"TONO
NAVIDEÑO Y MARIANO"
En
este domingo encontramos un claro cambio de tono en los
textos: apuntan a la Navidad y su misterio. Cuando la
sociedad a nuestro alrededor está sumergida en un ritmo
precipitado de programa de fiesta y anuncios
comerciales, nosotros somos invitados a vivir la Navidad en
cristiano: o sea, desde la perspectiva del que viene, Jesús,
y de su Madre, María. Lo típico de este domingo es la
atención a "los acontecimientos que prepararon de
cerca el nacimiento del Señor" (OLM 93).
El
profeta Miqueas (este año C no escuchamos a Isaías, sino a
varios profetas) es el que nos ha señalado ya con el
dedo al pueblecito de Belén y nos ha anunciado que Dios
viene a traer paz y liberación. Nos disponemos, por
tanto, a recibir al Salvador.
Como
nos ha hecho orar el salmo: "restáuranos, que brille
tu rostro y nos salve". La Navidad ya está cerca
y debemos preparar nuestros ánimos a celebrarla con gozo y
en profundidad.
EL
SEÑOR VIENE A ENTREGARSE POR NOSOTROS
El
que nos enseña mejor a dar sentido a la Navidad no son los
profetas, sino el mismo Cristo Jesús, tal como nos lo
presenta la segunda lectura de hoy.
Desde
su encarnación, Jesús viene con esta actitud de entrega
total: "aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad". Con la ofrenda de su Cuerpo, allá en la
perspectiva de la Cruz, presente ya desde este primer
momento, Jesús nos va a salvar.
Está
bien que ya desde Navidad pensemos en Pascua. Ese Niño que
nace en Belén , y que nos va a dar motivos entrañables
de meditación y gozo, es el mismo que luego se
entregará por la salvación de la humanidad: ha venido a
eso, ésta es su vocación mesiánica. No ofrecerá
dones o sacrificios de animales, sino su propia vida, su
persona. Prestar cosas, hacer regalos, es
relativamente fácil. Darse a sí mismo, con disponibilidad
absoluta, es la gran lección que Jesús nos enseña desde
el primer momento hasta el último de su existencia.
El Jesús que nace es el Jesús-Mesías, el Enviado de Dios,
que "ha visitado y redimido a su pueblo",
sobre todo en su Pascua. Por eso, como cada vez que
celebramos la Eucaristía, también la de la Navidad tendrá
como punto de mira la Pascua: la Eucaristía es el
memorial, la celebración sacramental de la Muerte salvadora
de Cristo en la Cruz. Está bien que, al menos uno de
los tres años del ciclo de Adviento y Navidad, nos
haga recordar que entre esta fiesta que preparamos y la de
Pascua hay una relación estrechísima.
LA
MEJOR DISCÍPULA DE LA NAVIDAD DE JESÚS: SU MADRE
Cada
año, este cuarto domingo de Adviento parece como si fuera
una fiesta de la Virgen. La madre del Mesías nos
prepara a recibirle con fe y profundidad. El color mariano
podría tener una concreción ya en algún canto, y también
"estrenando" hoy el prefacio III de
Adviento, que tiene por título "María, nueva
Eva". En él aparece María como una síntesis de
todos los justos del AT que esperaron al Mesías, la
verdadera "hija de Sión", la Madre del que
ha traído a la humanidad la paz y la salvación y ha
abierto caminos de vida, al contrario de Eva.
a)
La primera lección que María da a los cristianos para esta
Navidad es la de la fe mesiánica: ella creyó a Dios
y acogió a su Enviado en su seno con entrañable amor de
Madre. Su prima le dirá "dichosa tú, que has creído".
Ya parece el anuncio de otras
"bienaventuranzas" que en el Evangelio, y por boca
del mismo Jesús, se dirán de ella: su actitud mejor
es la de haber oído la Palabra de Dios y haberla creído.
b)
Este año, con el evangelio concreto de la Visitación (cada
año es distinta la "escena mariana" de este
domingo), se pone de manifiesto también la disponibilidad
de la Virgen, su entrega por los demás. En lo que
también se muestra discípula aprovechada en la escuela
de su Hijo. Llena de la presencia mesiánica, corre a ayudar
a su prima: encuentra tiempo, sale de su programa y de
su horario, recorre distancias y va a pasar unos meses con
ella. No es egoísta. No se encierra en sí misma a
rumiar gozosamente su alegría.
¿No
es exactamente la actitud de Cristo, que viene a entregarse
por los demás? ¿No es también la actitud que se
espera de un cristiano y de la comunidad entera: que no sólo
crezca en su fe cara a Cristo, sino que esta fe se traduzca
en una caridad de entrega por los más necesitados de
nuestra ayuda? Precisamente porque Ella (y nosotros) ha
experimentado la cercanía y el favor de Dios, (en la
Navidad tenemos una experiencia todavía más intensa
de este don), aprendemos de Ella a "visitar" a los
demás.
c)
María aparece en esta escena, y a lo largo de estas fechas
que se acercan, como portadora de Dios a los demás.
El Mesías está ya en su seno y ella es la
"evangelizadora", la portadora de la buena
noticia de la salvación.
Esta
es la misión de la Iglesia y de cada cristiano en su
ambiente: llevar a Cristo, anunciar la noticia
palpitante -hecha testimonio de vida en nosotros- de que
Dios es el Dios-con-nosotros. Esta faceta
"misionera" de María completa y traduce en vida
su entrañable fe mesiánica. Si nosotros celebramos
al Dios que nace en Navidad, es para "darlo"
también a los demás: a los hijos, a los padres, a los
hermanos, a la sociedad que nos rodea, a la comunidad
religiosa a la que pertenecemos...
María,
símbolo de una Iglesia que quiere ser apóstol y testigo de
Cristo en el mundo de hoy. Celebramos que Dios es el
Dios-con-nosotros. Y la consecuencia es doble: que
nosotros queremos ser nosotros-con-Dios, pero también
nosotros-con-los-demás.
J.
ALDAZABAL (+)