
Ven Espíritu
Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a
nuestras conciencias.
Mueve nuestra
inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el
Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el
Cristo.
Que tu Palabra llegue a
toda nuestra vida y se haga vida en nosotros. Amén
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Texto
“Ver con los
ojos del corazón, lo que dice el texto”
1,1: Al principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
1,2: Ella existía al principio junto a Dios.
1,3: Todo existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto existe.
1,4: En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
1,5: la luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.
1,6: —Apareció un hombre enviado por Dios, llamado
Juan,
1,7: que vino como testigo, para dar testimonio de
la luz, de modo que todos creyeran por medio de él.
1,8: Él no era la luz, sino un testigo de la luz.
1,9: La luz verdadera que ilumina a todo hombre
estaba viniendo al mundo.
1,10: En el mundo estaba, el mundo existió por ella,
y el mundo no la reconoció.
1,11: Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
1,12: Pero a los que la recibieron,
a los que creen en ella,
los hizo capaces de ser hijos de Dios:
1,13: ellos no han nacido de la sangre
ni del deseo de la carne,
ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados
por Dios.
1,14: La Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y verdad.
1,15: Juan grita dando testimonio de él: Éste es aquél
del que yo decía: El que viene detrás de mí, es más
importante que yo, porque existía antes que yo.
1,16: De su plenitud hemos recibido todos:
gracia tras gracia.
1,17: Porque la ley se promulgó por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el
Mesías.
1,18: Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único,
Dios,
que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a
conocer.
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para conseguir depositar
la Palabra en nuestro corazón
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“Dejarnos penetrar por
la Palabra, cuestionar nuestra vida a la luz de la
Palabra”
1. ¿Qué significa para mí que Jesús sea
la Palabra eterna? ¿Entiendo que la existencia de Dios
es desde toda la eternidad? ¿Encuentro en el misterio de
la encarnación el gran amor de Dios por la humanidad?
2. ¿Cómo sería mi vida, y la vida de la
humanidad sin la encarnación? ¿Conoceríamos a Dios
Padre, de la forma en que lo conocemos? ¿Comprendo que
sin encarnación, no existiría la Buena Noticia? ¿Pensar
esto me llevo a tener una actitud de plena gratitud?
¿Cómo lo expreso?
3. ¿Comprendo que Dios al tomar una
condición humana, muestra al hombre la imagen de lo que
debería ser verdaderamente? ¿Por lo tanto busco
asemejarme a la persona de Jesús, en su vida, gestos,
palabras, y sentimientos?
4. El Verbo al encarnarse eligió la
pobreza, y la humildad. Por lo tanto, si siendo Dios no
eligió la exuberancia, ni el poder, ¿qué me dice esto a
mí? ¿A veces busco más el éxito que la paz? ¿Lo
placentero que lo verdaderamente duradero? ¿Ante esto
recuerdo el ejemplo de la encarnación?
5. ¿Soy consciente de que sin encarnación
no habría redención? ¿Mi vida cristiana hoy se
caracteriza por buscar los medios adecuados para la
redención, y la misericordia de Dios?
6. ¿Entiendo que conocer la Palabra de
Dios, también me impulsa a ser misionero y transmitirla? |

LECTURA: ¿Qué dice el
texto?
Este domingo esta encuadrado dentro de la octava de
Navidad; por lo tanto seguimos de “fiesta”, la alegría
de la natividad de Jesús permanece en nuestros
corazones.
La lectura de este domingo es conocida como el “Prologo
de San Juan”. Se trata de los primeros versículos a modo
de introducción de su Evangelio.
Con esta lectura, la liturgia dominical nos invita a
reflexionar entorno al misterio de la Palabra Eterna de
Dios, encarnada, viviendo en nuestra humanidad. Juan
presenta a Jesús como la “Palabra” de Dios
personificada, que “existía” y “estaba” desde siempre
junto al Padre y “era Dios”.
Estos tres verbos que coloca Juan (existir, estar y
ser), uniéndolos a lo que en griego se dice “logos” (O
sea Palabra expresada, verbo en acción), nos dan a
entender la unidad de Jesús, el Cristo, el Señor y la
Palabra que Dios pronuncia para salvarnos. Esa Palabra
trasciende infinitamente el mundo y la historia, pero a
la vez es una Palabra “creadora”.
“Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra”,
y en ella esta la Vida, que ilumina a los hombres. Y
para revelarles el rostro invisible de Dios y hacerlos
participar en su filiación, es decir en ser Hijos de
Dios, la Palabra eterna “se hizo carne” en el seno de
María y vino a convivir con los hombres “como Hijo
único” del Padre.
Este es el misterio de la encarnación: Dios ahora tiene
un rostro humano en la persona de Jesús. Es el misterio
de los misterios. Dios se hace hombre. Cuando el
evangelista se refiere al “principio”, la expresión
recuerda el primer capítulo del Génesis, pero aquí no se
refiere al comienzo del mundo, sino al “principio” en
sentido absoluto, cuando no existía nada fuera de Dios.
A la vez Juan anticipa el tema del eterno conflicto
entre la luz y las tinieblas, tan destacado en su
Evangelio.
La “luz” es la Palabra, las “tinieblas” son las fuerzas
del mal. Luz verdadera, capaz de satisfacer la sed que
tiene el hombre de ver a Dios. El relato por un momento
se interrumpe para refutar a los partidarios de Juan el
Bautista, que hasta el momento lo consideraban el
Mesías. Aclara que el Bautista solo fue testimonio de la
luz, pero que no era la Luz. Cristo, la Palabra hecha
carne es esta luz que vence las tinieblas. “Carne” en el
lenguaje de la Biblia, designa todo hombre en su
debilidad de ser corruptible. Hacerse carne significa
hacerse persona humana, de carne y hueso como solemos
decir.
Los hombres, en cambio, los suyos, su pueblo, el mundo,
no tuvieron a bien recibirlo: lo desconocieron. Hubo, no
obstante, quienes aceptaron a Jesús como el Mesías, el
Hijo de Dios vivo. Y éste los elevó a ser Hijos de Dios.
La Gracia, la Misericordia, el Amor inefable de Dios se
desbordó sobre la humanidad necesitada y la hizo
partícipe de su Gloria.
Este es Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, el Verbo del
Padre. Desde ahora veremos en una lectura panorámica del
Evangelio de Juan, esta contraposición entre la Luz y
las tinieblas, entre Dios y el maligno, entre Jesús y
los Fariseos, Sacerdotes y conocedores de la Ley que no
son capaces de vivirla.
Reconstruimos el texto:
1. ¿Qué es lo que existe desde el principio?
2. ¿Junto a quién estaba la Palabra?
3. ¿Quién es esta Palabra?
4. ¿Qué fue hecho mediante la Palabra?
5. ¿De que daba testimonio Juan? ¿Quién era Juan?
6. ¿Cuál es la función de la Palabra como Luz?
7. ¿Qué poder se les otorga a quienes reciben, y creen
en la Palabra?
8. ¿Cómo continua la frase “La Palabra se hizo carne y…?
9. ¿Por qué se dice que Juan dio testimonio sobre Jesús?
10. ¿Por quién nos ha llegado la gracia?
11. ¿Quién nos ha revelado a Dios Padre?
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“Le hablo al Señor,
escucho el yo de Jesús y mi yo para llegar a una
intimidad de amor”
Pon tu palabra en
medio de mi vida.
Pon mi vida en tu
mano, pon tu mano en la voz que ahora digo.
Pon el sol en mis
ojos, pon tus ojos aquí, en estas preguntas; tus caminos
trázalos en los míos.
Quiero irme en tu
marcha, quiero darles tu música a mis pasos.
Tu eres la Palabra
hecha carne, y habitas entre nosotros,
que siempre pueda reconocer tu presencia iluminadora de
la vida.
Señor de mí nace hoy
la gratitud, porque has donado tu gracia.
No nos dejes olvidar
tu Palabra, que nos muestra la ruta hacia lo eterno. -
AMÉN -
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CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo
interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
“Entrar en la luz que ha
dejado la Palabra en mi mente y mirarle a Jesús con paz
y amor, con silencio y suavidad”
Para el momento de la contemplación
podemos repetir varias veces este versículo del texto
para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro
corazón:
«La Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros» (Versículo 14)
Y de esta forma nos ponemos en
contemplación.
ACCIÓN: ¿A qué me o
nos comprometemos con Dios?
Vuelvo a
leer detenidamente las lecturas.
Hoy el Señor me invita a conservar el
espíritu festivo y alegre de la Navidad.
Me comprometeré a ser testimonio
activo de alegría cristiana en mi familia, ambientes de
trabajo, o en lo cotidiano.
Gestos concretos que expresen la
misericordia, y el amor de Dios.
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TOMADO DE:
cristonautas |
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