LA
TENTACIÓN Y EL PECADO EXISTEN
Existe el mal y el pecado
en nuestra vida.- El mensaje principal de hoy, preparado
ya por la primera lectura y por el salmo responsorial,
es el de la existencia del pecado, de la oposición a
Cristo, tanto en su tiempo como en el nuestro, y la
urgencia de una actitud de lucha contra el mal con la
confianza de que El, que es el más fuerte, ya ha
vencido. Nada más salir de la celebración de la Pascua,
nos encontramos con que San Marcos nos describe el drama
de la lucha y de la oposición a Jesús. Unos no le
comprenden (sus familiares). Otros le siguen por motivos
superficiales (los milagros). Otros se le oponen
abiertamente y le acusan nada menos que de estar en
connivencia con el demonio.
Es bueno reconocer el mal
que hay, tanto en la historia de la sociedad y de la
iglesia como en la particular de cada uno de nosotros.
Existe la tentación y el pecado. Ya desde el principio:
en el Génesis hemos escuchado la descripción de la
primera caída, todo un símbolo de lo que luego ha sido y
sigue siendo la historia de la humanidad. Recordar que
existe el pecado (y las "estructuras de pecado" que
hemos creado, y de las que habla varias veces Juan Pablo
II en la última encíclica "Sollicitudo Rei Socialis")
nos hace humildes y desmitifica el orgullo que podemos
sentir por los progresos de nuestra generación.
Es una experiencia que
tenemos todos: niños y mayores, religiosos y laicos. El
mal existe en nuestra vida, y todos caemos en él.
Aunque tendamos a echar la
culpa a los demás, o a las estructuras o al ambiente.
Somos débiles, y ante el programa que Jesús nos ofrece,
preferimos otros que las "serpientes" de turno nos van
ofreciendo con sutiles argumentos.
Sigue existiendo, en la
sociedad o tal vez también en nosotros mismos, ese
"pecado contra el Espíritu" que es el de no querer ver
la luz y la interpelación de Cristo Jesús, sino
ignorarlo, y hasta intentar desprestigiar todo aquello
que se nos presente como signo inequívoco de su
presencia. Como los letrados que venían de Jerusalén,
sabios ellos y muy seguros en sus esquemas mentales,
trataron de desacreditar a Jesús. Bastaba interpretar su
actuación como la de un loco (así lo hicieron sus más
allegados) o hacer correr que era un fanático o que
estaba endemoniado (¿se puede estar endemoniado y a la
vez ser exorcista, expulsador de demonios?). Una
tendencia parecida la podemos sentir todos: ante una
exigencia radical del evangelio nos defendemos con
interpretaciones exegéticas; o ante el testimonio
valiente de alguien (sea el Papa, o los obispos, o un
sencillo laico con sus palabras y sus obras nos muestran
los caminos de Dios en nuestra historia) somos capaces,
más o menos conscientemente, de quitar prestigio o
buscar los modos de hacer callar la voz profética que
nos molesta.
La lucha, del lado del más
fuerte.- La presencia del mal y del pecado en nosotros y
en torno a nosotros.
Y la invitación a la lucha
contra él. En esta lucha a veces vence el mal (el Malo).
Como en el Génesis. Pero ya entonces sonó la promesa de
la "enemistad' con otro más fuerte. El Más fuerte
aparece en el evangelio. Si los demonios son expulsados
es porque ha llegado el Más Fuerte. El que ha vencido
las tentaciones propias en el desierto. El que libera a
los posesos. El que entregará su vida para salvar del
pecado y del mal a la humanidad.
A nosotros, los seguidores
de Jesús, se nos invita, ante todo, a la actitud de
Lucas. Ante el mal no podemos quedar apáticos,
indiferentes, o desanimados. Somos invitados a resistir,
a trabajar porque el mal no triunfe en este mundo ni en
nosotros mismos. Lucha, fatiga, camino contra corriente.
Vale la pena que recordemos que en la Noche Pascual (el
bautismo) hicimos una doble opción: la renuncia al
pecado y el mal, y la profesión de fe en Dios y en
Cristo. La especificación de los aspectos en que nos
acecha a cada uno el mal, y de los medios de la lucha
contra él, dependerá del ambiente concreto de la
celebración.
Pero esta lucha la
llevamos a cabo con confianza y esperanza, porque
estamos del lado del Más Fuerte, formando su nueva
familia. La Pascua que acabamos de celebrar nos ha
querido hacer partícipes de la victoria de Cristo contra
todo mal. (Esto es también lo que da esperanza a Pablo,
en medio de sus muchas dificultades).
Referencia eucarística y
mariana. - Esta tensión que impregna nuestra existencia,
entre el bien y el mal, está también presente en nuestra
oración eucarística: el acto penitencial, la oración del
padrenuestro, "no nos dejes caer en la tentación...
líbranos del mal", la invitación a comulgar, porque
Cristo es "el que quita el pecado del mundo"...
Sin convertir la homilía
(ni hoy ni ningún otro domingo) en mariana, vale la pena
aprovechar las ocasiones que las mismas lecturas ofrecen
para recordar tanto el Año Mariano como el papel que la
Virgen juega en la Iglesia. Y hoy, ciertamente, las hay:
la mujer del Génesis, la Madre de Jesús que se le acerca
(¿discípulo también ella? ¿madre preocupada por el
trabajo y la salud de su Hijo?). Ella supo cumplir la
voluntad de Dios ("hágase en mí según tu Palabra") y ser
dócil al Espíritu. Ella supo de dificultades y de fe
costosa, pero creyó en Dios. Además de Madre biológica
de Jesús, es también miembro entrañable y modélico de la
nueva familia de los creyentes en El: la Iglesia.
J. ALDAZABAL(+)