"DOSCIENTOS JORNALES"
Pasó Jesús a la otra
orilla del lago de Galilea. Y mucha gente lo seguía,
porque habían presenciado las maravillas que hacía en
favor de los enfermos. Pero Jesús se retiró a la parte
montañosa y se sentó allá con sus discípulos. Estaba
cerca la fiesta judía de la Pascua. Alzando la vista y
viendo el gentío que había venido, le dijo a Felipe:
"¿Con qué vamos a comprar pan para que esta gente coma?"
Esto lo dijo para ver qué respondía, pues bien sabía
Jesús lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Aunque
gastáramos doscientos jornales, no alcanzaría para darle
un mendrugo de pan a cada uno".
Uno de los discípulos de
Jesús, Andrés, el hermano de Simón, le dijo:"Aquí hay un
muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados.
¿Pero qué es esto para tanta gente?". Jesús les dijo:
"Hagan que la gente se siente en el suelo". En ese sitio
había mucha hierba. La gente se sentó en el suelo.
Solamente los hombres eran como cinco mil. Jesús tomó
los panes, dio gracias a Dios y les repartió pan y
pescado cuanto quisieron. Y cuando quedaron satisfechos,
les dijo a sus discípulos: "recojan las sobras; que no
se desperdicie nada". Ellos las recogieron y llenaron
doce canastos con las sobras que quedaron de los cinco
panes de cebada. Y los que fueron testigos del milagro
decían: "¡Este sí es el profeta que debía venir al
mundo!" Pero Jesús, dándose cuenta de que iban a
llevárselo a la fuerza para hacerlo rey, se retiró otra
vez, Él solo, a la parte montañosa.
(Juan 6, 1-15).
Todos los Evangelios narran el milagro de la
multiplicación de los panes: dos veces el de Mateo, el
de Marcos y el de Lucas, y una vez el de Juan. Tratemos
de aplicar este relato evangélico a nuestra vida,
teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas
de hoy [2 Reyes 4, 42-44; Salmo 145 (144); Efesios 4,
1-6.]
1.-"¿Con qué vamos a comprar pan para que esta gente
coma?"
Esta pregunta de Jesús hecha al apóstol Felipe, "para
ver qué respondía", podemos considerarla hoy como hecha
a cada uno de nosotros. Actualmente se calcula que cerca
de 900 millones de personas en el mundo padecen hambre
crónica, la gran mayoría en los países subdesarrollados
y en vías de desarrollo. Si los habitantes del planeta
somos unos 6.000 millones, esto quiere decir que
aproximadamente 15 de cada 100 seres humanos se
encuentran en esta grave situación. Unas 24.000 personas
mueren cada día de hambre o por causas relacionadas con
el hambre, siendo el 75% niños y niñas menores de 5
años. Y aunque se han venido haciendo esfuerzos por
reducir la magnitud de este problema, aún falta mucho
por lograr. Un dato importante es que ha crecido la
proporción de las emergencias alimentarias derivadas de
los conflictos armados.
Ante esta situación, el mensaje del Evangelio es un
llamado a compartir. Mientras pocos que tienen mucho
sigan despilfarrando en forma egoísta lo que tienen,
mientras el mal uso que se hace de los recursos
naturales siga haciendo que éstos sean cada vez más
escasos -como el agua, por ejemplo-, mientras no tomemos
todos conciencia de que cada cual es responsable de la
suerte de todos según esté dispuesto o no a compartir
constructivamente la mesa de la creación con los demás,
la pregunta de Jesús seguirá siendo un llamado a la
reflexión de todos para ver qué y cómo respondemos.
2.-Tomó los panes, dio gracias a Dios y les repartió
pan y pescado cuanto quisieron
El milagro de la multiplicación de los panes y peces
expresa el cumplimiento de las promesas anunciadas por
Dios a través de sus profetas: la abundancia de un
alimento renovador que Él mismo haría posible para todos
los que acogieran su mensaje y lo invocaran
sinceramente. Tal es el sentido de la 1ª lectura y del
salmo de este domingo.
La multiplicación de los panes y peces es una
prefiguración del sacramento de la Eucaristía, signo
visible de la presencia de Jesús que nos alimenta con el
pan de su propia vida entregada y resucitada. Él mismo
iba a ser representado desde los comienzos de la
historia de su Iglesia, no sólo con la imagen del pan,
sino también con la del pez, "ictus" en griego, cuyas
letras son las iniciales del nombre y de varios títulos
de Jesús: Iesous, Christos, Theos, Uios, Soter (Jesús,
Cristo, Dios, Hijo, Salvador).
La enseñanza de este milagro es que donde existe
voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para
todos y hasta sobra; en cambio, donde no existe esa
voluntad, aunque haya mucho, unos pocos lo acaparan todo
y las mayorías padecen hambre. El sacramento de la
Eucaristía, llevado a la práctica, expresa la voluntad
sincera de compartir entre todos la creación,
significada en las ofrendas de pan y vino, para que al
hacerlo se realice entre nosotros la presencia de Dios,
que es Amor, que se nos revela en Jesucristo y nos
alimenta con su propia vida.
3. Dándose cuenta de que iban a llevárselo a la
fuerza para hacerlo rey, se retiró…
Jesús había iniciado su predicación proclamando la
cercanía del "reino de Dios". Sus milagros mostraban la
verdad de esta proclamación: como dice el Evangelio,
"mucha gente lo seguía, porque habían presenciado las
maravillas que hacía…". Al presenciar ahora la
multiplicación de los panes y peces, en medio de la
situación de pobreza que padecían, quieren hacerlo rey.
Pero Jesús se opone a la tentación de ambicionar poderes
terrenales. Él no sólo es "el profeta que debía venir al
mundo"; es el Mesías, el ungido por Dios como
descendiente del rey David para reinar no sólo sobre
Israel sino sobre toda la humanidad, tal como lo
anunciaron los profetas del Antiguo Testamento. "Sí, soy
Rey", le diría a Poncio Pilato pocos momentos antes de
que la multitud agolpada junto al despacho del
gobernador romano, azuzada por sus máximos jefes
religiosos, gritara exigiendo su crucifixión. Pero, como
Él mismo le explicó a Pilato, también hoy nos dice a
todos: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18 36-37).
La preocupación efectiva de Jesús por contribuir a la
solución de los problemas humanos, no sólo los
espirituales sino también los materiales, es un llamado
a todos nosotros para que nos identifiquemos con Él y
procuremos contribuir, cada cual según sus
posibilidades, a resolver la situación de hambre y de
miseria de tantas personas que la padecen. Y asimismo, a
que reconozcamos el verdadero sentido de su misión y por
lo mismo el de la misión de la Iglesia que Él fundó no
para ambicionar los poderes terrenales, sino comportarse
"en todo con humildad y mansedumbre", como dice el
apóstol Pablo en la 2ª lectura de hoy; una Iglesia
puesta al servicio de todos los seres humanos,
especialmente de los más oprimidos, marginados y
necesitados; una Iglesia no dominadora sino servidora, a
imagen y semejanza del mismo Jesús que, inmediatamente
antes de instituir la Eucaristía, comenzó la última cena
con un gesto humilde de servicio y no con actitudes
arrogantes de poder (Juan 13, 1-15).
Por: Gabriel
Jaime Pérez, S.J.