PRESENTACIÓN
Estamos
en el reino del Norte, Israel, donde profetizó
Elías, "el profeta de fuego y de la palabra
ardiente" (Eclo 48,1)
Ajab,
rey de Israel, se ha casado con la pagana Jezabel, hija
del rey de Tiro y Sidón.
A
instancias de Jezabel, el rey erige un templo a Baal, y
le rinde culto, juntamente con el pueblo, que le teme.
Sólo
queda Elías para defender la fe en el único Dios,
Yhavhé.
En
su nombre anuncia una terrible sequía como castigo a
los pecados del pueblo.
Ajab,
consciente de que ha sido la palabra del profeta la
causante de la sequía, en lugar de arrepentirse, busca
eliminar a Elías, que tiene que huir.
Marcha
al desierto y, cuando se seca la fuente de la que bebe,
se marcha a territorio de Tiro y Sidón, pasando por una
pequeña región llamada Sarepta.
Allí
se encuentra con una viuda que está cogiendo un poco de
leña en el campo y le pide que le dé un poco de agua y
pan. La pobre mujer no tiene nada, está recogiendo la
leña para hacerse un panecillo para ella y su hijo y
dejarse morir.
Pero
se fía de las palabras de Elías, mejor, de las
palabras del Señor por boca de Elías, y le atenderá
primero a él.
Y
la promesa del Señor se cumplió: no faltó la harina
en la orza ni el aceite en la alcuza.
Había
dado lo que necesitaba para vivir.

|
PRIMER LIBRO
DE LOS REYES 17,
10-16
La
viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías
En aquellos días,
el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta,
y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí
una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo:
"Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro
para que beba."
Mientras iba a buscarla, le
gritó: "Por favor, tráeme también en la mano
un trozo de pan."
Respondió ella: "Te
juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me
queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un
poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba
recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para
mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego
moriremos."
Respondió Elías: "No temas.
Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme
a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu
hijo lo harás después. Porque así dice el Señor,
Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará,
la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en
que el Señor envíe la lluvia sobre la
tierra"."
Ella se fue, hizo lo que le había
dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo.
Ni la
orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se
agotó, como lo había dicho el Señor por medio de
Elías.
Palabra
de Dios
|
|