INTRODUCCIÓN

SOLEMNIDAD DE
TODOS LOS SANTOS
El significado de esta Solemnidad
La liturgia católica ha dedicado esta Fiesta
especial a hacer presentes en nuestra memoria a todas
aquellas personas que, superando la debilidad y las
tentaciones, fueron dóciles a la acción del Espíritu Santo y
ahora comparten la gloria de Cristo. Hoy recordamos, pues,
que los santos son todas aquellas hijas e hijos de Dios que
vivieron la fe, la esperanza y la caridad siguiendo el
ejemplo de Jesús, y que practicaron en modo eminente las
Bienaventuranzas descritas en el Sermón de la Montaña. (Mt
5, 1-12). Hoy, el Pueblo de Dios se alegra por el triunfo de
todos sus hermanos y hermanas que han trabajado, no sin
fatiga, y a veces pagando con el precio de la vida, por la
construcción del Reino de Dios, es decir, por la edificación
de una nueva civilización donde reinen la justicia, la
verdad, la fraternidad y la libertad de los hijos de Dios en
la concordia y la paz.
Orígenes e historia de la fiesta
Esta fiesta nos recuerda que podemos vivir ya
desde ahora en la vida eterna si nos comprometemos con
determinación a transformar este mundo con la fuerza del
Evangelio. Sus raíces son antiguas: en el siglo IV se empezó
a celebrar la conmemoración de los mártires, común a varias
Iglesias. Los primeros rastros de esta celebración los
encontramos en Antioquía, en el domingo después de
Pentecostés; san Juan Crisóstomo ya hablaba de ello. Entre
los siglos VIII y IX, la fiesta comenzó a difundirse en
Europa, y en Roma específicamente en el IX: aquí fue el Papa
Gregorio III (731-741) quien eligió la fecha del 1 de
noviembre para coincidir con la consagración de una capilla
en San Pedro dedicada a las reliquias "de los Santos
Apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de
todos los justos hechos perfectos que descansan en paz en
todo el mundo". En la época de Carlomagno esta fiesta ya era
ampliamente conocida y celebrada.
Nadie se salva solo
Para esta importante Fiesta litúrgica -que ha
sido también llamada la "Pascua de Otoño"- el Papa
Francisco mismo nos ha invitado en su exhortación
apostólica Gaudete
et exsultate a que: "No pensemos solo en los ya
beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama
santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios,
porque «fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los
hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con
otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en
verdad y le sirviera santamente» (Conc.
Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia,
9.). El Señor, en la historia de la salvación, ha
salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin
pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como
individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta
la compleja trama de relaciones interpersonales que se
establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una
dinámica popular, en la dinámica de un pueblo", (cf GE,
n.3)
El camino comunitario de la santificación
En otro
pasaje de la misma exhortación del Papa Francisco,
leemos que: "La santificación es un camino comunitario, de
dos en dos. Así lo reflejan algunas comunidades santas. En
varias ocasiones la Iglesia ha canonizado a comunidades
enteras que vivieron heroicamente el Evangelio o que
ofrecieron a Dios la vida de todos sus miembros. Pensemos,
por ejemplo, en los siete santos fundadores de la Orden de
los Siervos de María, en las siete beatas religiosas del
primer monasterio de la Visitación de Madrid, en san Pablo
Miki y compañeros mártires en Japón, en san Andrés Kim
Taegon y compañeros mártires en Corea, en san Roque
González, san Alfonso Rodríguez y compañeros mártires en
Sudamérica. Recordemos también el reciente testimonio de los
monjes trapenses de Tibhirine (Argelia), que se prepararon
juntos para el martirio.
Del mismo modo, hay muchos matrimonios
santos, donde cada uno fue un instrumento de Cristo para la
santificación del cónyuge. Vivir o trabajar con otros es sin
duda un camino de desarrollo espiritual. San Juan de la Cruz
decía a un discípulo: estás viviendo con otros «para que te
labren y ejerciten»", (cf GE,
n.141).