Escucha, ¡oh Padre! nuestra súplica: te pedimos que
envíes tu Espíritu con abundancia, para que sepamos
escuchar tu voz que proclama la gloria de tu Hijo que se
ofrece para nuestra salvación.
Haz que de esta escucha atenta y comprometida, sepamos
hacer germinar en nosotros una nueva esperanza para
seguir a nuestro Maestro y Redentor con total
disponibilidad, aún en los momentos difíciles y
obscuros.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Había algunos griegos de los que subían a adorar en la
fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de
Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron
a decírselo a Jesús.
Jesús les respondió:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de
hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si
muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y
el que odia su vida en este mundo, la guardará para una
vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo
esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me
sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada.
Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero
¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica
tu Nombre».
Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de
nuevo le glorificaré».
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido
un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
Jesús respondió:
«No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora
es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este
mundo será derribado. Y yo cuando sea elevado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí.» Decía esto para
significar de qué muerte iba a morir.

Un momento de silencio orante para que la Palabra de
Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Para recoger del texto los núcleos importantes y
comenzar a asimilarlos.
a) Felipe y Andrés ¿por qué han sido interpelados
precisamente ellos?
b) ¿Qué buscaban verdaderamente estos "griegos"?
c) ¿Recibimos también nosotros a veces preguntas
semejantes sobre la fe, la Iglesia, la vida cristiana?
d) No parece que Jesús se haya encontrado con estos
"griegos"; pero ha confirmado su próxima "hora": ¿por
qué ha hablado de esta manera?
e) ¿Quería Jesús que respondiesen con fórmulas? ¿O más
bien con testimonios?

