EL
"CREDO" DEL ANTIGUO TESTAMENTO
No estará de más, hoy,
prestar un poco de atención a las palabras de la primera
lectura.
Recoge la especie de
profesión de fe que todo israelita recitaba diariamente,
que todo buen israelita aprendía de memoria de pequeño y
no dejaba de decir ningún día de su vida.
Son una palabra bien
formuladas, vigorosas, que a buen seguro formaban parte
de la intimidad más profunda de todo creyente de la
antigua alianza. A Jesús, que era un buen israelita y
que por tanto se las sabía de memoria y las recitaba
diariamente, le saldrá con toda facilidad utilizarlas
como respuesta al doctor de la Ley y acoplarles la
"ampliación" del segundo mandamiento.
Este hecho, nos podría
llevar hoy a valorar también las fórmulas de fe que
nosotros sabemos de memoria, y a valorar el hecho de
recitarlas cada día, para que formen parte inseparable
de nuestra alma. El padrenuestro es la fundamental de
estas fórmulas, para el cristiano. Ningún día tendríamos
que dejar de recitarlo, en algún momento u otro. Y de
vez en cuando, tendríamos que detenernos a reflexionar
sus frases.
-LA ANTIGUA NOVEDAD DE
JESÚS
CREYENTE/RD: La respuesta de Jesús recoge palabras
del Antiguo Testamento. No se lo inventa, el principal
mandamiento. Y no era tampoco nuevo, que los doctores de
la Ley aunasen el amor a Dios y el amor a los demás.
Pero Jesús, al margen de la posible novedad hace una
proclamación que se convierte en una de las fórmulas
constituyentes del Reino (como lo es también las
bienaventuranzas); el creyente del Reino es aquel que
vive con toda intensidad el tener a Dios como único
absoluto y lo concreta en la vida de cada día en el amor
a los demás, trabajando para que los demás puedan ser y
tener lo mismo que yo soy y tengo.
Algunas concreciones de
este evangelio pueden ser:
I. Un objetivo que da
un sentido infinito a todo. La palabra "mandamiento" es
traidora, porque suena a algo que hay que hacer no
porque valga la pena, sino porque hay alguien con poder
suficiente como para imponernosla. Y en los
"mandamientos" que vienen de la fe ciertamente no se da
eso. Podríamos llamarlos "objetivos", quizá. Podríamos
hacer la pregunta del doctor de la Ley de esta manera:
¿Cuál es el objetivo más importante de la vida del
hombre? Y la respuesta de Jesús sería esta: el objetivo
más importante de la vida del hombre es tener a Dios muy
cerca, muy adentro, como lo más decisivo, como lo único
decisivo; y con él, y como él, poner todos nuestros
proyectos y actuaciones dirigidos no a nuestro interés
personal, sino en solidaridad con todos los demás. Y
Jesús añadiría, si nosotros dijéramos que sí, que nos
apuntamos a esto: esto es el camino del Reino de Dios,
tener eso como objetivo de la vida quiere decir entrar
donde está Dios, vivir lo más grande que puede ser
vivido.
II. El primer nivel: la
experiencia de Dios.
No está bien separar
los dos niveles, pero somos limitados y tenemos que
explicarnos y reflexionar las cosas por partes. El
creyente es aquel que ha sido tocado en su interior más
profundo por la experiencia de una presencia plena,
viva, totalmente amorosa. Una experiencia que para
algunos será un sentimiento a flor de piel, fácil de
tocar, mientras que para otros será un convencimiento
profundo, sin demasiados sentimientos palpables. Tanto
da. De lo que se trata es de vivirlo, como sea. Y
cultivarlo. Y buscar medios: un rato concreto diario
repasando en presencia de Dios el día; ratos no
programados en el autobús o en la Iglesia; momentos de
lectura de los salmos o del evangelio o de algún texto
que me vaya bien...
III. El segundo nivel:
los demás.
Dios "comprende" que
uno, por lo que sea, no llegue a conocerlo; pero lo que
no acepta es que uno se desentienda de los demás; ésta
será la gran sorpresa de /Mt/25/31-46.
Esto muestra hasta qué punto el creyente tiene que vivir
en absoluta conexión los dos mandamientos. Lástima que,
a lo largo del tiempo, hayamos perdido en parte el
sentido concretísimo que tiene este amor, y lo hayamos
convertido en una fórmula casi abstracta. Amar a los
demás, dice Jesús, es hacer lo que el samaritano de la
parábola, o lo que hace él mismo cuando se encuentra con
un leproso o con la mujer adúltera. Amar quiere decir,
pues, hacer todo lo que esté en mi mano para que todos
los hombres y mujeres de cualquier parte del mundo
puedan tener lo que yo tengo y todo lo que desearía
tener. Y eso se concreta, entonces, en trato personal,
en limosna, en interés social, en acción política... ¡en
todo!
JOSEP LLIGADAS