
29-31: Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y
Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba
en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y,
tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y
ella se puso a servirles.
32-34: Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron
todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera
estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se
encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó
muchos demonios.Y no dejaba hablar a los demonios, pues
le conocían.
35-39: De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro,
se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se
puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en
su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»
Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos
vecinos, para que también allí predique; pues para eso
he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus
sinagogas y expulsando los demonios.

Entro en el silencio que Jesús me ha preparado con su
obra de curación profunda, con su oración que disipa la
noche. Dispongo mi ser, a buscar a Jesús, sin cansarme y
a seguirlo, adonde Él me lleve.

Algunas preguntas que pueden ayudar a mis oídos
espirituales a escuchar más profundamente y a los ojos
de mi corazón a contemplar, hasta encontrar la mirada de
Jesús.
a) Jesús deja la sinagoga para entrar en la casa de
Pedro, que se convierte en el centro luminoso de su obra
de salvación. Pruebo a seguir el recorrido de Jesús: El
llega hasta el sitio más íntimo de la casa, a saber, la
alcoba con el lecho. Reflexiono, buscando y mirando, el
"camino" que está dentro de mí, casa de Dios. ¿Dejo a
Jesús la posibilidad de recorrer este camino hasta el
fondo, hasta el corazón?
Observo y tomo nota de los gestos de Jesús: Entra
rápido, se acerca, toma la mano, levanta. Son términos
típicos de la resurrección. ¿No siento al Señor que me
dice también a mí:"¡ Álzate, resucita, nace de nuevo!"?
Noto la insistencia sobre la obscuridad: "ocaso del sol,
todavía obscuro" ¿Por qué? ¿Qué significa y qué otros
términos puede añadir a estas expresiones?
"Todos delante a la puerta de Jesús" Estoy también yo en
medio de aquellos "todos". Me resuena en el corazón
aquella palabra de Jesús, que dice: "Llamad y se os
abrirá". Pruebo a imaginarme la escena: alzo la mano y
llamo a la puerta de Jesús. Él abre. ¿Qué le diré? ¿Y
cómo me responderá Él?
"Lo conocían". Me pregunto sobre mi relación con el
Señor. ¿Lo conozco verdaderamente?¿O sólo he sentido
hablar de Él, como afirma Job? Me miro dentro y pido a
Jesús que me ayude en esta relación de descubrimiento,
de acercamiento, de comunión y de compartir con Él.
Trato de recordar los versículos que puedan ayudarme:
"Hazme conocer, Señor, tus caminos", "Muéstrame tu
rostro"
Jesús ora en un lugar desierto. ¿Tengo miedo de entrar
yo también en esta oración, que atraviesa la noche y
precede a la luz? ¿Tengo miedo de los tiempos de
silencio, de soledad, de compañía a solas con Él? Noto
el tiempo imperfecto del verbo "oraba ", que indica una
acción calmada, prolongada, profunda. ¿Tiendo, a veces,
a huir, a no quererme parar? "Las huellas de Jesús" Es
una bella expresión que me recuerda el manuscrito de
Santa Teresa del Niño Jesús, donde ella dice que las
huellas luminosas de Jesús se hayan diseminadas a lo
largo de las páginas del evangelio. Reflexiono. ¿Me he
comprometido alguna vez a seguir estas huellas, a veces
bien marcadas, a veces casi imperceptibles? ¿Sé
reconocerlo, a lo largo de los senderos del tiempo y de
la historia de cada día, la mía y la de todos los
hombres? ¿Hay una huella especial de Jesús, un impronta
indeleble, que haya dejado en la tierra de mi corazón,
de mi vida?
b) Hago una pausa sobre los últimos versículos y traigo
a la luz los verbos de movimiento, de acción: "Vamos a
otro lugar, para predicar, he venido, fue, predicando".
Sé que yo también he sido llamado para caminar y hacerme
anunciador del amor y de la salvación de Jesús. ¿Estoy
dispuesto, con la gracia y la fuerza que viene de esta
Palabra que he meditado, a tomar ahora un compromiso
concreto, preciso, aunque sea pequeño, de anunciar y
evangelizar? ¿Hacia donde iré? ¿Qué pasos decido dar?