El contexto:
Estamos al final del "libro de los signos", que es la
clave interpretativa que usa Juan en su Evangelio y ya
se está perfilando el encuentro mortal entre la clase
dirigente y Jesús.
Este pasaje es como un broche entre lo que hasta ahora
Juan ha contado y se concluye con esta aparición de las
"gentes" (señalados por estos "griegos") y lo que está
por suceder.
Los próximos sucesos Juan los subdivide en dos ámbitos.
El primer ámbito es el diálogo con sólo los discípulos,
en el contexto de la cena pascual (cc 13-17); el otro
ámbito será la escena pública de la pasión y después la
aparición del resucitado (cc 18-21).
Este episodio, quizás no es del todo real: quiere
señalar que la apertura a las gentes ha comenzado ya con
Jesús mismo. No se trata tanto de andar a convencer a
los otros de cualquier cosa, sino de acoger ante todo su
búsqueda y llevarla a la madurez. Y esta madurez no
llega sino con la colaboración de los otros y con un
diálogo con Jesús.
No se dice si Jesús ha hablado a estos griegos: el texto
parece abreviar la narración, haciendo llevar pronto a
la evidencia a qué "tipo" de Jesús se deben acercar
aquéllos que lo buscan.
Se trata del Jesús que ofrece la vida, que da frutos a
través de la muerte. No, por tanto, un Jesús "filósofo",
"sabio"; sino ante todo aquél que no está atado a la
propia vida, sino que la ha dado y se ha puesto al
servicio de la vida de todos.
Los versículos 27-33, que manifiestan la angustia y la
turbación de Jesús frente a la muerte inminente, se le
llama también "el Getsemaní del IV Evangelio" en
paralelo con la narración de los Sinópticos sobre la
vigilia dolorosa de Jesús en el Getsemaní: Como sucede
con el trigo: sólo quebrantádose y muriendo puede
liberar toda su vitalidad; así muriendo Jesús mostrará
todo su amor que da vida.
La historia de la semilla es la historia de Jesús, y de
todo discípulo que quiere servirlo y tener vida en Él.
Algunas
profundizaciones en la lectura
"Señor, queremos ver a Jesús"
Se trata de una pregunta que hacen algunos "griegos" a
Felipe. De ellos se dice que " subían a adorar en la
fiesta". Probablemente son aquellos "timoratos de Dios"
de los que se habla con frecuencia en los textos
neotestamentarios; simpatizantes de la religión hebrea,
aunque sin ser verdaderos judíos. Pudieran también ser
de origen sólo siro fenicio, como indica con la misma
palabra Marcos (7,26), cuando habla de la mujer que
pedía la curación de su hija. En la petición de ellos
podemos encontrar solo curiosidad por acercarse a un
personaje famoso y discutido. Pero el contexto en el que
nos lo presenta Juan, esta búsqueda señala por el
contrario que buscaban de verdad, con corazón abierto.
Tanto es así que ellos son presentados tan pronto como
se ha dicho: "Ya véis que todo el mundo se va en pos de
Él" (Jn 12,19) Y luego la noticia es comentada por Jesús
como el "llegar la hora del Hijo del hombre". El hecho
de que se hayan dirigido a Felipe, y éste los envíe a
Andrés, es debido al hecho de que los dos eran de
Betsaida, una ciudad donde la gente estaba mezclada, y
se necesitaba entenderse en varios idiomas. Los dos
personajes representan de todos modos dos
sensibilidades: Felipe es más tradicionalista (como se
ve por su frase después de haber conocido a Jesús (Jn 1,
45): mientras que Andrés, que ya había participado en el
movimiento de Juan Bautista, era de carácter más abierto
a lo nuevo (cfr Jn 1, 41). Para indicar que la comunidad
que se abre a los paganos, que acoge la solicitud de
quien busca con corazón curioso, es acogida por una
comunidad que vive en su variedad de sensibilidades.
"Si el grano de trigo no cae en
tierra…"
La respuesta de Jesús parece menos interesada a los
griegos, que deseaban verlo, y más orientada hacia
todos, discípulos y griegos. Él ve abrirse las
fronteras, siente la tumultuosa adhesión de las gentes;
pero quiere llamar la atención que esta fama que le
rodea, esta "gloria" que quisieran conocer de cerca, es
de otro género de aquélla que ellos quizás se esperaban.
Se trata de una vida que está por ser destruida, de una
"palabra" que viene silenciada, quebrantada hasta la
muerte, sepultada en las entrañas del odio y de la
tierra, para hacerla desaparecer. Y en vez de ver una
gloria al estilo humano, están delante de una "gloria"
que se desvela a través del sufrimiento y la muerte.
Vale para ellos, pero vale también para toda comunidad
cristiana que quiere abrirse a "los griegos": debe
"consultar" con el Señor, o sea, debe estar en contacto
con este rostro, con esta muerte por la vida, debe dar
la propia contemplación del misterio y no sólo aportar
nociones. Debe vivir el verdadero despojo de las
seguridades y de las gratificaciones humanas, para poder
servir al Señor y recibir, también él, honor del Padre.
El apego a la propia vida y a la sabiduría humana – y en
el mundo griego éstos eran valores fuertes – es el
verdadero obstáculo al verdadero "conocimiento de
Jesús". Servir al nombre del Señor, acoger la solicitud
de quien "lo busca", llevar a Jesús a estos buscadores,
pero sin vivir el estilo del Señor, sin dar sobre todo
testimonio de compartir la misma elección de vida, el
mismo don de la vida, no sirve para nada.
"Ahora mi alma está turbada"
Esta "agitación" de Jesús es un elemento muy
interesante. No es fácil sufrir, la carne se rebela, la
inclinación natural te hace huir del sufrimiento.
También Jesús ha sentido esta repugnancia, ha sentido
horror, delante de una muerte que se perfilaba dolorosa
y humillante. En su pregunta "¿qué voy a decir?",
podemos sentir este escalofrío, este miedo, esta
tentación de sustraerse a una muerte semejante. Juan
coloca este momento difícil antes de la última cena; los
sinópticos, por el contrario, lo colocan en la oración
del Getsemaní, antes de la captura (Mc 14, 32- 42; Mt
26, 36-46; Lc 22, 39-46). En todo caso, todos está
concordes en subrayar en Jesús este temblor y fatiga,
que lo asemeja a nosotros, frágil, lleno de miedo. Pero
Él afronta esta angustia "confiándose" al Padre,
reclamando para sí mismo que este es su proyecto, que
toda su vida tiende precisamente a esta hora, que se
revela y se asume. El tema de la hora – lo sabemos bien
– es muy importante para Juan: véase la primera
afirmación en las bodas de Caná (Jn 2,4) y luego más
frecuentemente (Jn 4, 21; 7,6.8.30; 8,20; 11,9; 13,1;
17;1). Se trata, no sólo de un tiempo puntual, cuanto de
una circunstancia decisiva, hacia la cuál todo se
orienta.
"Atraeré a todos hacia mi"
Puesto fuera de la violencia homicida de la que se
sentía amenazado, esta suspensión de la cruz se
convierte en una verdadera entronización, o sea, una
colocación buena en vista de aquél que es para todos
salvación y bendición. De la violencia que lo quería
marginar y quitar del medio, se pasa a la fuerza
centrípeta ejercida por aquella imagen del entronizado.
Se trata de "un atraer" que se engendra no por
curiosidad, sino por amor; será suscitador de
discipulado, de adhesión en todos aquéllos que sabrán
andar más allá del hecho físico, y verán en Él la
gratuidad hecha totalidad. No será la muerte ignominiosa
la que alejará, sino que se convertirá en fuente de
atracción misteriosa, gramática que abre nuevos sentidos
por la vida. Una vida entregada que genera vida; una
vida sacrificada que genera esperanza y nueva
solidaridad, nueva comunión, nueva libertad.

Salmo 35
Cuando Yahvé repatrió a los cautivos de Sión,
nos parecía estar soñando;
entonces se llenó de risas nuestra boca,
nuestros labios de gritos de alegría.
Los paganos decían:
¡Grandes cosas ha hecho Yahvé en su favor!
¡Sí, grandes cosas ha hecho por nosotros Yahvé, y
estamos alegres!
¡Recoge, Yahvé, a nuestros cautivos, sean como torrentes
del Negueb!
Los que van sembrando con lágrimas cosechan entre gritos
de júbilo.
Al ir, van llorando, llevando la semilla; y vuelven
cantando, trayendo sus gavillas.

¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo
de los caminos fáciles de la popularidad, de la gloria a
poco precio,
y llévalos sobre los caminos de los pobres y de los
afligidos de la tierra,
para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del
Maestro y Redentor.
Da ojos para ver los senderos posibles a la justicia y a
la solidaridad;
oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud
de tantos que buscan como a tientas;
enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de
delicadeza y comprensión
para que se hagan compañeros de camino y testimonios
verdaderos y sinceros
de la gloria que resplandece en el crucificado,
resucitado y victorioso.
Él vive y reina glorioso contigo, oh Padre, por los
siglos de los siglos
TOMADO DE:
Página Oficial Orden de Carmelitas
SITIO WEB: http://www.ocarm.org