REFLEXIONES  
 

REFLEXIÓN EVANGELIO BENDICIÓN DE RAMOS
 

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

La entrada de Jesús en Jerusalén aclamado por el gentío es un acontecimiento expresamente relevante. Jesús, que siempre ha evitado ser llamado Mesías, por miedo a la confusión con el mesianismo guerrero que muchos israelitas esperaban, podríamos decir que aquí "prepara" él mismo una manifestación mesiánica para mostrar qué clase de Mesías es. Y, desde este momento hasta su detención, se irán encadenando actos de mostración de este mesianismo.

Jesús es un personaje conocido en Jerusalén. Allí hay gente dispuesta a recibirle y aclamarle: pueden ser galileos venidos para la Pascua, o gente de la misma Judea con los que él ha tenido contactos anteriores (Juan lo enlaza con la resurrección de Lázaro). Para esa gente, Jesús se deja aclamar con los gritos mesiánicos: 1) el "Hosanna", que literalmente es un grito de quiere decir "sálvanos", se había convertido en una aclamación al Mesías que había de liberar al pueblo; 2) el "Bendito el que viene..." es un grito propio de una entronización del rey davídico, que en la tradición más antigua (la de Marcos) no se personaliza en Jesús sino en el "reino que viene", el reino del que Jesús es mensajero, mientras que después la tradición habló directamente del "rey de Israel", personalizado en Jesús (Juan).

Aceptando ser aclamado como Mesías, Jesús muestra simbólicamente cuál será su mesianismo: entrará montado en un borrico, significando normalidad, abajamiento y deseos de paz, contra lo que el caballo significaba de supremacía y poder guerrero. Es un signo similar al del lavatorio de los pies del Jueves Santo. Marcos explica largamente la preparación del borrico, pero no menciona la profecía de Zacarías 9,9 que lo anuncia; Juan no resalta la preparación pero sí menciona, en cambio, la profecía. Y Juan termina diciendo que el sentido del mesianismo de Jesús se descubrirá en la resurrección.

JOSEP LLIGADAS

 

 

REFLEXIÓN - 1

"MUERTE Y VIDA"

Cuántos han comenzado estos días sus vacaciones de primavera, para muchos mal llamadas de "Semana Santa", pues nada les dicen los misterios cristianos.

Para nosotros, estemos donde estemos, aunque sea de vacaciones, estos días son los más importantes para la celebración de nuestra fe.

Volvemos un año más a celebrar y actualizar los misterios de nuestra fe: Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Cuando entramos en la celebración de estos misterios, podemos decir que vivimos la Semana Santa.

Semana Santa que la inauguramos con el Domingo de Ramos.

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor; un doble movimiento: triunfo en el ¡Hosanna!, en el "Bendito el que viene en nombre del Señor", en el ¡Viva el Altísimo! y que nos recuerda ya el triunfo de la gracia sobre el pecado, que nos desvela la meta final, que no es la muerte, sino la Vida. Y el segundo movimiento: Pasión y Muerte del Señor.

En la austera versión de San Marcos, podemos resaltar, por una parte, la soledad de Jesús: sus amigos huyen y el que le sigue de cerca, le niega; parece que hasta el Padre le abandona: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?. Pero no, no le abandona. Por otra parte, resaltamos el silencio. Jesús calla o habla muy escuetamente. Los hombres tienen demasiado decidido el fin de Jesús.

Se metió en nuestra muerte para sacarnos de ella y darnos una nueva vida.

El profeta Isaías habla del Servidor de Yhavhé, apaleado y ultrajado, pero que no es abandonado por el Señor.

El Salmo 21 comienza con las mismas palabras que pone San Marcos en boca de Jesús crucificado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"; y, después de describir la situación del sujeto del salmo como la de un crucificado, acabará diciendo: "en medio de asamblea te alabaré", y la causa es que no lo ha dejado en la muerte.

La carta a los Filipenses, después de recordar que Cristo se sometió hasta la muerte y una muerte de cruz, nos dirá que "Dios lo levanto sobre todo".

También las oraciones "colecta" y "poscomunión", nos recordarán la resurrección.

Este es misterio pascual que celebramos: muerte y vida, esclavitud y libertad, pecado y gracia.

Libres de la muerte del pecado porque Cristo ha dado su vida por nosotros: "Hasta la muerte y una muerte de cruz". Y llenos de una vida nueva, pues, por nuestra fe en Cristo, muerto y resucitado, también Dios "nos levanta sobre todo".

La Iglesia nos llama estos días a la contemplación de los misterios que nos dieron nueva vida, a la oración, al agradecimiento y a encaminar nuestros pasos por sendas de vida nueva.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

"A LAS PUERTAS DE LA PASCUA"

Este domingo es el pórtico en el que ya saboreamos y celebramos el misterio de la Pascua. Cruz y vida. Alegría y sufrimiento. Abandono y esperanza.

Por eso, a este Jesús, que entraba entre cánticos en Jerusalén, lo acabamos de contemplar, ahora, entre sufrimientos y desprecios. En la pasión que hemos leído, le hemos visto abandonado por los suyos, vejado, humillado... Sólo el silencio y un grito de soledad y sufrimiento que le sale de muy adentro: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” ¿Por qué? ¿No era un hombre bueno? ¿No había predicado el perdón y la paz? ¿No había proclamado la buena noticia a los pobres y a los cautivos? ¿No había entrado en olor de multitudes en la misma Jerusalén que, ahora, también le condena a muerte? ¿Por qué?

