
EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo V
EL
LUGAR DE LA FIESTA
Vosotros sois el templo de Dios
1. ¿DÓNDE CELEBRAMOS LA
EUCARISTÍA?
Pero los cristianos, siempre que nos han
dejado, hemos construido edificios dedicados exclusivamente
al culto divino: son las «iglesias» o «templos», que cuajan
toda nuestra geografía, desde la pequeña aldea a la gran
ciudad, y que son el lugar normal de nuestras celebraciones.
El templo cristiano es siempre un edificio
original que está marcado por tres características, que
imponen su estructura y sin las cuales no es posible
entenderlo:
1.ª Es casa
de la Iglesia, lugar donde se reúne el nuevo pueblo de Dios
y que intenta materializar visiblemente sus peculiaridades,
convirtiéndose en símbolo de su dignidad y de su estructura
interna. Por eso le llamamos con el mismo nombre, «ecclesia-iglesia»,
que es la denominación principal de la comunidad cristiana.
2.ª Es estación
de paso, «statio», frontera entre dos mundos, casa
provisional de un pueblo peregrino hacia su verdadera
patria, de un Cuerpo que tiene su Cabeza y muchos miembros
en el cielo, mientras que otros están todavía en la tierra.
Por eso se le ha llamado muchas veces «parroquia» («par-oikía»),
domicilio provisional.
3.ª Es comedor
familiar, lugar del banquete, de la «cena del Señor», donde
Jesús nos invita a la doble mesa de su palabra y de su pan.
Manteniendo siempre estas características,
los templos cristianos se han diversificado según las
necesidades de cada lugar y de cada tiempo. Todas las
culturas, todos los movimientos artísticos, todos los
pueblos han podido dejar su impronta en el edificio
eclesial. Todas las espiritualidades, las diferentes maneras
de entender la liturgia, los distintos movimientos han
influido en su estructura y en sus elementos. De hecho, los
cristianos actuales estamos usando templos construidos a lo
largo de quince siglos. En España, en concreto, tenemos
templos visigodos (ss. V-VII), románicos (ss. IX-XII),
góticos (ss. XIII-XV), renacentistas (ss. XV-XVI), barrocos
(s. XVII), neoclásicos (ss. XVIII-XIX), modernistas (ss. XIX-XX)...
Cada uno de estos estilos tiene su propia concepción del
templo cristiano. Pero todos hemos conocido la gran reforma
litúrgica del Vaticano II, que, al renovar el sentido y la
estructura de la celebración cristiana, acercándola más a
sus mismas fuentes bíblicas y patrísticas, ha revolucionado
tanto la concepción como la estructura de nuestros templos.