LECTIO DIVINA

 

 

 


JESÚS SE APARECE A LOS APÓSTOLES

 



Shaddai, Dios de la montaña, que haces de nuestra frágil vida la peña de tu morada, conduce nuestra mente a golpear la roca del desierto.

La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la obscuridad de la noche y abra nuestro corazón para atender al eco del Silencio hasta el alba, envolviéndonos en la luz del nuevo amanecer, nos lleve con las cenizas consumadas del fuego de los pastores del Absoluto que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro, el sabor de la santa memoria.
 

Texto
35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.
36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
40 Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41 Como no acababan de creérselo a causa de la alegría y estaban asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»
42 Ellos le ofrecieron un trozo de pescado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
44 Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os dije cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.»
45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras
46 y les dijo: «Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día
47 y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

para conseguir depositar la Palabra en nuestro corazón

 

a) Había sucedido en el camino; lo habían reconocido: ¿Cuántos momentos de gracia en el camino de nuestra existencia?¿Lo reconocemos mientras parte con nosotros el pan del presente en el mesón del hacerse tarde?

b) Jesús en persona aparece en medio de ellos. ¡Palpadme y ved. Soy yo mismo! ¿Tocamos con la mano los dones de la libertad en la persona de Cristo viviente y en la fracción del estar juntos?

c) Sobresaltados y asustados creían ver un espíritu: ¿Qué Dios nos fascina? ¿El Dios de lo imprevisto que está siempre al otro lado de nuestro pequeño mundo o el Dios “espíritu” de nuestro deseo omnipotente?

d) No acababan de creérselo a causa de la alegría: ¿Es el gozo nuestro bastón de viaje?¿Vive en nosotros el sentido de la espera o nos movemos en las sombras de la resignación?

e) Abrió sus inteligencias para comprender las Escrituras: ¿Dónde está la criatura imagen en nuestro investigar? ¿Hemos hecho de la Escritura la nostalgia de una Palabra dejada al andar como brisa del Amor eterno entre los ramos del dolor humano?

 

Reflexión

Jesús en el encuentro personal con los hombres ofreció su benévola presencia y esperó que las semillas de la palabra y de la fe germinasen.

El abandono de los apóstoles, la negación de Pedro, el amor de la pecadora, la cerrazón de los fariseos no lo han escandalizado, ni turbado.

Sabía que no se perdería lo que les había dicho y propuesto… y de hecho después de Pentecostés los mismos hombres se presentan delante del sanedrín sin temor, para afirmar que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Pedro predica abiertamente hasta morir en una cruz como su Maestro, las mujeres son enviadas como testigos de la resurrección a los apóstoles, y un fariseo hijo de fariseo, Pablo de Tarso, se convierte en el apóstol de las gentes.

Si no puedes, hombre, substraerte a vivir cotidianamente la muerte de ti mismo, no debes al menos olvidar que la resurrección se esconde en tus heridas para hacerte vivir de él, desde ahora.

En el hermano que para tí puede ser sepulcro de muerte y de fango, una cruz maldita, encontrarás la vida nueva. Sí; porque Cristo Resucitado asumirá la semblanza de tus hermanos: un hortelano, un caminante, un espíritu, un hombre a la orilla del lago…Cuando sepas acoger “el reto” de Pilato que penetra los siglos y no aceptes el cambio propuesto (Jn 18, 39-40), porque hayas aprendido en la noche del abandono que no se puede cambiar la vida de un bandolero, tú que llevas indignamente su nombre: Bar-Abba, hijo del Padre, por la vida de Jesús, el Hijo unigénito del Dios viviente, el Señor de la vida y de la muerte…entonces gritarás también tú como el apóstol Tomás en el estupor de la fe: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28), mi Dios y mi todo, y no tramontará más en el horizonte de tus días la belleza de la alegría.

Clave de lectura

 

Señor, nosotros te buscamos y deseamos tu rostro:
un día, quitado el velo, podremos contemplarte.

Te buscamos en las Escrituras que nos hablan de tí:
bajo el velo de la sabiduría acogemos la cruz, tu don a las gentes.

Te buscamos en los rostros radiantes de hermanos y hermanas:
te vemos en la impronta de tu pasión en sus cuerpos sufrientes.

No los ojos, sino el corazón tiene la visión de ti:
al resplandor de la esperanza, nosotros esperamos encontrarte para hablar contigo.

 

Señor, danos la tenacidad de caminar hacia las cumbres, a la luz de la única Palabra que salva.
Como hermana de sangre, de aquella Sangre que nos hace a todos hermanos, yo me quedo aquí, junto a la tumba de toda muerte interior para dirigirme como un caminante por los senderos del no sentido y situarme en los senderos de la amistad y del encuentro.

Quiero hoy compartir la maravilla del amor humano, el gozo de las personas maravillosas que viven junto a mi, no en la periferia de su existencia, sino en sus pasajes secretos, allí donde el corazón abraza el Absoluto de Dios.

Gracias a Tí que me das tu rostro resucitado, por tu corazón enamorado de la Vida y besado del Eterno.

Gracias por tu libertad de explorador que se sumerge en los abismos del Esencial.

Dios del desierto que se hace jardín, que yo sea una pequeña llama encendida en la obscuridad de la búsqueda humana, un calor que se esparce allí donde el gélido viento del mal destruye y aparta del horizonte de la Verdad y de la Belleza, para narrar al mundo la estupenda aventura del amor humano resucitado, aquel amor que sabe morir para encarnar la sonrisa de Dios.

Amén

 

TOMADO DE:  Página Oficial Orden de Carmelitas

SITIO WEB:  http://www.ocarm.org