LA
PRESENCIA DEL RESUCITADO
-HEMOS
VISTO AL SEÑOR
La
experiencia de Pascua es todavía muy reciente: hace
ocho días que la hemos inaugurado. Por eso en la homilía
habría que partir, de nuevo, proclamando la gran
Noticia. En medio de un grupo desanimado, aparece el Señor.
El primer domingo. Y luego, a los ocho días, de nuevo
en domingo, esta vez con Tomás, se vuelve a hacer
presente. Este encuentro con el Resucitado cambió a la
primera comunidad: "se llenaron de alegría al ver
al Señor". Fue un momento decisivo: les dio su Espíritu...
les envió, como el Padre le había enviado a El... les
dio el encargo de la reconciliación ("a quienes
perdonéis los pecados"...) La homilía debería
empalmar en seguida con nuestra propia experiencia:
nuestra reunión dominical, para celebrar la Eucaristía.
También nosotros, en medio de una situación que a
algunos les parecerá de desánimo y a otros de
desesperación, experimentamos, desde nuestra fe, la
presencia del Señor.
Presente
en la comunidad misma, en la Palabra que El mismo nos
dirige, en su Eucaristía. Cuando el presidente -también
él signo de Cristo- nos saluda, invoca su presencia:
"el Señor esté con vosotros". Como dice la
introducción al Misal (n. 28), con ese saludo
"manifiesta a la asamblea reunida la presencia del
Señor", y con la respuesta de la asamblea
"queda de manifiesto el misterio de la Iglesia
congregada". Cada domingo es para nosotros una
nueva experiencia de fe que nos reafirma en que Jesús,
el Señor, vive y está con nosotros.
El
evangelio fue escrito para eso: "para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,
creyendo, tengáis vida en su nombre". Estamos aquí
precisamente porque creemos eso, porque también a
nosotros nos sale desde dentro la invocación: "Señor
mío y Dios mío". Aunque no faltan dificultades en
nuestra vida cristiana, porque también nuestro caso es
el de los que "creen sin haber visto".
Una
alabanza a la fe de los presentes. Una revaloración del
domingo como nuestro día de celebración, porque es el
"día del Señor" resucitado.
-UNA
COMUNIDAD "PASCUAL"
Pero
todo esto tiene una traducción también fuera de
nuestra celebración. Nuestra fe en Cristo dura 24 horas
al día y 7 días a la semana.
Por
eso las lecturas de hoy nos han propuesto un cuadro
ideal de la comunidad cristiana, consecuente con la
Pascua que celebra.
a)
Una comunidad de hermanos. Este es el estilo de aquella
primera Iglesia de Jerusalén, tal como nos la ha
pintado Lucas, seguramente con un tinte idealista. Un
grupo de cristianos que lo tienen todo en común, que se
muestran solidarios sobre todo con los más pobres, que
no llaman a nada "suyo".
Tanto
internamente -los cristianos para con los cristianos-
como cara a la sociedad que nos rodea, ¿no es éste el
lenguaje que a la larga más entendemos? Las palabras
nos llenan la boca, pero ya no convencen. Pero el que yo
dé de lo mío, ése sí que es siempre testimonio. Y en
un momento de la historia, en que conocemos la grave
situación del Tercer Mundo (la que pretende ayudar la
campaña de "Justicia y Paz"), y en que también
entre nosotros hay una notable crisis económica y de
trabajo, que a muchas familias deja sin lo mínimo
indispensable ¿cómo puede una comunidad cristiana
celebrar la Pascua sin unos gestos de solidaridad
fraterna y de comunicación de bienes?
b)
Una comunidad de misioneros. El "yo os envío"
del evangelio se corresponde perfectamente con el
ejemplo de la comunidad cristiana de Jerusalén:
"daban testimonio de la resurrección del Señor
con mucho valor".
El
que de veras cree, quiere comunicar su convicción a los
demás. Y hay que reconocer que en el mundo de hoy dar
la cara por los valores cristianos es cosa de valientes.
En el marco familiar, social, profesional... unos
cristianos "pascuales" deberían sentirse
invitados a no avergonzarse de su fe, sino a dar
testimonio de ella en todo momento. Hay quienes pueden
hacerlo en las mil iniciativas de una comunidad
(catequesis, diversos ministerios, educación de los
hijos, medios de comunicación...).
Otros
tienen siempre el lenguaje de sus obras, desde su
fidelidad a la celebración dominical hasta el estilo
ejemplarmente cristiano de su vida moral y social.
c)
Una comunidad de "renacidos" y
"vencedores". El matiz que pone a este cuadro
la lectura de Juan es interesante: "el que cree...
ha nacido de Dios", "el que ha nacido de Dios,
vence al mundo".
Además
de los temas de la "filiación" y del
"amor", que podemos dejar para domingos
sucesivos, hay aquí un paralelo muy dinámico: por una
parte está Cristo Jesús, el auténtico re-nacido a
vida nueva, y vencedor de la muerte. Por otra, nosotros:
que si creemos de veras en la Pascua que celebramos, si
ponemos nuestra opción radical en Cristo,
experimentamos el misterio de un re-nacimiento de Dios
(el Bautismo, renovado cada Pascua). Y ésa es nuestra
mejor victoria contra todo lo anticristiano y
antipascual: la mejor clave para superar los mil males y
esclavitudes que padecemos en esta nuestra historia ¿En
qué aspectos concretos se va a notar, en esta Pascua
apenas iniciada, que algo renace en nosotros? Una alusión,
de nuevo, a nuestro domingo y a su Eucaristía. Como
experiencia comunitaria de todo eso (la presencia del Señor,
la fraternidad, la alegría de la victoria...) y como
motor de todos nuestros empeños durante la semana para
que la vida concreta sea en verdad
"pascual"...
J.
ALDAZABAL (+)