
Señor mío, en tu presencia queremos disponer nuestro
corazón para este momento de oración.
Envíanos tu Espíritu Santo para que nos ilumine, abra la
mente y el corazón a todo lo que
Tú nos quieres decir hoy; para que esta oración aumente
nuestra fe en el amor a Dios, y sepamos entregarnos con
amor y sin reservas a la misión.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz. Gracias Señor, por
alimentarnos con tu Palabra.
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Texto
“Ver con los
ojos del corazón, lo que dice el texto”
Lucas 1, 39-45
“En aquellos días, se puso en camino María y se fue con
prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo
el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo
y exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga
a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi
seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” |

para conseguir depositar
la Palabra en nuestro corazón
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“Dejarnos penetrar por
la Palabra, cuestionar nuestra vida a la luz de la
Palabra”
“En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura
saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre!” (vv. 41-42).
Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como
un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo.
En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da
el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel.
Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto
sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra
comunicación que aprendemos incluso antes de venir al
mundo. El seno materno que nos acoge es la primera
“escuela” de comunicación, hecha de escucha y de
contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos
con el mundo externo en un ambiente protegido y con el
sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la
mamá. Este encuentro entre dos seres a la vez tan
íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un
encuentro lleno de promesas, es nuestra primera
experiencia de comunicación.
Después de llegar al mundo, permanecemos en un “seno”,
que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en
relación; la familia es el “lugar donde se aprende a
convivir en la diferencia” (Evangelii gaudium, 66). Y
cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y
más diversas son las edades, más rico es nuestro
ambiente de vida. Es el vínculo el que fundamenta la
palabra, que a su vez fortalece el vínculo.
La experiencia del vínculo que nos “precede” hace que la
familia sea también el contexto en el que se transmite
esa forma fundamental de comunicación que es la
oración. Así, la mayor parte de nosotros ha aprendido
en la familia la dimensión religiosa de la comunicación,
que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor
de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los
demás. Lo que nos hace entender en la familia lo que es
verdaderamente la comunicación como descubrimiento y
construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse,
sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los
silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no
se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes
las unas para las otras. Reducir las distancias,
saliendo los unos al encuentro de los otros y
acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo
de María y del salto del niño brota la bendición de
Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magníficat,
en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella
y su pueblo. De un “sí” pronunciado con fe, surgen
consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos
y se expanden por el mundo. “Visitar” comporta abrir las
puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el
otro.
Algunas preguntas para
ayudarnos en la meditación y en la oración.
-
¿Cuál
es la causa de la alegría de las dos mujeres?
-
María e Isabel
vivieron fuertes experiencias de Dios y las
compartieron entre ellas. ¿Nuestras comunidades son
espacios vivos que permiten compartir y celebrar la
experiencia de Dios que vive cada una? ¿Encuentros
así nos ayudan a vivenciar la presencia del Espíritu
Santo en la comunidad?
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¿Qué
lección nos da el Evangelio de hoy para nuestra
vivencia de la Navidad?
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LECTURA: ¿Qué dice el
texto?
El evangelista, describiendo la salida de María hacia
Judea, usa el verbo anístemi, que significa levantarse,
ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se
usa en los evangelios para indicar la resurrección de
Jesús o acciones materiales que comportan un impulso
espiritual; podemos suponer que Lucas, con esta
expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva
a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar
al mundo el Salvador. El texto evangélico refiere,
además, que María realiza el viaje "con prontitud" (Lc
1,39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc
1,39), en el contexto lucano, es mucho más que una
simple indicación topográfica, pues permite pensar en el
mensajero de la buena nueva descrito en el libro de
Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del
mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas,
que anuncia salvación!”
El mensaje cristiano es de alegría y, en esa atmósfera
de alegría, la lectio de hoy nos da un regalo: primero,
una actitud; segundo,
un hecho.
La actitud es el servicio. Un servicio, el de
María, que se realiza sin dudar. María, dice el
Evangelio, fue aprisa, y eso a pesar de estar encinta y
correr el riesgo de caer en manos de bandidos a lo largo
del camino. Se levanta y va, sin excusas, fue sin
demora. ¡Valentía de mujer! Las mujeres valientes que
hay en la Iglesia son como la Virgen; se levantan y
sirven, El servicio es un signo cristiano, servicio con
alegría; esa es la actitud para subrayar.
El hecho es el encuentro entre María y su
prima. Estas dos mujeres se encuentran y lo hacen con
alegría; ¡ese momento es toda una fiesta! Si
aprendiéramos este servicio de ir al encuentro de los
demás, ¡cómo cambiaría el mundo! El encuentro es otro
signo cristiano. Tanto el servicio como el encuentro
requieren salir de uno mismo: salir para servir y salir
para encontrar, para abrazar a otra persona. El Señor
está en el servicio, el Señor está en el encuentro.
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“Le hablo al Señor,
escucho el yo de Jesús y mi yo para llegar a una
intimidad de amor”
María, mujer de la escucha, abre nuestros
oídos; haz que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo
Jesús entre las mil palabras de este mundo; haz que
sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, cada
persona que encontramos, especialmente aquella que es
pobre, necesitada, en dificultad. “Virgen
Santa María, llena nuestros corazones del Espíritu
divino que colma el tuyo”.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra
mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la
Palabra de tu Hijo Jesús, sin titubeos; dónanos el
coraje de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que
otros orienten nuestra vida. “Virgen
Santa María, llena nuestros corazones del Espíritu
divino que colma el tuyo”.
María, mujer de la acción, haz que nuestras
manos y nuestros pies se muevan “sin demora” hacia los
otros, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo
Jesús, para llevar, como tú, en el mundo la luz. “Virgen
Santa María, llena nuestros corazones del Espíritu
divino que colma el tuyo”.
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CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo
interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
“Entrar en la luz que ha
dejado la Palabra en mi mente y mirarle a Jesús con paz
y amor, con silencio y suavidad”
Visualizando la imagen de la Visitación, escuchamos el
canto “Sales Presurosa”
https://www.youtube.com/watch?v=_wqCgmwac_Q
ACCIÓN: ¿A qué me o
nos comprometemos con Dios?
Vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las
personas con las que convivo.
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TOMADO DE:
Dominicas de la Presentación |
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