PALABRA DE DIOS 
 

 

PRIMERA LECTURA
Miqueas 5, 1-4a

PRESENTACIÓN

Nos hallamos en la segunda mitad del siglo VII a.C..

El profeta Miqueas, contemporáneo de Isaías, anuncia al Mesías que ha de venir a salvar al pueblo.

Como Isaías, Miqueas es del reino de Judá, pero a diferencia de Isaías, que es un notable de Jerusalén, Miqueas es un campesino, como Amós.

Durante la invasión asiria se refugió en Jerusalén y no le gustó nada lo que vio. Por eso fustigó duramente a los ricos acaparadores, a los comerciantes fraudulentos, a los jueces venales, a los sacerdotes y profetas codiciosos... y anunció un juicio de Dios contra su pueblo: "Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero; y encima se apoyan en el Señor" (3,11).

Pero también mantuvo la esperanza de la salvación de un "resto" y anunció el establecimiento de la dinastía de David.

Isaías, como hemos dicho, notable de Jerusalén, hablará de la importancia que tendrá Jerusalén el día que llegue la salvación de Yhavhé; el campesino Miqueas pone la importancia en la patria del rey David, en Belén de Efrata. Está más sensibilizado con el David pastor, que con el David rey.

Así, pues, ¿de dónde vendrá la salvación? La respuesta del profeta es clara: no vendrá de la ciudad de Jerusalén, sino de la pequeña y sencilla aldea de Belén. La dinastía de David tiene que reencontrar sus raíces.

El nuevo pastor de Israel tendrá conciencia de su origen humilde; de su pertenencia a la casa de David; por él, el pueblo disperso volverá a reunirse; El Señor guiará a su pueblo por medio de él; instaurará una era de tranquilidad y paz.

Este anuncio no se realizó plenamente con ningún rey.

El Mesías que aquí se dibuja va más allá de la monarquía de Israel.

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA MIQUEAS 5, 1-4a

De ti saldrá el jefe de Israel

Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel.

Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial.

Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz,

y el resto de sus hermanos

retornará a los hijos de Israel.

En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios.

Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz."

Palabra de Dios

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 79

PRESENTACIÓN

El salmo 79 tiene el tono de lamentación y súplica, tras una desgracia terrible: invasión militar.

Y Dios parece mostrarse indiferente y callado. De ahí el tono con el que comienza el salmo.

"Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a Israel como un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos".

Y la respuesta que se va dando a la recitación del salmo, expresa la necesidad que tienen del Señor, pues sin él no pueden llegar a ningún sitio.

"Oh Dios, restáuranos
que brille tu rostro y nos salve."

Hacia el final del salmo, se dirige a Dios una súplica apremiante para que vuelva a defender a las víctimas, rompiendo su silencio.

"Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña"

En este punto, el salmo se abre a una esperanza con tintes mesiánicos: por una parte, que proteja al rey, por otra, al hombre que fortaleció.

"Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste"

Para que el Señor vuelva a su pueblo, es necesario que éste vuelva a Él.

"No nos alejaremos de ti;
danos vida para que invoquemos tu nombre"

SALMO 79

R/. OH DIOS, RESTÁURANOS, QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE

Pastor de Israel, escucha, 
tú que te sientas sobre querubines, resplandece. 
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
R/. OH DIOS, RESTÁURANOS, QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE.

Dios de los ejércitos, vuélvete: 
mira desde el cielo, fíjate, 
ven a visitar tu viña, 
la cepa que tu diestra plantó, 
y que tú hiciste vigorosa.
R/. OH DIOS, RESTÁURANOS, QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE.

Que tu mano proteja a tu escogido, 
al hombre que tú fortaleciste. 
No nos alejaremos de ti: 
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
R/. OH DIOS, RESTÁURANOS, QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE.

 

 

SEGUNDA LECTURA
Hebreos 10, 5-10

PRESENTACIÓN

Había estado hablando la carta a los Hebreos de la superioridad de Cristo sobre los sacerdotes levíticos, de la superioridad del culto con la mediación de Cristo Sumo Sacerdote, de la superioridad del sacrificio de Cristo, respecto a los sacrificios mosaicos.

El texto de hoy es una recapitulación de todos estos temas.

Así, pues, el sacrificio de Cristo pone fin a lo que en el Antiguo Testamento eran signos de lo que serían los tiempos mesiánicos.

Los sacrificios del antiguo Testamento, aun tantas veces repetidos, precisamente por eso se repetían, no quitaban los pecados, no tenían un valor purificador definitivo.

El sacrificio de Cristo sí, aniquila el pecado en su totalidad y nos abre el camino de la santidad.

El Hijo de Dios, que existe desde siempre, de la misma naturaleza del Padre, desde su entrada en el mundo, desde su encarnación, se ofrece como víctima. 

Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, se ofrece como tales por la salvación del mundo; esta entrega total tiene su máxima expresión en la cruz.

Por lo tanto, podemos afirmar que los caminos de Dios pasan por el abajamiento, por el ponerse a nuestro nivel, para desde ahí sacarnos de nuestra situación pecadora. Lo dirá San Pablo: Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente ser igual a Dios, sino que se despojó de su rango, tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres (Flp 2, 6-8)

La voluntad del Padre se ha cumplido; y por la muerte y resurrección del Hijo, la muerte ha sido vencida y se ha inaugurado una vida nueva sin fin.

LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 10, 5-10

Aquí estoy para hacer tu voluntad

Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.""

Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad."

Niega lo primero, para afirmar lo segundo.

Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

 

 

ACLAMACIÓN
Lc 1, 38

 He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

 

EVANGELIO
Lucas 1, 39-45

PRESENTACIÓN

Los "pobres de Yhavhé" estaban a la espera de la intervención de Dios en la historia por medio de su Mesías.

Ha llegado ya el tiempo del cumplimiento de las promesas. La anunciada virgen-madre del Dios-con-nosotros, se pone en camino hacia Judá.

Para San Lucas el centro teológico de la salvación es Jerusalén.

La salvación que viene de Dios, comienza a realizarse en Nazareth, tiene su centro en Jerusalén y desde allí se extiende a los confines de la tierra.

Como el arca de la alianza fue llevada, con alegría, en tiempos del rey David a Jerusalén, María "arca de la alianza" del Nuevo Testamento, va con alegría a casa de su pariente Isabel.

Se podría hablar, por una parte, de la visita de María a Isabel, que la necesita y por otra, de la primera visita del Mesías a quien va a ser su precursor y el que lo señale entre los hombres, en este caso, María, aparece unida a la visita salvadora del Señor a su pueblo.

Y esta visita a la casa de Zacarías e Isabel, produce sus efectos: Isabel se llena del Espíritu Santo, que le hace proclamar a María "Bendita entre las mujeres" y bienaventurada por su fe: "Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá y su hijo salta de alegría en el seno materno.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 
1, 39-45

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

Palabra de Dios