INTRODUCCIÓN 
 

 

 

 

 

EL BANQUETE DEL SEÑOR
Miguel Payá - Página franciscanos

Capítulo VI
LA CELEBRACIÓN
Haced esto en memoria mía

2. POSTURAS Y GESTOS LITÚRGICOS

a) El cuerpo del hombre en la celebración

El hombre está compuesto de espíritu y cuerpo, íntimamente unidos como dos elementos de un solo y mismo ser. Por eso, no hay sentimiento auténtico que no se traduzca espontáneamente por medio de la actitud corporal o el gesto; y, a su vez, la actitud y el gesto producen un compromiso tal de todo el hombre, que expresan, intensifican o incluso provocan la actitud interior.

Y esto afecta también a nuestra relación con Dios y a nuestro culto. Porque nos relacionamos con Dios desde lo que somos. Un culto puramente espiritual sería inhumano y, además, imposible. Además, para nosotros los cristianos, el cuerpo está destinado a la resurrección, se ha convertido en templo del Espíritu Santo por el bautismo y se alimenta de la Eucaristía. Es decir, Dios se amolda a nuestra manera de ser y actúa también en nosotros encarnando su acción en signos visibles. Jesús utilizó gestos para obrar milagros que hubiera podido realizar con una sola palabra. Y todos los sacramentos se realizan sobre el cuerpo para santificar el alma. Por eso, en la Eucaristía, Dios se nos ofrece a través de signos visibles, el pan y el vino, y nuestro cuerpo participa en ella a través de una serie de posturas, gestos y acciones corporales que traducen nuestras actitudes y sentimientos internos.

Pero el cuerpo, además de servir para expresarnos, y precisamente por ello, es también el instrumento de nuestra comunicación con los otros. La Eucaristía es esencialmente comunitaria, es decir, necesita la unanimidad de los corazones. Pero esta unanimidad espiritual no la podemos conseguir sin gestos comunes, comprensibles por todos, es decir, sin la comunicación a través del cuerpo.