REFLEXIONES  
 

 

 

REFLEXIÓN - 1

¿QUE HACE DIOS EN UNA CRUZ? 

Lo crucificaron...

La ejecución de Jesús no ha sido algo casual, fruto de un malentendido de las  autoridades religiosas y políticas de Israel. Tampoco basta considerar la cruz como algo permitido por Dios por motivos enigmáticos,  pero que ha quedado resuelto con el triunfo glorioso de la resurrección. La resurrección «no elimina el escándalo de la cruz, sino que lo eleva a misterio» (J.  Sobrino). Porque, aún después de la resurrección, nos tenemos que preguntar: ¿por qué y  para qué la cruz? ¿qué hace Dios en una cruz? 

Un «Dios crucificado» constituye una auténtica revolución y nos obliga a cuestionar todas  nuestras imágenes humanas de Dios. La cruz rompe todos nuestros esquemas sobre un  Dios al que suponemos conocer ya de antemano. El crucificado no tiene el rostro que nosotros atribuimos a la divinidad. En la cruz no hay  belleza, poder, fuerza, sabiduría, majestad.

Dios no aparece como el que tiene poder sobre la muerte, sino como alguien que se ve  sumergido dentro de ella. Con la cruz, o se termina toda nuestra fe en Dios o se abre a una comprensión nueva y  sorprendente de un Dios que nos ama de manera insospechada. Contra todas nuestras concepciones sobre la divinidad, en la cruz descubrimos  sorprendidos que Dios es alguien que sufre con nuestros sufrimientos. Nuestra miseria le  afecta. Nuestro sufrimiento le «salpica». Dios no puede amarnos sin sufrir. Como ha dicho D.  Bonhoeffer, «sólo un Dios que sufre puede salvarnos».

A este «Dios crucificado» no se le puede «entender» desde categorías filosóficas. Es un  escándalo y una necedad. A este «Dios crucificado» sólo se le «entiende» cuando sabemos  amar a los que sufren y descubrimos por propia experiencia que el amor verdadero a los  crucificados hace sufrir.

Este «Dios crucificado» no permite una fe ingenua y egoísta en cualquier Dios poderoso  puesto al servicio de nuestros propios intereses. Este Dios nos pone mirando hacia el  sufrimiento, el abandono y los gritos de tantas víctimas de la injusticia. A este Dios nos  acercamos, cuando sabemos acercarnos al sufrimiento de cualquier abandonado. Los cristianos seguimos dando muchos rodeos para no encontrarnos con el «Dios  crucificado». La Semana Santa nos ha de recordar que la originalidad del cristiano está en  «permanecer con Dios en la pasión» de los que sufren (D. Bonhoeffer). Sin esto, no hay fe  en el Dios verdadero sino manipulación.

JOSÉ ANTONIO PAGOLA

(mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 2

EL VIERNES SANTO

Con su muerte el Señor instituye el misterio pascual. Hoy celebramos la primera parte de este misterio, en el que proclamamos nuestra fe en Jesucristo crucificado. Lo concluiremos al celebrar su resurrección en la Vigilia pascual. Creemos en el Hijo de Dios que murió en la cruz por nuestros pecados. Ninguna cruz nos puede dejar indiferentes. Ni la de Jesús, ni la de los demás. Tampoco la propia. La cruz cuestiona el sentido último de nuestra propia existencia y pone a prueba nuestra fe en Dios.

La pasión del Señor centra las lecturas y toda la celebración litúrgica del Viernes Santo que incluye el Vía crucis en algún momento de la tarde o de la noche. Es un día especialmente dedicado a la oración ante la cruz de Jesucristo y reflexionar sobre el sentido redentor de su entrega hasta la muerte por la salvación del mundo.

Un día para revisar en profundidad nuestra vida de seguidores suyos. La firmeza de nuestra fe, aunque la realidad frustre nuestros deseos más justificados, la confianza en el proyecto del Reino, más allá de que no terminemos de ver cumplidas las expectativas que acaparan nuestros esfuerzos diarios, la fidelidad de nuestro vínculo de amor a Él, a pesar de que el corazón ande a veces disperso. Un día para tomar conciencia que la vida tiene sentido en la medida que se entrega por amor a los demás, como lo hizo Jesús.

Fr. Rafael Colomé Angelats O.P.

 

 

 

REFLEXIÓN - 3

LA MUERTE DE JESÚS

1. EL CÓMO DE LA MUERTE DE JESÚS

Murió violentamente, ejecutado al empezar la madurez de la vida, casi joven. En la cruz, algo así como nuestro garrote vil, suplicio cruel e infamante. Reservado a esclavos, malhechores y cabecillas rebeldes.

Jesús, que dedicó todas sus energías a predicar el perdón a los enemigos y el amor fraterno, terminó así. Fue a la muerte mansamente, como la oveja al matadero. La muerte, vista de cerca, casi siempre tiene una cara hosca e impresionante. Y mucho más si es violenta. Lo que pasa es que el hombre tiende a olvidar pronto las cosas desagradable. Siguen las muertes violentas. Abogados y policías ametrallados en España. Misioneros asesinados en Rodesia, políticos y militares pasados por las armas en Etiopía. Puedes seguir la cuenta. Jesús murió violentamente, como tantos otros en la historia.

2. EL PORQUÉ DE LA MUERTE DE JESÚS

La iniciativa fue de las autoridades religiosas, que legalmente lo condenan por falso profeta al declararse hijo de Dios y por blasfemo por sus expresiones contra el templo. Jesús se ha opuesto a la ley, la ley de Dios, lo más sagrado, y tiene que morir. Lo matan en nombre de Dios.

Los cristianos, siguiendo a Pablo y a las Escrituras, decimos que Jesús murió por nuestros pecados. ¿Qué quiere decir esto? ¿Quiere decir sólo que fue el pecado o la maldad humana quien dio muerte a Jesús? No, hay algo más, vemos en la muerte de Jesús como un designio de Dios.

3. EL SENTIDO DE LA MUERTE DE JESÚS

Hay que entender la muerte violenta de Jesús como el término y cumbre de su mensaje y de su misión. Ya sabemos que la misión de Jesús es instaurar el nuevo orden del reino de Dios basado en el amor. Este ha sido el mensaje de Jesús, su Evangelio, y por ser consecuente con él ha llegado hasta la muerte. Jesús es el hombre para los otros tanto en su vida como en su muerte. El ser-para-los otros constituye la esencia más profunda de su mensaje, de su vida y de su muerte, y muy especialmente de su muerte, ya que no hay prueba mayor de amor que dar la vida por aquéllos a quienes se ama (Jn. 13, 1). De esta forma la muerte de Jesús, aparentemente un fracaso, es la cumbre de su misión y, vista a la luz de la resurrección, que es como debe verse, es el triunfo del reino de Dios basado en la pobreza y el amor, y personificado en Jesús.

DABAR