REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

"BUENAS NOTICIAS"

¿Qué podemos pretender ser ante Dios? Nada.; y menos aún si pensamos que, habiendo sido creados a su imagen y semejanza, tomamos la decisión de romper con el creador.

¿Quiénes eran ante el pueblo de Israel aquellos pastores que pasaban los días guardando los rebaños en el campo? Nada: unas personas mal vistas, pues no asistían a la sinagoga ni guardaban el sábado.

Y fue a ellos, a los marginados, a los pobres, a quienes Dios por medio del ángel, anunció la Buena Noticia del nacimiento del "Salvador, el Mesías, el Señor".

También hoy, primer día del año, la Palabra de Dios viene cargada de buenas noticias para nosotros, pobres y pecadores.

Nos dice la Palabra de Dios que Él nos quiere, que nos bendice, es decir, que "dice bien" de nosotros; que no nos aparta su cariño; que está ahí, a nuestro lado, para protegernos, para que no andemos perdidos a la intemperie; que Él es cobijo seguro en los momentos difíciles, en los desiertos y en los fríos de la vida.

Y la Palabra de Dios nos sigue dando buenas noticias. Y es Buena Noticia que Él es un Dios cercano, tan cercano que ha proyectado su rostro sobre nosotros para que podamos acercarnos a Él cuando nos acercamos a nuestros semejantes. Sólo viendo a Dios en los demás es posible el respeto, la acogida del que es diferente, la defensa de la dignidad de la persona, en definitiva, la paz que nos ofrece.

Otra Buena Noticia: cuando a Dios le pareció bien, nos mandó lo que más quería, su Hijo que, viviendo entre nosotros, caminó a nuestro lado, como uno más, en todo semejante a nosotros menos en el pecado.

Él se hizo compañero de camino y Camino; fue Palabra de Dios encarnada para marcarnos, con su palabra y su vida, la senda que llega al Padre; fue alimento y Cordero de Dios que se inmola en el altar de la cruz para saldar la cuenta pendiente por el pecado.

Por eso podemos decir que volvemos a ser hijos de Dios y herederos de su Reino. Nuestra vida tiene un futuro más allá de la muerte. Al final del camino hay un Padre que espera con brazos abiertos y abre la puerta de su casa a los que retornan, aunque, en realidad, aun sin darnos cuenta, siempre nos ha guiado y nos ha tendido la mano.

Ante estas buenas noticias, dos actitudes necesarias: la de María: "meditarlas en el corazón" y la de los pastores: "contarlo todo", para que los que oigan, puedan, también, acoger la Buena Noticia de que Dios ha enviado a su Hijo, llamado Jesús, que significa, y es, el Salvador.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

ACOGIERON LA BUENA NOTICIA

¿Quiénes son estos pastores a los que el ángel del Señor ha dirigido su mensaje? Siguiendo una tradición antigua se les identifica con los pobres de la tierra, los que viven alejados de los pueblos y no pueden cumplir reglamentos de la ley ceremonial de los judíos. Todas estas notas parecen ser auténticas. Sin embargo, no podemos olvidar que nos hallamos en Belén, ciudad del rey David, que fue pastor, llamado por Dios de entre el rebaño; tampoco olvidemos a Abraham y los patriarcas, que, siendo pastores, escucharon la llamada de Dios y recibieron su visita. En otros pueblos del oriente antiguo se han contado historias más o menos semejantes. Por todo eso pensamos que los pastores del relato no son simplemente los pobres y alejados, sino también aquéllos que están prontos a escuchar la voz de Dios y a fundar su nuevo pueblo entre los hombres.

Sea cual fuere su sentido definitivo, lo cierto es que los pastores aceptan la palabra del ángel, se dirigen a observar el signo y encuentran al niño acostado en el pesebre. Hasta aquí todo parece más o menos lógico. Lo verdaderamente extraño es que el signo les convenza, que hagan suyo el evangelio -creyendo que ha nacido el Salvador- y alaban a Dios por todo ello.

