PALABRA DE DIOS 
 

 

PRIMERA LECTURA
Deuteronomio 18, 15-20

El Señor ha escuchado las palabras del pueblo de Israel, en el Sinaí: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor.., no quiero morir".
     Moisés anuncia que dios suscitará entre ellos un profeta al que deberán escuchar.
    Este profeta fue identificado con el Mesías.
    Será más que profeta; será la Palabra de Dios encarnada: Jesús.

 

PRESENTACIÓN

Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.

Este texto, colocado en el centro del llamado Código Deuteronomista (Dt 12,1-26,15), ofrece una definición del profeta: “Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande” (v.18). La palabra profética surge de la obediencia al mandato de hablar que se recibe de parte de Dios. Recordando el temor que manifestaron los israelitas frente al riesgo mortal de escuchar directamente a Dios en el Sinaí (Dt 5,4), Moisés fundamenta el don de “un profeta” semejante a él. En realidad todos los profetas encarnarán en cierto modo el ministerio de Moisés.

El profeta es uno “en medio de sus hermanos” (v. 18). No es un ángel, ni un semidiós, sino uno que vive en la historia la condición de semejanza con los demás. Al mismo tiempo es uno que recibe la palabra de parte de Dios para anunciarla a los otros. Habla de Dios, permaneciendo “hermano”, inmerso en la historia y partícipe del destino de sus hermanos los hombres. El profeta no inicia su ministerio a través de una ceremonia religiosa como en el caso del rey o del sacerdote. Dios mismo suscita al profeta mediante la comunicación de su Palabra. Escuchar al profeta es tan normativo y exigente como escuchar a Dios: “A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas” (v.19).

El Profeta “semejante a Moisés” (Dt 18,15), no sólo representa la fisonomía ideal de los profetas y de su ministerio, sino que llegó a utilizarse para interpretar la persona del Mesías (cf. Jn 1,21; 6,14; Hch 3,22-24; 7,37).  

(Silvio José Báez)

 

LECTURA DEL LIBRO DEL DEUTERONOMIO 18, 15-20

Habló Moisés al pueblo diciendo: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus hermanos. A él le escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir.»

El Señor me respondió: «Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, es reo de muerte..»

Palabra de Dios

 

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 94

PRESENTACIÓN

Salmo 94

Narra y expresa un acto litúrgico: la primera parte es un himno clásico, una invitación a la alabanza, con referencia al rito litúrgico; la segunda parte es un oráculo, en boca de Dios, invitando a la observancia de la Ley y de la Palabra que será escuchada. Los motivos para la alabanza son:

a) El título de Dios y su puesto único (v.3);

b) La creación, vista en dos paralelismos, a lo alto y a lo ancho (v.4); y c) La elección histórica del pueblo y la Alianza. Hebreos 4, 1-11 indica que todo el tiempo del Antiguo Testamento es una repetida llamada y expectación del "hoy" en que podrá entrar el pueblo en el descanso de Dios. Con Cristo llega este "hoy", con su resurrección se inaugura en el mundo el reposo de Dios, que descansó cuando terminó su trabajo creador. Este "hoy" de Cristo se ofrece a todos: hay que escucharlo y entrar aprisa en su descanso. Pero la vida cristiana es de nuevo un "comienzo", que hemos de mantener hasta el fin, para entrar en el reposo definitivo de Cristo y de Dios.

 
 SALMO 94

R/. OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR:
"NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN".

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos en su presencia dándole gracias,
vitoreándole al son de instrumentos.
R/. OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR:
"NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN".

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
R/. OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR:
"NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN".

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»
R/. OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR:
"NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZÓN".

 

SEGUNDA LECTURA
1ª Corintios7, 32-35

Sigue San Pablo sacando consecuencias con respecto  la provisionalidad del tiempo.
      Si la semana pasada nos hablaba del uso de las cosas, ahora habla del matrimonio y el celibato.
     Lo importante es preocuparse de los asuntos del Señor, tener trato con el Señor sin preocupaciones.

 

PRESENTACIÓN

Pablo desarrolla una catequesis sobre los diferentes estados de vida en los que el cristiano puede vivir plenamente su fe en el Señor. En el v. 23 de 1 Cor 7, ofrece la llave interpretativa de todo su discurso: “Cada cual, hermanos, continúe ante Dios en el estado que tenía al ser llamado a la fe”. La fe cristiana no entra en contradicción ni con el matrimonio ni con la virginidad. Si antes ha valorado el matrimonio (vv. 1-16), Pablo ahora exalta el valor de la virginidad, que se fundamenta no en una consideración negativa del cuerpo o del sexo, sino en cuanto supone una donación plena y total de la persona al Reino de Dios y a los hermanos (vv. 32.35).

(Silvio José Báez) 

LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS  

7, 32-35

Hermanos:

Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.

Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.

Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN

El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una intensa luz; a los que habitaban en tinieblas y en sombras de muerte una luz les brilló

 

EVANGELIO
Marcos 1, 21-28

Jesús va a la sinagoga de Cafarnaum a enseñar, y lo hace como quien tiene autoridad.
      También sus signos denotan esa autoridad: hasta los espíritus inmundos le obedecen y salen del enfermo.
      Una forma de enseñar nueva y un dominio sobre las fuerzas del mal.

 

PRESENTACIÓN

Enseñaba con autoridad.

            El episodio describe el inicio del ministerio de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, inmediatamente después de la llamada de los primeros discípulos. Jesús enseña en la sinagoga, en el lugar ordinario de la proclamación de la palabra de la Ley en Israel. Allí su palabra resuena novedosa y llena de autoridad. Su actividad es doble: instruye y realiza un exorcismo. Marcos insiste sobre todo en la “calidad” de la palabra de Jesús.

            Al inicio del texto, después que la gente ha escuchado la enseñanza de Jesús, se dice que “quedaron asombrados de su doctrina (didajé), porque les enseñaba (didáskon) como quien tiene autoridad (exousía) y no como los escribas” (v. 22); al final del texto, después que ha realizado el exorcismo, “todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina (didajé) nueva, expuesta con autoridad (griego: exousía)!” (v.27).

            El episodio de la curación del endemoniado, que ocupa la parte central del relato (vv. 23.27), es construido según el modelo clásico de las narraciones de exorcismo: se explica su condición enferma con la expresión “espíritu inmundo”(v. 23); se produce un encuentro verbal entre el poseso y Jesús, que pone en evidencia el infinito contraste entre la fuerza del mal y la de Jesús (vv. 24-25); Jesús, con serenidad soberana, a diferencia de los exorcistas de la época, pronuncia una orden absoluta: “Cállate y sal de él”; al final, de describe la huida del demonio con una reacción violenta (v. 26).

            En el evangelio de Marcos, Jesús impone silencio a quienes pretenden revelar su identidad, manipulándola o distorsionándola. Podría ser identificado como un mesías glorioso o un taumaturgo de profesión. El auténtico conocimiento de Jesús no brota de la fama de sus milagros, ni se fundamenta en hechos extraordinarios, sino que es el fruto de la aceptación humilde del escándalo de la cruz y de su resurrección gloriosa (cf. Mc 15,39; 16,6-7).  

(Silvio José Báez)

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS  1, 21-28

Llegó Jesús a Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

-¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

-Cállate y sal de él.

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:

-¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen.

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra de Dios

DE LAS PALABRAS A LA PALABRA

Cuántos nada más levantarse, y aun en la cama, ya conectan la radio o la televisión; cuántos, como un rito matutino, compran el periódico o se conectan a la prensa por internet.

La palabra, la imagen la música... el ruido.

Estamos llenos de palabras: entrevistas, tertulias, columnas de opinión...

Los cristianos debemos saber distinguir las palabras, con minúscula y la Palabra con mayúscula.

Las palabras, con minúscula son las nuestras, las que usamos para entendernos o enfrentarnos; las palabras que, muchas veces, están vacías, que son promesas hueras; palabras que llaman a confiar en nada; palabras. bonitas hoy, que se convierten en odio, ruptura y maltrato mañana; palabras pequeñas y débiles, porque nosotros somos así; palabras infectadas por el pecado y que son palabras que fallan, mienten, no hacen lo que dicen.

Vivimos en el gran supermercado de las palabras. Todos ofrecen algo, todos hacen rebajas, todos dan los mejores productos a los menores precios, todos se llenan la boca de promesas, encantadores de serpientes... Todo se compra y se vende, hasta la conciencia.

Y el ruido de las palabras, el ajetreo de ir de un sitio a otro a ver quien ofrece más a mejor precio, nos impide oír al que es la Palabra, que, precisamente, se oye en el silencio.

Porque no sabemos estar en silencio, nos comen las palabras, nos ahogan, nos llenan de angustia.

Y es que las palabras son nuestras, mientras que la Palabra procede de Dios.

Lo ha dicho la primera lectura: "Suscitaré un profeta entre sus hermanos. Pondré mis palabras en su boca"

Y esa palabra eterna de Dios, que tiene fuerza creadora, se ha encarnado en Jesús de Nazareth: "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros".

Por eso Jesús es Palabra con autoridad.

Así, pues, el cristiano no pone al mismo nivel las palabras y la Palabra. Y cuando las palabras dicen una cosa y la Palabra otra, más allá de nuestros gustos y de nuestros intereses, acogemos lo que dice la Palabra.

"Yo sé de quién me he fiado", decía San Pablo y para él no había palabras por encima de la de Jesús.

Y esa Palabra nos llega a nosotros desde la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia, autentificadas por el Magisterio de los sucesores de los Apóstoles, el Papa y los Obispos en comunión con él.

Que las palabras las cotejemos siempre con la Palabra y, como San Pedro, digamos siempre: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.