REFLEXIONES
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REFLEXIÓN 1 |
"EL HIJO DEL TRUENO" Celebramos hoy la fiesta de Santiago. Y es posible que lo primero que nos venga a la memoria sea el caballo de Santiago, Santiago el de Clavijo (el "Matamoros"), Santiago el Patrón de España, ¡Santiago y cierra España! pero ¿qué tiene que ver todo esto con el evangelio? Santiago, el hijo del Zebedeo, fue un hombre apasionado hasta el fanatismo, ambicioso hasta apetecer para sí y para su hermano los primeros puestos, violento hasta desear que cayera fuego del cielo y arrasara una aldea en Samaria... Jesús, que lo conocía bien, le puso por nombre "Hijo del Trueno". De esa madera hizo Jesús un santo, de esa madera hemos hecho nosotros un héroe nacional, pero el verdadero Santiago es el que hizo Jesús: el apóstol cuya fiesta celebramos los cristianos. Jesús eligió al hijo del Zebedeo, a Santiago, para hacer de él un apóstol y un testigo; esto es, un hombre capaz de obedecer a Dios antes que a los hombres, capaz de predicar el evangelio en todas partes con oportunidad y sin ella, capaz de beber el cáliz que bebió su Maestro y dejarse matar por la verdad, pero, sobre todo, un mensajero humilde, consciente, como Pablo, de que "llevamos el evangelio en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros". A nosotros nos ha sido relativamente fácil montar a caballo al "HIjo del Trueno", y hacerlo cabalgar sobre nuestros enemigos. Nosotros hemos hecho de Santiago un símbolo nacional, y hemos exaltado en él todas nuestras virtudes y también todos nuestros defectos. Hemos canonizado, de esta suerte, nuestro orgullo nacional, nuestras intransigencias e intolerancias, nuestro celo y nuestros celos. Y hemos creído que el señor Santiago y hasta el mismo Dios estaban con nosotros en todas nuestras batallas y contra todos nuestros enemigos; pero este Santiago, que nos hemos inventado, el Santiago de la leyenda, el de Clavijo, no es más que el centauro ideológico de nuestro nacionalcatolicismo. El nacional-catolicismo es un contubernio de la religión y la política, un intento de la religión de utilizar para sus fines el poder político, y un intento del poder político de manejar la religión en provecho propio. En cualquier caso siempre es el intento de la religión y del poder para imponerse sobre un pueblo. Podemos celebrar la fiesta de Santiago para consolidar nuestros prejuicios nacional-catolicistas, o para desmontar a Santiago de su caballo y descubrirlo de nuevo pie a tierra en la realidad del evangelio. El apóstol Santiago, que predicó el evangelio con humildad, el testigo que fue decapitado por Herodes Agripa, nos invita a renunciar a cualquier fuerza que no sea la fuerza de la palabra de Dios. Porque ésta es la única espada que necesitamos para extender la buena noticia en el mundo. El camino de Santiago, el que recorrió Santiago sin otro equipo que un bastón y unas sandalias, no puede recorrerlo la iglesia si no se desprende de toda pompa y de todo apoyo en los poderes de este mundo. Lejos, pues, de triunfalismos, lejos del poder y la riqueza, no son medios aptos para el evangelio, Santiago nos llama hoy a seguir, como él, a Jesucristo, el cual vino para servir y no para ser servido; para morir en el despojo de la cruz y no para despojar a nadie. No es éste un camino de placer para turistas, sino un camino difícil y necesario para todos los creyentes. EUCARISTÍA |
REFLEXIÓN 2 |
"ALGUNAS PISTAS" 1.La fiesta de un apóstol. Hace un mes celebrábamos la festividad de san Pedro y san Pablo; hoy la de Santiago. Estos hombres están en el origen de la fe y de la Iglesia. Ambas son apostólicas: arrancan de quienes convivieron con Jesús y fueron luego testigos de su resurrección. Para ser fieles a Jesucristo en nuestras circunstancias concretas de tiempo y lugar, debemos conectar con ellos: cada domingo los encontramos en el evangelio; son ejemplo y modelo para nosotros; como ellos, también nosotros seguimos a Jesucristo; como ellos, "creímos, por eso hablamos". 2.El equívoco. Aquella madre quería lo mejor para sus hijos: "que se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Pero no había comprendido gran cosa del reino. Tampoco los otros diez, que "se indignaron contra los dos hermanos". Primeros puestos, vanidades, influencias, envidias... Nosotros, ¿nos creemos acaso mejores que ellos? 3.El seguimiento. Llenos de osadía y sin saber lo que se dicen, afirman que pueden beber el cáliz de Jesús. La respuesta de éste ("mi cáliz lo beberéis") nos resulta muy consoladora: Dios es lo bastante poderoso como para hacer de nosotros auténticos seguidores del Señor, a pesar de las debilidades y equívocos que renacen continuamente. También el seguimiento es un don, una gracia, un milagro renovado de su omnipotencia bondadosa. Podemos confiar: también nosotros beberemos su cáliz, participaremos en su mismo destino. 4.No será así entre vosotros. La lección la sabemos perfectamente y la aceptamos: en la Iglesia las palabras-clave no son el poder o el dominio, sino el servicio: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo". Pero ¿no habremos caído en una inflación de palabras? No basta con repetir la palabra servicio para cambiar las actitudes de fondo. Se imponen, por tanto, el examen y la conversión sinceros de cuantos ejercemos una responsabilidad en la Iglesia. Pasemos revista a ello. 5.El Hijo del Hombre ha venido a servir a los demás y a dar su vida. Esta misma medida debe ser aplicada también para los cristianos, las comunidades cristianas y la Iglesia entera en nuestras relaciones con los hombres y la sociedad de los hombres. Con frecuencia no son relaciones sencillamente serviciales, sino de poder, dominio e imposición. No tenemos cañones, claro está, pero pretendemos poseer la verdad, la moral correcta, unos derechos... Temas como pueden ser el divorcio, las escuelas de la Iglesia, los derechos de la Iglesia y otros semejantes se prestan a una buena revisión. Y, en general, la imagen externa con que nos presentamos, con frecuencia demasiado emparentada, aún, con "los jefes de los pueblos" y "los grandes" y demasiado distanciados del Hijo del Hombre, "que no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate de muchos".
