
EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo V
EL
LUGAR DE LA FIESTA
Vosotros sois el templo de Dios
3. EL TEMPLO CRISTIANO
SEGÚN EL CONCILIO VATICANO II
a) Principios generales
sobre las iglesias
1.º Libertad
de estilos artísticos: «La Iglesia no consideró como propio
ningún estilo artístico, sino que aceptó los estilos de cada
época... También el arte de nuestro tiempo y de todos los
pueblos y regiones deben ejercerse libremente en la Iglesia»
(Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 123).
2.º Aptitud
para una liturgia comunitaria: «Que sean idóneos para seguir
las acciones litúrgicas y lograr la participación activa de
los fieles» (Vaticano II, Sacrosanctum Concilium,
124).
3.º Capacidad
simbólica: «Los edificios sagrados que pertenecen al culto
divino sean, en verdad, dignos y bellos, signos y símbolos
de las realidades celestiales» (Ordenación General del
Misal Romano, 253; cf. Vaticano II, Sacrosanctum
Concilium, 122-124).
4.º Sencillez
y autenticidad: «La ornamentación de la iglesia ha de tener
una noble sencillez más que una pomposa ostentación. Y en la
elección de los materiales ornamentales, procúrese la
autenticidad para que contribuyan a la formación de los
fieles y a la dignidad de todo el lugar sagrado» (Ordenación
General del Misal Romano, 279; cf. Vaticano II, Sacrosanctum
Concilium, 124).
5.º Comodidad: «Que
se prevean, además, todas las circunstancias que ayudan a la
comodidad de los fieles, lo mismo que se tienen en cuenta en
los sitios normales de reunión» (Ordenación General del
Misal Romano, 280).
6.º Casa
abierta y acogedora: «La Iglesia visible simboliza la casa
paterna hacia la cual el pueblo de Dios está en marcha y
donde el Padre "enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap
21,4). Por eso también la Iglesia es la casa de todos los
hijos de Dios, ampliamente abierta y acogedora» (Catecismo
de la Iglesia Católica, 1186).
7.º Reforma
de los edificios existentes: «Corríjase o suprímase todo lo
que parezca menos conforme con la liturgia reformada;
consérvese o introdúzcase lo que la favorezca» (Vaticano II, Sacrosanctum
Concilium, 128).