PRESENTACIÓN
"Doblo
mis rodillas ante el Padre... para que os conceda... que
seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu, que Cristo
habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados
y cimentados en el amor,... os vayáis llenando hasta la
total plenitud de Dios" (Ef 3, 14-19)
Y
desde esa súplica, una exhortación, una llamada a la
unidad, como vocación al seguimiento de Jesucristo humilde,
amable, comprensivo..., en definitiva, una vocación a vivir
en el amor.
La
unidad y el amor supera las diferencias entre los miembros
del Cuerpo de Cristo, ya que está animado por el Espíritu
Santo, que lo va impulsando y guiando hacia la meta a la que
ha sido llamado.
Nos
une lo fundamental: un Señor, Jesucristo, y nuestra fe en
él, sellada en el Bautismo.; y nos une el Padre, origen,
meta y sentido de todo, aquel en quien "vivimos, nos
movemos y existimos" (Hch 17, 28)
Así,
pues, para San Pablo, la fuente de la unidad está en la
Trinidad: el Espíritu, que anima el Cuerpo de Cristo y la
esperanza que hace nacer (v. 4); el Señor resucitado y la
fe en él, sellada en el Bautismo (v. 5); finalmente, el
Padre que está sobre todos, dentro de todos y en todos (v.
6).
El
es la meta hacia la que caminamos, guiados por la fe en
Cristo e impulsados por la fuerza del Espíritu Santo.

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LECTURA DE LA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 4,
1-6
Un
solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo
Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego
que andéis como pide la vocación a la que
habéis sido convocados. Sed siempre
humildes y amables, sed comprensivos,
sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos
en mantener la unidad del Espíritu con el
vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo
Espíritu, como una sola es la esperanza de
la vocación a la que habéis sido
convocados. Un Señor, una fe, un bautismo.
Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende
todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
Palabra
de Dios
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