J. TOTOSAUS |
REFLEXIÓN 3 |
"LA FIESTA DE AQUEL PESCADOR" No es fácil hablar del apóstol Santiago patrón de la Iglesia de España. Porque no es fácil identificar al apóstol de JC, del que nos hablan los evangelios y el libro de los Hechos, con la imagen que a menudo hemos hecho de Santiago, patrón de España, guerrero a caballo, guerrero matamoros. * Qué fiesta celebramos Es lo primero que hoy debemos afirmar: NO CELEBRAMOS LA FIESTA DE ESTE GUERRERO, de este héroe nacional, SINO LA FIESTA DE AQUEL PESCADOR galileo, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano mayor de Juan, el evangelista; uno de los tres apóstoles que los evangelios nos presentan más íntimamente relacionados con JC (Pedro, Juan, Santiago); el primero de los apóstoles que (como escuchamos en la primera lectura) dio su vida en testimonio de su fe en JC. Es la fiesta, por tanto, del patrón de nuestra comunidad cristiana, pero nuestro patrón no es el hombre de guerra, no es el héroe triunfador, sino un hombre sencillo que creyó en JC, que comunicó pacíficamente su evangelio, que murió como un criminal cualquiera. Curiosamente el evangelio de Mt que hemos leído, nos conserva unas palabras de JC que parecen RESPONDER ANTICIPADAMENTE A ESTA FALSIFICACIÓN que a menudo hemos cometido con la figura de Santiago. Es probable que los hermanos Santiago y Juan fueran, entre los apóstoles, los que pertenecían a una familia económicamente superior. Por ello es natural la ingenua pretensión de su madre, al pedir que también en el Reino de JC (un Reino que aún no habían comprendido) tuvieran los primeros lugares. Pero es la lección final de JC la que nos interesa. Porque la podemos escuchar como dirigida a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades, a los cristianos españoles: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, que sea vuestro esclavo; igual que el Hijo del Hombre NO HA VENIDO PARA QUE LE SIRVAN sino para dar su vida". Estas son las palabras de JC, pero cabe preguntarse si los cristianos de nuestro país no las hemos olvidado al convertir al apóstol Santiago en un personaje MAS SEMEJANTE A LOS REYES Y PODEROSOS del mundo, que no a un sencillo y entregado servidor del Evangelio, más fiel a la palabra y al ejemplo de JC que no a las pretensiones de su madre. Somos nosotros quienes hemos preferido olvidar las palabras de JC para realizar la pretensión de Salomé, la madre de Santiago: ser los primeros, los grandes, no por el camino del servicio sino por el de la imposición, el poder, la guerra, la vanidad, las apariencias. Un camino -hemos de reconocerlo- muy poco cristiano... por más adornos que se le pongan. Sin embargo no sería justo afirmar que esta actitud ha sido la de todos los cristianos españoles. Hay toda una amplia tradición de auténtico cristianismo, de auténtica fidelidad a JC y a su Espíritu de servicio. A menudo -especialmente en ciertas épocas de la historia de nuestro país- este cristianismo ha coexistido con formas más aparentes que reales de fe, con utilizaciones interesadas de la Iglesia, con deformaciones graves del camino evangélico; pero todo ello no anula la fuerza de autenticidad cristiana existente en los grandes santos de la Iglesia española y presente también en muchos cristianos desconocidos, de ayer y de hoy, seguidores del camino de entrega y de servicio que fue el de JC y el de Santiago. ¿DONDE ESTA LA DIFERENCIA fundamental entre este cristianismo auténtico y su falsificación? La fiesta de hoy puede ayudarnos a verlo con mayor claridad. Se trata de comparar las dos imágenes: la imagen auténtica de Santiago y la imagen falsa. LA IMAGEN AUTENTICA es la de un hombre sencillo, seguidor fiel de JC, entregado al anuncio pacífico del evangelio. La IMAGEN FALSA es la del guerrero con espada, que mata a unos para que ganen los otros. El primero anuncia una palabra de libertad y de vida; el segundo se impone matando a los que se le oponen. Esta es la diferencia. Y nuestra celebración de hoy debería significar nuestro deseo de fidelidad a la auténtica figura de Santiago apóstol. Que toda nuestra Iglesia sea realmente servidora, comunicadora de vida. Pidámoslo en esta eucaristía. J. GOMIS |