NECESITADOS
1.- Hemos comenzado el
verano (por lo menos en España) y puede que, metidos de
lleno en el ajetreo estival, no caigamos en la cuenta,
de que no todo es descanso ni paz en el mundo. Que,
desgraciadamente, la envidia acampa a sus anchas (como
lo hemos escuchado en la primera lectura) produciendo
división, distanciamiento de los hombres con los hombres
y, de éstos, con el mismo Dios.
Siempre me acuerdo de
un pensamiento cristiano "lo que viene de Dios está
llamado a no perderse". Nuestra existencia por ser
querida por Dios no puede caer irremediablemente en el
olvido. En todo caso, si lo hace, será para indiferencia
de los hombres pero nunca para un Dios que, al final,
nos reconocerá como aquellos que le supieron amar,
escuchar e intentar vivir según sus preceptos.
Los domingos venimos a
la Eucaristía por muchas razones. Y, ojala, entre todas
ellas la que prevalezca sea la de "necesidad de".
.Necesidad de
alimentarnos de una fuerza inmortal. De saber que, por
ser semilla divina, estamos llamados a una vida en el
más allá. Y que, por lo tanto, ello nos infunde un
optimismo sano y sensato.
.Necesidad de compartir
alegrías, penas y riqueza (si es que la tenemos) con
aquellos que, siendo tan hijos de Dios como nosotros,
necesitan de nuestro estímulo o generosidad. ¡Obras son
amores!
Necesidad de tocar el
manto del Señor. La Eucaristía es el manto de un Jesús
que anda por medio de nosotros. Un manto que, cuando es
tocado desde la fe, produce la cerrazón automática de
tantas hemorragias internas y externas que sacuden al
súper-hombre de hoy: ansiedad, tristeza, inconformismo,
apariencia, tibieza, debilidad, inseguridad, miedo al
futuro, etc.
3.- En Jesús todo es
vida. Y, precisamente por eso, ante el secarral en el
que se ha convertido parte de nuestra sociedad (en
valores y fundamento ético o moral) necesitamos acudir a
la fuente de la vida para tomar un buen refresco que nos
anime a seguir adelante y a no debilitarnos por tantas
sangrías que el día a día producen en nuestro
pensamiento, en nuestro corazón o en nuestros ideales.
Hoy, cuando algunos
hermanos nuestros, dicen creer en el Jesús humano pero
no en la promesa de una vida eterna (venida por la
Resurrección de Cristo), nosotros nos presentamos ante
el Señor con el firme convencimiento de que ninguno
quedaremos para siempre en el espacio de la muerte. Que,
vivir según Jesús, es sentir una continua transfusión de
vida y una visión confiada en nuestro futuro definitivo.
Toquemos la Eucaristía
(es el manto del Señor) y pongámonos de pie con respeto,
veneración y fe cuando, el Evangelio por boca del
sacerdote nos dice: ¡CONTIGO HABLO… LEVANTATE!
Que este tiempo de
verano lejos de orientar exclusivamente nuestros
cuerpos, en interminables horas de postración hacia el
sol, sea una oportunidad para la contemplación y el
disfrutar de tantos paisajes y rincones que nos hablan
de un Dios de vida y de descanso.
(Javier Leoz)