¿UN REY
CRUCIFICADO?
La palabra es el
vehículo normal de las ideas: nos ayuda, generalmente, a
expresar lo que llevamos en el pensamiento, o en el
corazón. Pero muchas veces el vehículo se queda pequeño,
porque las ideas son demasiado complejas para caber en
una palabra. O, incluso, la palabra se nos puede
convertir en trampa: cuando la vida ha ido cargándola de
un contenido, de un sentido diferente de aquel que, con
ella, pretendemos expresar. Y lo peor es que, tantas
veces, no encontramos en el vocabulario otra palabra
mejor.
Así ocurre con la
palabra 'reino' . Jesús la usa mucho; porque la verdad
que con ella quiere transmitirnos es importante, central
en todo su mensaje. Tan es así, que cuando quiere
enseñarnos la manera mejor de dirigirnos al Padre, llega
a ponerla como objeto de nuestra oración: 'Venga a
nosotros tu reino'.
Con todo, se va
notando, a través de todo el Evangelio, que la palabra
'reino' -'Reino de Dios'- no abarca plenamente el
concepto que Jesús nos quiere expresar con ella; se le
va quedando pequeña. Más aún, notamos que esa
inadecuación se convierte en trampa, cuando la gente se
pregunta si Él, el propio Jesús, es Rey. Por una parte,
¡claro que lo es!; pero por otra, ¡qué distinto -casi
contrario- es lo que Él entiende por Rey, de la idea que
esa palabra va despertando en la gente que lo escucha!
Por eso llegará incluso a esconderse cuando, tras la
multiplicación de los panes, la multitud lo busque para
proclamarlo como rey.
Ésa es la razón de que
ande poniendo sordina a muchos de sus milagros: tan
seguro está de que serán mal interpretados.
El colmo de toda esta
situación se produce al final, en la pasión y muerte de
Jesús: 'Pilato le dijo: -Con que ¿tú eres rey?. Jesús le
contestó: -Tú lo dices: Soy Rey'. Y más tarde, sobre la
cruz, aparecerá un letrero: 'Jesús Nazareno, Rey de los
judíos' .
¿Un rey maniatado y
crucificado? ¿Qué manera de reinar es ésta? Jesús mismo,
en dos frases certeras dichas a Pilato, nos da la clave
para aclarar este asunto: 'Mi Reino no es de este
mundo'. Por eso no se ajusta a nuestras coordenadas y
choca, tan de frente, con nuestra mentalidad: supone un
cambio profundo, un estilo nuevo de ser.
Es como si dijera: Se
equivocan los que quieren que mi Reino avance a golpe de
violencia, o de condenaciones, o andan discutiéndome el
derecho a vivir con los más pobres, y de morir como los
más desgraciados. Se equivocan los que buscan sentarse a
mi derecha; cuando aquí lo que importa es ser el último.
Se equivocan cuantos pretenden que este Reino sea suyo
en exclusiva, olvidando que yo vine para que todos
tengan vida. Se equivocan quienes lo buscan por caminos
de prestigio, o pretenden comprarlo con el dinero de sus
arcas. Se equivocan los que llegan a él cargados de
recomendaciones, pero vacíos de buenas obras. Se
equivocan los que olvidan que, en mi Reino, la última
palabra de la justicia es el perdón, y el mayor título
de gloria es el servicio.
Pero también dice
Jesús: 'Tú lo dices: Soy Rey'. Mi Reino es diferente,
sí; pero es, al mismo tiempo, un reino absoluto.
Por eso, se equivocan
todos los que, diciendo que son de los míos, andan
hincando también su rodilla ante otros señores, como el
oro o la espada.
Se equivocan también
los que pretenden que yo reine sólo un día cada semana;
o quieren impedirme que salga de los templos para
meterme en las fábricas y en los estadios, en las
reuniones de los políticos y en los prostíbulos. Se
equivocan los que intentan, por cualquier medio, aguar
el vino de mi Palabra para quitarle fuerza, para
acomodarla a su mediocridad...
Sí. Yo soy el Señor, y
no hay otro. Diferente, sí; pero, por eso mismo, el
único absoluto. Clavado en una cruz; pero, precisamente
desde ella, reinando sobre el mundo.
JORGE GUILLEN GARCIA