¿Porqué el hambre y la miseria? ¿Por qué la muerte de los inocentes? ¿Por qué el fanatismo y la venganza? ¿Por qué la enfermedad y la injusticia?... He aquí un camino de respuesta: Jesús experimenta, personalmente y en silencio, todo este sufrimiento y abandono, para gritar la libertad, la vida. La esperanza.

· (La lucha de Jesús conduce a la Pascua)

Muchos que eran influyentes en aquella sociedad no aceptaban el testimonio de Jesús. Más aún, se sentían incómodos y amenazados por su claridad. No soportaban su coherencia y su fidelidad. Muchos de sus amigos también se echaron atrás o le traicionaron. No es fácil seguir a Jesús y la causa del evangelio. ¡No nos podemos engañar!

Así pues, ¿qué celebramos? ¿un Jesús victorioso o un Jesús que fracasa? Celebramos, justamente, que Jesús reina desde la cruz. Celebramos que este sufrimiento y esta cruz no lleva al fracaso sino a la vida. Celebramos que, con él, toda la lucha por la dignidad humana, todo esfuerzo renovado para vencer a toda clase de esclavitud y de explotación, a toda clase de injusticia y manipulación tiene un sentido. Tenía sentido la lucha de Jesús en aquel momento histórico. Y, de hecho, cambió la historia, porque los suyos, que le habían abandonado, recuperaron el coraje y la esperanza. No sucumbieron al desánimo y a la decepción por los sueños rotos. Tampoco nosotros, hoy, podemos dimitir de nuestras responsabilidades y de nuestro compromiso para construir un mundo nuevo. Un mundo donde podamos compartir la alegría de ser hijos de Dios.

Jesús sufre en y con la humanidad sufriente. Jesús lucha con todos los que quieren transformar nuestro mundo. Él pasa y penetra en esta realidad dura y difícil de la humanidad marginada y abandonada. Pero también la conduce y la lleva hacia la Pascua. Él pasa y renueva primaveras. Este Jesús sufriente, lo reencontramos vivo, compartiendo dolores e interrogantes, en el camino de la Pascua.

JOSEP M. FISA

 

 

REFLEXIÓN - 3

CRISTO CAMINA HACIA LA CRUZ

Empezamos hoy la Semana Santa. Y las lecturas que acabamos de escuchar nos ayudan a entender la profundidad del misterio que vamos a celebrar.

El profeta Isaías presenta en cuatro poemas la figura palpitante del Siervo de Yahvé. Hoy ha sido el tercero de estos cánticos el que hemos escuchado. (El cuarto, más impresionante todavía, lo proclamaremos el Viernes Santo).

El Siervo de Yavhé es el que se ofrece a sí mismo, inocente por los pecadores, para salvar a todos. "Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro e insultos y salivazos".

Nosotros los cristianos leemos estos poemas como cumplidos en Cristo Jesús, que voluntariamente ha cargado con las culpas de todos.

Otro poema, esta vez en una carta de san Pablo, y que hemos escuchado en la segunda lectura, nos hace entender la dinámica de este misterio. "Cristo se despojó de su rango (de Dios) y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de Cruz".

Y ya sin poemas, sino con la fuerza expresiva de un relato escueto, entrañable, Marcos -el evangelista de este año- nos ha contado la Pasión y Muerte de Cristo Jesús.

-El tono de esperanza confiada

Las tres lecturas nos muestran así la profundidad del dolor de Cristo, la seriedad de su camino a la cruz y la muerte. El salmo nos ha hecho decir la exclamación angustiada que el evangelio pone en sus labios en la cruz, tomada del mismo salmo 21: "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (/Sal/021/01). Es la expresión dramática de la soledad y del dolor de un moribundo, que se siente olvidado incluso por Dios. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta la profundidad de la misma muerte.

Pero hay también un tono de esperanza.

El Siervo de Yahvé se ve animado en la fidelidad a su difícil misión porque se siente apoyado por Dios: "Mi Señor me ayudaba... y sé que no quedaré avergonzado".

El cántico de Pablo, después de describir la bajada de la muerte, termina gozoso afirmando que Dios "lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre sobre todo nombre... para que toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".

La Pascua son los dos aspectos: muerte y resurrección de Cristo. El que vaya a resucitar por el poder de Dios no quita nada de seriedad y profundidad a su entrega. El dolor de la muerte, a su vez, queda completado con la perspectiva de la Nueva Vida a la que el Espíritu de Dios le hará pasar.

-Acompañar a Cristo en su Semana Santa

Los cristianos de todo el mundo vamos a celebrar en esta Semana el misterio central de nuestra fe. Vamos a meditar y orar sobre ese camino salvador de Cristo: la muerte, el Viernes Santo, la sepultura, el Sábado Santo, y la resurrección a la nueva vida a partir de la noche pascual, con la Vigilia, y ya durante cincuenta días. Todo ello con un prólogo: la Eucaristía del Jueves Santo, en la que el mismo Cristo, ya en el lavatorio de los pies, pero sobre todo sacramentalmente con la donación de sí mismo como Pan y Vino, quiso anticipar la ofrenda histórica de la Cruz.

Es lo que hemos empezado a celebrar hoy, con las aclamaciones a Cristo en la procesión, a modo de entrada a esta semana tan intensa para la comunidad cristiana.

Contemplamos llenos de fe el dolor y la muerte de Jesús. Y a la vez dejémonos llenar de esperanza, porque también nuestro dolor o el dolor del mundo, aunque no sepamos cómo, tiene sentido como participación en el dolor salvador de Cristo Jesús.

A los que le seguimos en el camino de la cruz también nos hará partícipes de su Nueva Vida de Resucitado.

J. ALDAZABAL  (+)