
Marcos, 1,40-45
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de
rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Enternecido, extendió su mano, le tocó y le dijo:
«Quiero; queda limpio.»
42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó
limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al
sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que
prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con
entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no
podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad,
sino que se quedaba a las afueras, en lugares
solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Un momento de silencio orante para que la Palabra de
Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

a) ¿Qué
punto de este texto te ha gustado más y cuál te ha
llamado más la atención?¿Por qué?
b) ¿Cómo
se expresa en este texto la marginación de los leprosos?
c) ¿Cómo
Jesús acoge, cura y reintegra al leproso? Intentemos
observar bien todos los detalles.
d) ¿Cómo
imitar hoy la conducta de Jesús con los excluidos?

a) Clave de lectura:
El
evangelio de este sexto domingo del Tiempo Ordinario nos
muestra cómo Jesús acoge a un leproso. En aquel tiempo,
los leprosos eran las personas más excluidas de la
sociedad, evitadas por todos. No podían participar en
ninguna cosa. Porque antiguamente, la falta de medicinas
eficaces, el miedo al contagio y la necesidad de
defender la vida de la comunidad, obligaba a las
personas a aislarse y a excluir a los leprosos. Además,
entre el pueblo de Dios, donde la defensa del don de la
vida era uno de los deberes más sagrados, se llegó a
pensar que fuese una obligación divina la exclusión del
leproso, porque era el único modo de defender a la
comunidad contra el contagio de la muerte. Por esto, en
Israel, el leproso se sentía impuro y excluido no sólo
de la sociedad, sino hasta de Dios (cfr. Lev 14,1-32).
De todos modos, poco a poco, en la medida en que se
descubría mejores remedios y sobre todo gracias a la
experiencia profunda comunicada por Jesús respecto a
Dios nuestro Padre, los leprosos comenzaron a ser
acogidos y reintegrados, en nombre del mismo Dios, como
hermanos en la convivencia humana.
A pesar
de dos mil años de cristianismo, la exclusión y la
marginación de ciertas categorías de personas continúan
hasta hoy, tanto en la sociedad como en la Iglesia. Por
ejemplo, los enfermos de sida, los emigrantes, los
homosexuales, los divorciados, etc. ¿Cuáles son hoy, en
tu país, las categorías de personas excluidas y evitadas
en la sociedad y en la Iglesia? Con estas preguntas en
la mente nos disponemos a leer y meditar el evangelio de
este domingo.
b) Una división del texto para
ayudarnos en su lectura:
Marcos
1,40: La situación de abandono y de exclusión de un
leproso
Marcos,
1,41- 42: Jesús acoge y cura a un leproso
Marcos
1, 43- 44: Insertar de nuevo a los excluidos en la
convivencia humana
Marcos
1, 45: El leproso proclama el bien recibido por Jesús, y
Jesús se convierte en un excluido
c)
Comentario del texto
Marcos
1, 40:La situación de abandono y de exclusión de un
leproso
Un
leproso se acerca a Jesús. Era un excluido, impuro.
Debía ser alejado de la convivencia humana. Quien se le
acercaba también quedaba impuro Pero aquel leproso tenía
mucho valor. Hace caso omiso de las normas de la
religión para poder estar cerca de Jesús. Le dice: "¡Si
quieres, puedes curarme!" O sea: "¡No hay necesidad de
que me toques! ¡Basta que lo quieras, para que yo sea
curado!". La frase revela dos males: 1) el mal de la
enfermedad de la lepra que lo convertía en impuro; 2) el
mal de la soledad a la que estaba condenado por la
sociedad y por la religión. Revela también la gran fe de
los hombres en el poder de Jesús.
Marcos
1,41-42: Acogiendo y curando al leproso Jesús revela el
nuevo rostro de Dios
Profundamente compasivo, Jesús cura los dos males. En
primer lugar, para curar el mal de la soledad, toca al
leproso. Es como si le dijese: "Para mí, tú no eres un
excluido. ¡Te acojo como hermano!" En segundo lugar,
cura la enfermedad de la lepra diciendo: "¡Quiero!
¡Queda limpio!" Para poder entrar en contacto con Jesús,
el leproso había transgredido las normas de la ley.
Jesús, para poder ayudar al excluido y así revelar el
nuevo rostro de Dios, transgredió las normas de su
religión y toca al leproso. En aquel tiempo, quien
tocaba a un leproso se convertía en impuro a los ojos de
las autoridades religiosas y ante la ley de la época.
Marcos
1, 43-44: Reinsertar a los excluidos en la convivencia
fraterna
Jesús no
sólo cura, sino que quiere que la persona curada pueda
de nuevo convivir con los otros. Reintegra a la persona
en la convivencia. En aquel tiempo, para que un leproso
fuera de nuevo acogido en comunidad, tenía necesidad de
un certificado de curación dado por un sacerdote. Así
estaba escrito en la ley con respecto a la purificación
de un leproso (Lev 14, 1-32) Lo mismo sucede hoy. El
enfermo sale del hospital con la cartilla médica firmada
del correspondiente médico. Jesús obliga al leproso a
consignar el documento a las autoridades competentes de
modo que pueda reinsertarse con normalidad en la
sociedad. Obligando así a las autoridades a reconocer
que el hombre ha sido curado.
Marcos
1, 45: El leproso proclama el bien que Jesús le ha hecho
y Jesús se convierte en excluido
Jesús
había prohibido al leproso el hablar de la curación.
Pero éste no lo hace. El leproso, comenzó a proclamar y
a divulgar el hecho, al punto que Jesús no podía entrar
públicamente en una ciudad. Sino que se quedaba fuera en
lugares desiertos. ¿Por qué Jesús se quedaba fuera en
lugares desiertos? Jesús había tocado al leproso. Por
tanto, según la opinión de la religión de aquel tiempo,
ahora él mismo estaba impuro, y debía vivir alejado de
todos. No podía entrar en las ciudades. Pero Marcos
indica que a la gente no le importaba mucho estas normas
oficiales, sino que ¡… venían a él de todas partes!
¡Subversión total!

Oración de
un Salmo: Salmo 125 (124)
¡Quien
confía en el Señor no vacila!
Los que confían en Yahvé son como el
monte Sión,
inconmovible, estable para siempre.
¡Jerusalén, de montes rodeada!
Así rodea a su pueblo Yahvé
desde ahora y para siempre.
Nunca caerá el cetro impío
sobre la heredad de los justos,
para que los justos no alarguen
su mano a la maldad.
Favorece a los buenos, Yahvé,
a los rectos de corazón.
¡A los que se desvían por sendas
tortuosas
los suprima Yahvé con los malhechores!
¡Paz a Israel!

Señor Jesús, te damos
gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la
voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine
nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir
lo que Tu Palabra nos ha hecho ver.
Haz que nosotros como
María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también
poner en práctica la Palabra.
Tú que vives y reinas con
el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los
siglos de los siglos. Amén.
TOMADO DE:
Página Oficial Orden de Carmelitas
SITIO WEB: http://www.ocarm.org