REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

"SIGNOS DEL REINO"

¿Quién puede expresar con palabras los sentimientos más íntimos? Siempre las palabras se quedan cortas, pequeñas.

Muchas veces acudimos a imágenes, a lenguajes poéticos, pero la realidad es que lo que sentimos va más allá.

Lo mismo nos pasa con la fiesta de Cristo Rey, que la palabra, el título, se nos queda pequeño, no abarca todo lo que Cristo es para nosotros; más aún, es una palabra, la de rey,  que hoy, en nuestra sociedad, lleva consigo unas connotaciones que nada tienen que ver con Jesucristo.

Es verdad que hablaban las Escrituras de un descendiente del rey David cuyo trono duraría para siempre. Ese descendiente sería el Mesías; y, al proclamar nosotros que Cristo es el Mesías, afirmamos que él es el descendiente de David cuyo trono real no tiene fin.

Es verdad que Jesús comenzó su ministerio llamando a la conversión porque el Reino de Dios estaba cerca.

Pero no confundamos a Cristo Rey con los reyes de la tierra. A veces, decíamos antes, las palabras se quedan cortas y personas se han llamado a sí mismas guerrilleros, soldados, legionarios, milicias... de Cristo Rey y han intentado defender a Cristo del mismo modo que sus homónimos defendían a sus reyes; en circunstancias, algunos, hasta con violencia.

"Mi reino no es de este mundo", deja bien claro Jesús a Pilato. Lo único en común que hay entre Jesús y los reyes de la tierra es la palabra rey, y aún se le da un significado diferente.

Cristo es nuestro rey no por herencia y familia humana. Se lo ha ganado a pulso con la entrega de su vida por todos nosotros.

Jesucristo lo es todo para nosotros porque es el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación.. Ningún rey de la tierra puede hacer y dar tanto por sus súbditos.

Y la pertenencia a este rey es el seguimiento: hacer de Jesucristo nuestro modelo y nuestro guía; y la pertenencia a este reino es ir haciéndolo presente ya ahora, hasta que, cuando el vuelva glorioso sobre la nube, llegue a su plenitud.

Y el reino se construye no desde el poder, la fuerza, la violencia..., sino desde el servicio ("el que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos") y el amor ("en esto conocerán que sois de los míos, en que os amáis").

Y el reino se construye desde la paz y la justicia, desde la defensa de la vida y la verdad.

Y el reino se construye partiendo el pan con el hambriento, rompiendo discordias, pasando por el mundo haciendo el bien.

Y el reino se construye desde la sencillez, sin estruendos, siendo acogedores y respetuosos, cercanos a los que sufren, a los pobres, a los oprimidos, sea por la causa que sea.

Hay señales de la presencia del reino de Dios en el mundo, pero habría más si cada uno de nosotros, con nuestros comportamientos, fuéramos también signos de ese reino.

No basta con rezar: "Venga a nosotros tu reino...", hay que implicarse en su construcción.

La Eucaristía es primicia del Reino que esperamos y fuerza para ir construyéndolo aquí y ahora.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

"EL REINO DE CRISTO"

Para esto he venido al mundo

Con frecuencia, frases como ésta en que Jesús afirma que su reino "no es de este mundo" han servido para reforzar una visión del cristianismo como una religión que no debe inmiscuirse absolutamente en las cosas de este mundo. En el fondo se piensa que cuanto más entregado vive uno al reino de Cristo, menos se debe comprometer en asuntos políticos, económicos o sociales.

De hecho, es una de las típicas citas que se aportan cuando se desea descalificar o cuestionar intervenciones eclesiales de incómodas repercusiones en el orden socio-político.

Y sin embargo, ni la salvación es algo que sucede sólo en el otro mundo, ni ser cristiano es sólo buscar para sí mismo y para los demás un estado de felicidad con Dios más allá de la muerte.

Ciertamente, el reino de Cristo no pertenece al sistema injusto de este mundo. Jesús no pretende ocupar ningún trono de este mundo apoyándose en la fuerza de las armas. No disputa el poder a ningún rey adversario.

Su realeza tiene otro origen y fundamento completamente distintos. Su reinado no se impone con armas, poder o dinero. Es un reinado que crece desde el amor y la justicia de un Dios Padre de todos. Pero, Jesús es un rey que «ha venido a este mundo», pues este reino de amor y justicia debe crecer ya en medio de los hombres, sus instituciones, sus luchas y sus problemas.

Por eso, Jesús toma siempre muy en serio la realidad de este mundo. No es del mundo, pero ni huye del mundo ni invita a nadie a huir de él. Todo esto no son disquisiciones sin consecuencias. En concreto, Jesús, al no ser del mundo, toma distancias respecto a los distintos grupos influyentes en el pueblo judío, y no emplea nunca las armas, la diplomacia, el dinero, el poder para imponer su reinado a nadie.

