
EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo VI
LA CELEBRACIÓN
Haced esto en memoria mía
2. POSTURAS Y GESTOS
LITÚRGICOS
b) Posturas litúrgicas
3. Postrados: en
nuestra liturgia actual es más bien una postura excepcional.
Pero tiene un significado profundo con una doble vertiente:
como es un signo de total entrega personal a Dios, sirve
para destacar la importancia que se le quiere conceder a la
oración, es decir, indica una súplica solemne. Por eso
aparece en la Biblia en momentos culminantes: cuando Abrahán
acepta la alianza con Dios (cf. Gén 17,3); cuando Moisés
intercede por el pueblo (cf. Dt 9,18); en la renovación de
la alianza después del destierro (cf. Neh 8,6); en la
dedicación del templo después de la profanación (cf. 2 Mac
10,4). Y, sobre todo, según el testimonio de los Evangelios,
es la actitud que adoptó Jesús en Getsemaní para aceptar la
voluntad del Padre (cf. Mt 26,39; Mc 14,35; Lc 22,41).
Actualmente, en las órdenes sagradas (de obispo, de
presbítero y de diácono), los candidatos se postran mientras
se cantan las letanías de los santos. Y lo mismo hace el
sacerdote al principio de la Liturgia del Viernes Santo. Sin
embargo, esta actitud es utilizada con más frecuencia en las
costumbres orantes de algunas congregaciones monásticas y
religiosas, e incluso en la oración privada de muchos
cristianos.
4. Sentados: es,
en primer lugar, la postura de quien enseña. En la
introducción del Sermón del Monte nos dice el evangelista:
«Al ver a la gente, Jesús subió al monte, se sentó y...
comenzó a enseñarles con estas palabras» (Mt 5,1-2); nos
quiere presentar a Jesús como el Maestro supremo. El obispo
preside y habla desde su sede (cátedra) como
maestro auténtico de la comunidad cristiana.
Pero, a la vez, estar sentado es
la postura de quien escucha, como María de Betania que,
sentada a los pies del Señor, escucha su palabra (cf. Lc
10,39). Por eso los fieles se sientan para escuchar todas
las lecturas (excepto el evangelio), los cantos de
meditación, la predicación. Y también pueden hacerlo durante
el silencio meditativo después de la comunión.