INTRODUCCIÓN 
 

 

 

 

 

 

 

EL BANQUETE DEL SEÑOR
Miguel Payá - Página franciscanos

Capítulo V
EL LUGAR DE LA FIESTA
Vosotros sois el templo de Dios

2. HISTORIA DEL TEMPLO CRISTIANO

«La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, dejándose guiar por el misterio cristiano, han encontrado en la Eucaristía, directa o indirectamente, un motivo de gran inspiración. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la arquitectura, que de las primeras sedes eucarísticas en las "domus" o casas de las familias cristianas, ha dado paso, en cuanto el contexto histórico lo ha permitido, a las solemnes basílicas de los primeros siglos, a las imponentes catedrales de la Edad Media, hasta las iglesias, pequeñas o grandes, que han constelado poco a poco las tierras donde ha llegado el cristianismo» (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristía, 49).

a) La casa

Aunque los primeros cristianos de Jerusalén continuaron frecuentando el templo judío (cf. Hch 3,1), como lo había hecho el mismo Jesús, cuando este templo fue destruido el año 70, el cristianismo se configuró como una religión sin templos. Los cristianos estaban convencidos de que el único templo, la única morada de Dios en el mundo, era el propio Jesús, como él había dicho: «El templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo» (Jn 2,21). Y, como los discípulos son miembros de ese Cuerpo, pensaron que el nuevo culto «en espíritu y verdad» se había de ofrecer, por una parte, en el corazón de cada uno de los miembros, ya que, como dice Pablo, «Vosotros (cada uno) sois el templo de Dios» (1 Cor 3,17); pero, por otra, en la asamblea de los bautizados, en la que todos, como piedras vivas, forman una casa espiritual (cf. 1 Pe 2,5), la habitación de Dios (cf. Ef 2,22).

Por eso es comprensible que los cristianos de los dos primeros siglos no pensaran en construirse lugares específicos para el culto. La vivienda de un hermano u otro, que tuviese una sala un poco más amplia, bastaba para acoger a la pequeña asamblea, cuando celebraban la fracción del pan después de haber leído los escritos de los apóstoles: «Saludad a Prisca y Aquila... y a la iglesia que se reúne en su casa...; saludos para los cristianos de la casa de Narciso» (Rm 16,3-11).