Pero, al mismo tiempo, hace de su opción en favor de los marginados y desheredados de esta tierra el signo distintivo de que llega ya el amor y la justicia del reino de Dios a este mundo injusto.

Una iglesia, preocupada por «no ser del mundo» deberá estar atenta a tomar distancia de los poderes influyentes y a no caer en la falsa ilusión de fortalecer el reino de Cristo defendiendo posiciones con diplomacia, poder, dinero o armas. Al mismo tiempo, si quiere «estar en el mundo» como Jesús, deberá escuchar las acertadas palabras de Juan Pablo II a los obispos españoles: «Donde esté el hombre padeciendo dolor, injusticia, pobreza o violencia, allí debe estar la voz de la Iglesia con su vigilante caridad y con la acción de los cristianos». 

JOSE ANTONIO PAGOLA

(mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 3

¿UN REY CRUCIFICADO?

La palabra es el vehículo normal de las ideas: nos ayuda, generalmente, a expresar lo que llevamos en el pensamiento, o en el corazón. Pero muchas veces el vehículo se queda pequeño, porque las ideas son demasiado complejas para caber en una palabra. O, incluso, la palabra se nos puede convertir en trampa: cuando la vida ha ido cargándola de un contenido, de un sentido diferente de aquel que, con ella, pretendemos expresar. Y lo peor es que, tantas veces, no encontramos en el vocabulario otra palabra mejor.

Así ocurre con la palabra 'reino' . Jesús la usa mucho; porque la verdad que con ella quiere transmitirnos es importante, central en todo su mensaje. Tan es así, que cuando quiere enseñarnos la manera mejor de dirigirnos al Padre, llega a ponerla como objeto de nuestra oración: 'Venga a nosotros tu reino'.

Con todo, se va notando, a través de todo el Evangelio, que la palabra 'reino' -'Reino de Dios'- no abarca plenamente el concepto que Jesús nos quiere expresar con ella; se le va quedando pequeña. Más aún, notamos que esa inadecuación se convierte en trampa, cuando la gente se pregunta si Él, el propio Jesús, es Rey. Por una parte, ¡claro que lo es!; pero por otra, ¡qué distinto -casi contrario- es lo que Él entiende por Rey, de la idea que esa palabra va despertando en la gente que lo escucha! Por eso llegará incluso a esconderse cuando, tras la multiplicación de los panes, la multitud lo busque para proclamarlo como rey.

Ésa es la razón de que ande poniendo sordina a muchos de sus milagros: tan seguro está de que serán mal interpretados.

El colmo de toda esta situación se produce al final, en la pasión y muerte de Jesús: 'Pilato le dijo: -Con que ¿tú eres rey?. Jesús le contestó: -Tú lo dices: Soy Rey'. Y más tarde, sobre la cruz, aparecerá un letrero: 'Jesús Nazareno, Rey de los judíos' .

¿Un rey maniatado y crucificado? ¿Qué manera de reinar es ésta? Jesús mismo, en dos frases certeras dichas a Pilato, nos da la clave para aclarar este asunto: 'Mi Reino no es de este mundo'. Por eso no se ajusta a nuestras coordenadas y choca, tan de frente, con nuestra mentalidad: supone un cambio profundo, un estilo nuevo de ser.

Es como si dijera: Se equivocan los que quieren que mi Reino avance a golpe de violencia, o de condenaciones, o andan discutiéndome el derecho a vivir con los más pobres, y de morir como los más desgraciados. Se equivocan los que buscan sentarse a mi derecha; cuando aquí lo que importa es ser el último. Se equivocan cuantos pretenden que este Reino sea suyo en exclusiva, olvidando que yo vine para que todos tengan vida. Se equivocan quienes lo buscan por caminos de prestigio, o pretenden comprarlo con el dinero de sus arcas. Se equivocan los que llegan a él cargados de recomendaciones, pero vacíos de buenas obras. Se equivocan los que olvidan que, en mi Reino, la última palabra de la justicia es el perdón, y el mayor título de gloria es el servicio.

Pero también dice Jesús: 'Tú lo dices: Soy Rey'. Mi Reino es diferente, sí; pero es, al mismo tiempo, un reino absoluto.

Por eso, se equivocan todos los que, diciendo que son de los míos, andan hincando también su rodilla ante otros señores, como el oro o la espada.

Se equivocan también los que pretenden que yo reine sólo un día cada semana; o quieren impedirme que salga de los templos para meterme en las fábricas y en los estadios, en las reuniones de los políticos y en los prostíbulos. Se equivocan los que intentan, por cualquier medio, aguar el vino de mi Palabra para quitarle fuerza, para acomodarla a su mediocridad...

Sí. Yo soy el Señor, y no hay otro. Diferente, sí; pero, por eso mismo, el único absoluto. Clavado en una cruz; pero, precisamente desde ella, reinando sobre el mundo.

JORGE GUILLEN GARCIA