qué difícil cuando ya no se valen por sí mismos.

El motivo que da Ben Sira para urgir este amor a los padres no es sólo humano. Se remonta a Dios y a su mandamiento: honrar padre y madre: "el que honra a su padre, cuando rece será escuchado, el que honra a su madre, el Señor le escucha..." Habrá cambiado el sistema educativo. La familia no será tan autoritaria. La independencia de los hijos se valora mucho más.

Pero el mandamiento de Dios continúa, y debe tener aplicación en cualquier circunstancia: honra a tu padre y a tu madre...

Pablo nos ha descrito en su carta otro cuadro, el de la comunidad y la familia cristiana. Las claves que él nos da también siguen válidas: "revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, saber comprenderos mutuamente, perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro: y por encima de todo esté el amor".

Es esta actitud la que nos suele faltar: la acogida mutua a pesar de la diferencia de edad y de carácter. Las relaciones interpersonales siempre han sido y serán difíciles. Aunque la fiesta de hoy no nos da soluciones técnicas para la vida familiar o social, sí nos ofrece claves profundas, humanas y cristianas a la vez, de la convivencia: el amor, la comprensión, la acogida mutua. Pablo enumera detalles sencillos pero básicos: "maridos, amad a vuestras esposas y no seáis ásperos con ellas; padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos".

Pero hay una clave todavía superior, según él: porque todo esto no lo busca una familia cristiana sólo por motivos humanos, sino "en el Señor": o sea, desde la fe cristiana. Porque Dios nos ha perdonado es por lo que nosotros perdonamos a los demás. Porque Cristo Jesús ha aparecido en medio de nosotros, es por lo que nos sentimos agradecidos y unidos los unos con los otros. La familia cristiana, además de las motivaciones que tienen las demás para una convivencia constructiva, tiene otras: quiere ser en su vida diaria el signo del amor de Dios; quiere realizar a escala de "iglesia doméstica" el ideal de amor cristiano que Cristo nos ha enseñado.

Un último aspecto. La familia de Nazaret aparece como una familia que acude al Templo a orar, a presentar su hijo al Señor (ciclo B). Modelo de toda familia cristiana, que es invitada a rezar unida.

A celebrar, también como familia, la Eucaristía semanal. Por eso hemos escuchado cómo Pablo invitaba a la oración en común: "celebrad la acción de gracias, que la Palabra de Cristo habite entre vosotros, y todo lo que hagáis hacedlo en nombre de Jesús". ¿No es ahí, en la oración familiar, en la Eucaristía celebrada en común, donde mejor pueden las familias alimentar su fe, su unión, su compromiso diario de amor?

J. ALDAZABAL

(mercaba)