LECTIO DIVINA

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Ven, Tú, refrigerio, delicia y alimento de nuestras almas.
Ven y quita todo lo que es mío, e infunde en mí sólo lo que es tuyo.
Ven, Tú que eres el alimento de todo casto pensamiento, círculo de toda clemencia y cúmulo de toda pureza.
Ven y consuma en mí todo lo que es ocasión de que yo no pueda ser consumada por ti.
Ven, oh Espíritu, que siempre estás con el Padre y con el Esposo, y repósate sobre las esposas del Esposo.
(Sta. María Magdalena de Pazzis, O. Carm, en La Probatione II, 193-194

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PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN

 


 



 

 

Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.


 

 

 

 

• Con tu espíritu, ayudado por la lectura orante del relato de Juan, visita los lugares de la Pasión, párate en el Calvario para aprovechar con María y el discípulo amado el acontecimiento de la Pasión.

• ¿Qué es lo que más llama tu atención?

• ¿Qué sentimientos suscita en ti el relato de la Pasión?

• ¿Qué significa para ti el hecho de que Jesús padece activamente su Pasión?

- Jesús dueño de su suerte

Quisiera proponeros el recogernos con el espíritu de María, bajo la cruz de Jesús. Ella, mujer fuerte que ha penetrado todo el significado de este acontecimiento de la pasión y muerte de Señor, nos ayudará a tener una mirada contemplativa sobre el Crucificado (Jn 19,25-27).
Nos encontramos en el capítulo 19 del evangelio de Juan, que comienza con la escena de la flagelación y la coronación de espinas. Pilatos presenta a Jesús a los sumos sacerdotes y a los guardias: “Jesús Nazareno, el rey de los Judíos” que gritan su muerte en la cruz (Jn 19,6).
Comienza así para Jesús el camino de la cruz hacia el Gólgota, donde será crucificado.

En la narración de la pasión según Juan, Jesús se revela dueño de sí mismo, controlando así todo lo que le sucede. El texto juanista abunda en frases que indican esta realidad teológica, de Jesús que ofrece su vida. Los sucesos de la pasión él los sufre activamente no pasivamente. Traemos aquí sólo algunos ejemplos haciendo hincapié sobre algunas frases y palabras.
El lector puede encontrar otras: Entonces Jesús, conociendo todo lo que le iba a suceder se adelanta y les pregunta: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el Nazareno”. Díceles: “¡Yo soy!”. Judas, el que lo entregaba estaba también con ellos. Cuando les dijo: “Yo soy” retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el Nazareno”. Jesús respondió “Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
Así se cumpliría lo que había dicho: De los que me has dado, no he perdido a ninguno” (Jn 18, 4-9).

“Entonces Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura” (Jn 19,5). A Pilatos le dice: “No tendrías ningún poder sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto” (Jn 19,11). También sobre la cruz Jesús toma parte activa en su muerte, no se deja matar como los ladrones a los cuáles les son destrozadas las piernas (Jn 19,31-33); al contrario entrega su espíritu (Jn 19,30).
Son muy importantes los detalles apuntados por el evangelista: “Jesús entonces, viendo a su Madre y allí junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a la Madre: "¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Luego dice al discípulo: “¡He ahí a tu Madre!” (Jn 19, 26-27). Estas sencillas palabras de Jesús llevan el peso de la revelación, palabras con las cuáles, Él nos revela su voluntad: “ he ahí a tu hijo” (v.26); “he ahí a tu Madre” (v. 27). Palabras que nos envían a aquellas pronunciadas por Pilatos en el litóstrotos: “He ahí el hombre” (Jn 19,5).
Aquí Jesús, desde la cruz, su trono, revela su voluntad y su amor por nosotros. Él es el cordero Dios, el pastor que da su vida por las ovejas.
En aquel momento, en la cruz Él hace nacer la Iglesia, representada por María, su hermana, María la de Cleofás y María Magdalena con el discípulo amado (Jn 19,25).

- Discípulos amados y fieles

El cuarto evangelio especifica que estos discípulos “estaban junto a la cruz” (Jn 25- 26). Un detalle éste de profundo significado. Sólo el cuarto evangelio narra que estas cinco personas estaban junto a la cruz. Los otros evangelistas no especifican. Lucas, por ejemplo, narra que todos aquéllos que lo conocieron lo seguían desde lejos (Lc 23,49). También Mateo cuenta que muchas mujeres seguían desde lejos estos sucesos. Estas mujeres, habían seguido a Jesús desde la Galilea y le servían. Pero ahora lo seguían desde lejos (Mt 27,55-56). Marcos, lo mismo que Mateo, no ofrece los nombres de aquéllos que seguían la muerte de Jesús desde lejos (Mc 15,40-41).
Sólo el cuarto evangelio especifica que la Madre de Jesús con las otras mujeres y el discípulo amado “estaban junto a la cruz”. Estaban allí, como siervos ante su Señor. Están valerosamente presentes en el momento en el que Jesús declara que ya “todo está cumplido” (Jn 19,30). La Madre de Jesús está presente en la hora que finalmente “ha llegado”. Aquella hora preanunciada en las bodas de Caná (Jn 2,1ss).

El cuarto evangelio había anotado también en aquel momento que “la Madre de Jesús estaba allí” (Jn 2,1). Por esto, aquél que permanece fiel al Señor en su suerte es el discípulo amado. El evangelista deja en el anonimato este discípulo de modo que cualquiera de nosotros nos podremos reflejar en él que ha conocido los misterios del Señor, apoyando su cabeza sobre el pecho de Jesús durante la última cena.

¡Oh Sabiduría Eterna!. ¡Oh Bondad Infinita! ¡Verdad Infalible!
¡Escrutador de los corazones, Dios Eterno!
Haznos entender, Tú que puedes, sabes y quieres!
Oh Amoroso Cordero, Cristo Crucificado, que haces que se cumpla en nosotros lo que tú dijiste:
“Quien me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).
¡ Oh luz indeficiente, de la que proceden todas las luces!
¡Oh luz, por la que se hizo la luz, sin la cuál todo es tinieblas, con la cuál todo es luz.
¡Ilumina, ilumina e ilumina una y otra vez!
Y haz penetrar la voluntad de todos los cooperadores que has elegido en tal obra de renovación.
¡Jesús, Jesús Amor, transfórmanos y confórmanos según tu Corazón!
¡Sabiduría Increada, Verbo Eterno, dulce Verdad, tranquilo Amor, Jesús, Jesús Amor! (
Santa María Magdalena de Pazzis, O. Carm., en La Renovación de la Iglesia, 90- 91)

Repite con frecuencia, con calma, estas palabras de Jesús, asociado a Jesús en el ofrecimiento de si mismo:

“Padre en tus manos entrego mi Espíritu”

 

TOMADO DE:  Página Oficial Orden de Carmelitas

SITIO WEB:  http://www.ocarm.org