PALABRA DE DIOS 
 

 

PRIMERA LECTURA
Jeremías 31, 31-34

Jeremías, que tanto había denunciado la sordera y la ceguera de Israel a Dios, que les había acusado de incumplir el pacto del Sinaí, la Antigua Alianza, ahora profetiza que Dios hará una Nueva Alianza, una Alianza no grabada en piedra, como la del Sinaí, sino en el corazón.


 

PRESENTACIÓN

En medio de los fracasos, de las dificultades, cuando parece que todo se desmorona, resuenan las palabras de Jeremías como aire fresco: "Llegan días en que haré con la casa de Israel una Alianza nueva" Toda la Biblia se mueve en una tensión hacia el futuro, hacia el Día de Dios, que llegará.

El profeta denuncia, amenaza, pero, sobre todo, mira al futuro. La puerta siempre está abierta porque Dios es fiel, Dios es Amor; así se ha revelado.

Y a esta relación de amor y fidelidad de Dios con su pueblo, se le llama Alianza.

Aun en los peores momentos de la historia de Israel, Dios no se ha echado atrás.

Esta nueva Alianza, que en realidad es una nueva etapa de la única Alianza de Dios con los hombres, representados en el pueblo elegido, ya no se grabará en piedras, como en el Sinaí , sino en el corazón, en lo más íntimo del ser, pues, cambiando el corazón, cambiará la persona.

"He aquí que vienen días...", decía Jeremías; con Jesús han llegado esos días. En la Última Cena hizo alusión a esa Alianza Nueva cuando les dio a beber de la copa: "Este es el cáliz de la Nueva Alianza..."

Qué gran fe la de los profetas. Cuando todo va mal, no dicen: "Todo está perdido", al contrario, encuentran nuevas razones para seguir esperando.

Que la primera alianza ha fracasado, habrá una nueva; que la Ley grabada en piedra en el Sinaí no se ha cumplido, habrá que grabarla en el corazón.

Hiciste un pacto con los hombres y nos entregaste el Decálogo; dijimos sí e hicimos no.

 

Quizás pensaste que grabar el pacto en tablas de piedra y guardarlas en el arca, había ayudado a olvidarlo.

 

Por eso quieres hacer ahora una alianza Nueva y grabarla en nuestro corazón

DEL PROFETA JEREMÍAS 31, 31-34

Mirad que llegan días -oráculo del Señor-
en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá
una alianza nueva.

No como la que hice con vuestros padres,
cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto:
Ellos, aunque yo era su Señor,
quebrantaron mi alianza;
-oráculo del Señor-.

Sino que así será la alianza que haré con ellos,
después de aquellos días -oráculo del Señor-:

Meteré mi ley en su pecho,
la escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo.

Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,
el otro a su hermano, diciendo:
Reconoce al Señor.

Porque todos me conocerán,
desde el pequeño al grande
-oráculo del Señor-,
cuando perdone sus crímenes,
y no recuerde sus pecados.

Palabra de Dios

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 50

PRESENTACIÓN

Tres momentos en el camino de la conversión: "Misericordia, Dios mío..."; "Crea en mí un corazón puro..."; "Devuélveme la alegría..."

El salmo 50 es un salmo penitencial que se cantaba en las celebraciones del segundo Templo, después de la vuelta del Exilio.

El pueblo lo canta, y el pueblo es objeto de la misericordia de Dios, no sólo la persona individual.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, decía el libro del Éxodo.

"Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa".

Y, junto a la misericordia, la fuerza para salir del pecado, para retomar el camino de la fidelidad, para seguir cercano a Él, pues lejos no se puede vivir.

Fuerza para grabar la Ley en el corazón, para cambiar el corazón de piedra.

"Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme,
no me arrojes lejos de tu rostro.

Y a la misericordia, que perdona, y la fuerza para seguir caminando, la alegría de quien se sabe otra vez en alianza con el Dios Amor. Una alegría que se manifiesta y se comunica para que otros también puedan experimentar la misericordia de Dios.

"Devuélveme la alegría de tu salvación...
Enseñaré a los malvados tus caminos..."


 * Olvida, Señor, mis infidelidades y aleja de ti mis culpas.

 

* Si mi corazón no está limpio, no podré cumplir tus leyes; y si me quitas tu Santa Espíritu, no soy nada.

 

* Dame la alegría de los que viven contigo y se la comunicaré a mis hermanos.

