PAN
DE VIDA
Jesús acaba de realizar
el milagro de la multiplicación de los panes y comienza
un largo discurso sobre el pan de vida. A partir del
hambre vulgar de la gente que acude a escuchar a Jesús,
y a partir del pan que ha multiplicado, vamos a
progresar hacia otra hambre y otro pan. Jesús pregunta:
"¿Para qué alimento trabajáis?". Dejémonos interrogar
profundamente; nuestras hambres revelan lo que somos.
Queremos comer, desde luego, pero queremos mucho más:
conocer, contemplar cosas hermosas, amar, tener un
trabajo interesante. Esas son nuestras hambres y los
alimentos por los que trabajamos.
Jesús se esfuerza en
orientar a su auditorio hacia las hambres profundas,
hacia el hambre de vivir intensamente y de vivir
eternamente: "No os preocupéis únicamente de las hambres
pasajeras, sentid en lo más íntimo de vuestro ser el
hambre de una vida que no pasa". Le cuesta trabajo
sacarles de sus ilusiones en una provisiones fáciles y
maravillosas. Se niega al match que le proponen: "Nos
has dado pan. Moisés nos dio maná. Sois iguales, ¡haz tú
un signo mayor!". ¿Quién sabe si nosotros, en secreto,
no estaremos esperando signos mayores? Demuestra, Señor,
que existes, que eres omnipotente, que la oración es
escuchada, que los sacramentos producen su efecto.
¡Demuéstralo! ¡Haz signos! Quizás sea ésa nuestra
hambre. Hambre de ventajas de la religión, hambre de lo
maravilloso. Escuchemos entonces con gusto a Jesús.
- El signo es el pan
que os he dado, lo mismo que era también signo el maná.
Signos de un alimento superior para un hambre mayor; hay
un pan de vida que da la vida más intensa que podríais
desear, la vida en este mundo y la vida eterna.
- ¡Danos de ese pan!
- Soy yo.
El pan es el símbolo de
la vida. Jesús nuestro pan es Jesús nuestra vida. Dios
quiere que tengamos un hambre terrible de lo que él soñó
para nosotros y para ese hambre nos da a Jesús. Este es
el proyecto de Dios en el que hemos de entrar. Pero
¿cómo? Entramos en el proyecto de Dios cuando creemos en
aquel que él ha enviado, cuando tenemos no ya unas
pequeñas hambres, sino un inmenso deseo, y cuando
creemos que Jesús es el pan de este hambre.
ANDRE SEVE