PRESENTACIÓN
El salmo 146 comienza con la palabra ¡Aleluya!,
importante en la tradición judía.
Se
aclama a Dios, que ha liberado a su pueblo.
"¡Aleluya!
Alabad
al Señor, que la música es buena,
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa."
Dios
ha hecho pasar a Israel de la esclavitud a la libertad,
de la tristeza a la alegría, del duelo al día de
fiesta, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la
libertad.
"El
Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel."
Ante
el sufrimiento, ante la oscuridad de quien busca un
sentido a su camino vital, como Job, y no lo encuentra,
nos recuerda que
"El
sana los corazones destrozados,
venda sus heridas."
El
Señor poderoso, el Dios Creador, que conoce cada
estrella por su nombre,
"sostiene
a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados."
Los
pobres y los humildes son los preferidos de Dios. En
este último versículo reconocemos el cántico de Ana,
madre de Samuél, y también el Magníficat.
Jesús
tenía predilección por los más pequeños.
Te
alabo, Señor, porque curas nuestras
heridas.
Tú
eres grande; los pobres y humildes ponemos
en ti nuestra confianza
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SALMO
146
R/.
ALABAD AL
SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
Alabad
al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
R/.
ALABAD AL
SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
R/.
ALABAD AL
SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
Nuestro
Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
R/.
ALABAD AL
SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
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