a) Para colocar el pasaje en su contexto:
En continuidad con los vv. precedentes (21-28), el
pasaje describe la conclusión de una jornada típica de
Jesús. Aquí está en Cafarnaún, un día de Sábado, y,
después de haber participado en la liturgia sinagogal,
Jesús continúa la celebración de la fiesta en la casa de
Pedro, en un clima familiar.
Con el ocaso del sol, terminado el descanso, Jesús
continúa su ministerio, extendiéndolo a toda Galilea. El
Evangelio nos presenta tres secuencias, que no es una
crónica, para que yo sepa lo que ha hecho Jesús en
Cafarnaún, sino que revelan el misterio grande de la
salvación de Cristo, que trastorna mi vida. Puede ayudar
el estar atentos al recorrido que Jesús hace: de la
sinagoga a la casa, al desierto, hasta todas las aldeas
de Galilea. Y también en el trascorrer de los tiempos
que subraya el evangelista: al llegar la tarde, o sea al
ocaso del sol y la mañana inmersa todavía en la
obscuridad.
b) Para ayudar en la lectura del pasaje:
vv. 29-31: Jesús entra en la casa de Pedro y acoge la
súplica de los discípulos, curando la suegra de Pedro,
que yace en el lecho con fiebre.
vv. 32-34: Pasado el sábado, Jesús cura muchos enfermos
y endemoniados, que le han traido.
vv. 35-39: Jesús se adelanta a la luz en la oración,
retirándose a un lugar solitario, pero muchos lo siguen,
hasta que consiguen encontrarlo. Él los lanza consigo,
hacia un ministerio más amplio, que abraza toda la
Galilea

Canto de
acción de gracias por la liberación de una gran prueba
Rit. En
tus manos Señor encomiendo mi vida
Te ensalzo, Yahvé, porque me has
levantado,
no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste.
Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol,
me reanimaste cuando bajaba a la fosa. - Rit.
Cantad para Yahvé los que lo amáis,
recordad su santidad con alabanzas.
Un instante dura su ira,
su favor toda una vida;
por la tarde visita de lágrimas,
por la mañana gritos de júbilo.
Al sentirme seguro me decía:
«Jamás vacilaré».
Tu favor, Yahvé, me afianzaba
más firme que sólidas montañas;
pero luego escondías tu rostro
y quedaba todo conturbado. - Rit
.
A ti alzo mi voz, Yahvé,
a mi Dios piedad imploro:
¿Qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa?
¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad?
¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí!
¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!
Has cambiado en danza mi lamento:
me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta.
Por eso mi corazón te cantará sin parar;
Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre. - Rit.

Señor, deseo alabarte, bendecirte y darte gracias con
todo el corazón por esta tu Palabra, escrita para mí,
hoy, pronunciada por tu Amor por mí, porque Tú me amas
verdaderamente. Gracias, porque has venido, has bajado,
has entrado en mi casa y me has alcanzado precisamente
allí donde estaba enfermo, donde me quemaba una fiebre
enemiga; has llegado allí donde yo estaba lejano y solo.
Y me has abrazado. Me has cogido de la mano y me has
levantado, devolviéndome la vida plena y verdadera que
viene de Ti, la que se vive junto a Ti. Por ahora soy
feliz, Señor mío.
Gracias porque has atravesado mi obscuridad, has vencido
la noche con tu potente oración, solitaria, amorosa; has
hecho resplandecer tu luz en mi, en mis ojos y ahora yo
también veo de nuevo, estoy iluminado por dentro.
También yo rezo contigo y también crezco gracias a esta
oración que hemos hecho juntos.
Señor, gracias porque me lanzas hacia los otros, hacia
mundos nuevos, fuera de las puertas de la casa. Yo no
soy del mundo, lo sé, pero estoy y quedo dentro del
mundo, para continuar amándolo y evangelizándolo. Señor,
tu Palabra puede hacer el mundo más bello.
Gracias, Señor. Amén.
TOMADO DE:
Página Oficial Orden de Carmelitas
SITIO WEB: http://www.ocarm.org