
Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en
nuestro interior;
creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.
Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al
Espíritu,
y que sepamos escuchar sus insinuaciones.
Que venga sobre nosotros tu Espíritu
que nos ayude a conocer más a tu Hijo
a través de la Palabra que ahora escucharemos.
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Texto
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le
acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le
preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?».
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay
nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás
falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu
madre».
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde
mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa
te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y
sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó
triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los
que tienen riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas
palabras.
Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡Qué difícil es entrar en
el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por
el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de
Dios».
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién
puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible
para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo
hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que
haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o
padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que
no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y
hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con
persecuciones- y en la edad futura, vida eterna».
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para conseguir depositar
la Palabra en nuestro corazón
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Algunas
preguntas para recoger del texto los núcleos importantes
y comenzar a asimilarlos.
¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu
interior. A las mociones (movimientos) y emociones que
sientes.
¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu
persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
"Jesús nos llama y nos invita a una vocación de
libertad, de liberación de todo tener .., aligerar el
peso .., "
"Jesús nos responde con un proyecto de vida: «no
sumes, resta»"
– "Señor, tú eres la vida"
– "Tu Palabra me da vida"
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El encuentro con un hombre piadoso y de buena voluntad,
pero en cuyo interior las riquezas habían sofocado ya la
actitud humilde y receptiva del niño, sirve a Jesús para
concluir su extensa catequesis tras su segundo anuncio
de la pasión.
En ella reitera la enseñanza precedente y advierte
del peligro de las riquezas, señalando a la vez la
recompensa del desprendimiento.
A la pregunta del joven rico, dispuesto siempre a
acumular, incluso tratándose de méritos y prácticas
religiosas, Jesús le hace ver que la vida eterna no se
asegura añadiendo, sino más bien restando, vendiendo,
dando, hasta quedar totalmente despojado, aligerado y
libre para el seguimiento.
Siendo esto así, nadie encontrará tantas
dificultades como los ricos para entrar en el reino de
Dios, porque nadie sentirá tan fuertemente como ellos la
tentación de apegarse a las riquezas.
La imagen hiperbólica a la que recurre Jesús, no
susceptible de interpretaciones edulcoradas, subraya
perfectamente esa dificultad que los ricos encontrarán.
Pero, en realidad, para nadie será fácil la entrada.
Más aún. Nadie podrá conseguirla por sí mismo, porque la
salvación no es una conquista humana, sino un milagro de
la gracia divina.
El hombre no se salva. El hombre es salvado. Su
salvación será el don que, anticipado ya de algún modo
en este mundo, otorgará Dios en el futuro -como
recompensa gratuita- a aquellos que decidan desprenderse
de todo por responder a la llamada de Jesús.
Esto es lo que acentúa el final del relato. Tras un
momento de angustia encontramos, pues, unas palabras
alentadoras, pero no tranquilizadoras. La alusión
realista a las persecuciones impide ver la recompensa
como algo que garantice aquí al discípulo una vida
sosegada y libre de preocupaciones.
El tiempo presente, aunque marcado ya con el
sello de la plenitud futura, es todavía el tiempo de la
prueba. El evangelista recoge y transmite estas palabras
para estimular y animar a cualquier comunidad que viva
en medio de tribulaciones y peligros a causa de su fe.
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¿Qué le dices a Dios gracias a este texto?
¿Qué te mueve a decirle?
¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón,
ayuda, entusiasmo, compromiso?
Habla con Dios…
Señor,
dame luz y fuerza para escuchar y acoger tu
respuesta.
Señor, ilumina mis vanas pretensiones de acompañarte
sin desprenderme de mi equipaje…
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Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta
Palabra.
Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo,
Jesús,
y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.
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TOMADO DE:
Salesianos |
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