Nosotros, lo mismo que los pastores, nos movemos aquí en el plano de la paradoja fundamental del cristianismo: vemos por un lado a un niño, envuelto en los pañales, indefenso, sencillamente un hombre; o vemos si se quiere a un pretendido profeta del Señor que muere ajusticiado. Tal ha sido el signo, el de Belén o el del Calvario. Pues bien, sobre ese signo se descorre la palabra de la epifanía radical de Dios que anuncia: Os ha nacido (ahí lo tenéis) el salvador, el Mesías de la esperanza de Israel, el Señor de todo el cosmos. Ante esa paradoja, los pastores han respondido como creyentes; en ellos, que eran quizá los más pequeños de la tierra, ha comenzado a brillar como en Abraham, la nueva luz de la verdad de Dios para los hombres. Ante esa paradoja se nos pide también a nosotros el valor de una respuesta.

Como detalle debemos añadir que en realidad no existe adoración de los pastores (en contra de la adoración de los magos de Mt 2, 11). Su gesto se refleja en estos rasgos: a) encuentran al niño y le aceptan como signo de Dios ; b) confían en la palabra del ángel, creyendo en su evangelio (nacimiento de un salvador); c) glorifican a Dios. La historia ha comenzado en Dios, que les ha puesto en camino hacia el niño del pesebre; desde el niño, aceptando el evangelio, todo vuelve a conducirles hacia Dios, a quien alaban por su obra salvadora.

Ante el relato de los pastores, el texto de Lucas nos ofrece dos respuestas. Están a un lado los curiosos, que se admiran por lo extraño del suceso. Está en el otro la figura de María, que conserva todas estas cosas, las medita en su interior y reconoce (va reconociendo) la presencia de Dios en el enigma de su hijo envuelto entre pañales, recostado en un pesebre. También nosotros nos hemos situado ante el relato: ¿Como los pastores y María? ¿Simplemente como curiosos?

BIBLIA  LITÚRGICA NT. pág. 1239 s

 

 

REFLEXIÓN - 3

DAD GLORIA Y ALABANZA A DIOS

A los ocho días de la Navidad, justo el primer día del año civil, celebramos la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Es un título de la Virgen María que la Iglesia le dio prácticamente por deseo y aclamación del propio pueblo cristiano.

Es una fiesta que se centra en la bendición de Dios para su pueblo, en la maternidad de María y en la oración por la paz.

Son fechas para tener más presentes, si cabe, a quienes parecen menos bendecidos: los pobres en cualquiera de las manifestaciones de una pobreza que permanece y aumenta entre nosotros. Son quienes mejor nos muestran el rostro de un Dios que, al hacerse hombre, nació, vivió y murió pobre.

La maternidad es una forma de ser y de vivir a la que Dios nos convoca a todos. Acoger, escuchar, consolar, reír con el que ríe, llorar con quien llora, sufrir con quien sufre, aconsejar, perdonar, callar… todo eso y más es necesario en la nueva normalidad que buscamos, en la fraternidad social que nos propone el papa Francisco.

Y sobre todo necesitamos paz. Son muchas las tribulaciones pasadas y presentes. Necesitamos un futuro distinto. Podemos forjarlo desde la educación y la formación a las nuevas generaciones. Desde la creación de empleos y la transformación de las condiciones de trabajo en otras más estables, con tasas de desempleo más bajas y con remuneración suficiente y digna. Y desde el diálogo entre las distintas generaciones orientado a que crezca la solidaridad entre ellas y la confianza en el futuro. Educación, trabajo y diálogo son tres contextos que el papa Francisco considera herramientas para construir una paz duradera, en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por la Paz que también celebramos hoy.

Que realmente el Señor se fije en nosotros y nos haga constructores de la paz que procede de Él.

Fray José Antonio Fernández de Quevedo