 SALMO 50

R/. OH DIOS, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
R/. OH DIOS, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
R/. OH DIOS, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
R. OH DIOS, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO

Los sacrificios no te satisfacen,
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
R/. OH DIOS, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO

 

SEGUNDA LECTURA
Hebreos 5, 7-9

Cristo, como verdadero hombre que era, sintió miedo y angustia ante la muerte que se acercaba.
      Y pide al Padre que lo salve de la muerte; pero acepta su voluntad.
      El Padre no quita la cruz, porque en ella nos salva, pero hace que no quede en la muerte, sino que resucite.

 

PRESENTACIÓN

La carta a los Hebreos está dirigida a cristianos de origen judío, conocedores del Antiguo Testamento y que han acogido la novedad de su fe en Cristo.

Con Cristo ha llegado la plenitud de los tiempos, la Nueva Alianza de la que hablaban los profetas.

Y es que Cristo es a un tiempo Dios y hombre; totalmente Dios y totalmente hombre.

Como hombre es mortal, conoce el sufrimiento y la angustia ante la muerte.

"Cristo, en los días de su vida mortal", ante la perspectiva de la persecución , de la pasión , ha pedido al Padre que le salvara de la muerte. Parece que el autor tiene delante la imagen de Getsemaní: el grito, las lágrimas, su oración de súplica...; en todo ello se nos muestra su angustia ante la muerte y el deseo de escapar.

Pero en Getsemaní también hay una decisión fuerte: que se haga la voluntad del Padre.

Y el Padre no puede querer el mal del Hijo, por eso éste tiene una confianza absoluta.

Jesús tiene un camino que recorrer y, obediente, lo recorre, aunque pase por la muerte y, porque ha confiado plenamente en el Padre, le ha llevado a la resurrección.

Unidos a Cristo, acogemos la voluntad del Padre y con ella nuestra salvación, que es precisamente conocer a Dios tal cual es: Amor y Vida.

* Sufriendo aprendiste a obedecer y entregando la vida nos salvaste.

DE LA CARTA A LOS HEBREOS 5, 7-9

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
Juan 12, 26

El que quiera servirme, que me siga, dice el Señor; y donde esté yo, allí también estará mi servidor.

 

EVANGELIO
Juan 12, 20-33

Jesús se encuentra en Jerusalén, está cerca la fiesta de Pascua y hay muchos peregrinos que han venido a la fiesta. Algunos quieren ver a Jesús y Jesús aprovecha para anunciar su muerte y su glorificación.
      Es el grano de trigo que da como fruto la salvación del mundo.

 

PRESENTACIÓN

Faltan pocos días para la Pascua. Jesús ha entrado triunfante en la ciudad y se le ha aclamado con el "Hosanna", como se aclamaría al Mesías cuando viniera. esto ha puesto muy nerviosos a los jefes de los judíos.

Para empeorar las cosas, unos peregrinos griegos que han venido a celebrar la Pascua, han querido acercarse a Jesús.

Jesús responde con una frase extraña: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre", es decir, que ha llegado la hora en la que se va a revelar en él la presencia de Dios, del Dios Amor.

Y para manifestar que Dios es Amor, acepta sufrir la pasión y la cruz.

Tres sentimientos en esta hora: angustia, confianza y certeza de la victoria.

Angustia: "Mi alma está agitada", como el sentimiento de Getsemaní: "Padre, líbrame de esta hora"

Confianza: "Pero si para esto he venido, para esta hora".

Sólo si el grano de trigo muere, da fruto. Sólo de la muerte saldrá la vida y con ella un hombre nuevo y una nueva humanidad.

Certeza de la victoria: "Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí"; "el príncipe de este mundo va a ser echado fuera". La cruz se convierte en instrumento del triunfo del amor: "Padre, perdónales...".

* Ha llegado tu hora, Señor, y la nuestra. Vas a ser glorificado y nosotros también participaremos de esa glorificación

 

* Pero también yo debo ser como el grano de trigo: morir a mí mismo, a lo negativo que hay en mí.

 

* Y, después, seguirte hasta el final, sin miedo, sin retirarme; como María y Juan, al pie de la cruz.

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN  
12, 20-33

En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

-Señor, quisiéramos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó:

-Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.

Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.

Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo:

-Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.

Jesús tomó la palabra y dijo:

-Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Palabra de Dios