PRESENTACIÓN
Al
comienzo del capítulo tercero, San Pablo recuerda su pasado
judío: su pertenencia al pueblo elegido, su circuncisión,
la tribu de la que era oriundo, su fariseísmo, que le hizo
perseguidor de la Iglesia..., en fin, un judío
"intachable".
Pero
todo eso que un momento consideró ganancia, ahora, una vez
que se ha encontrado con el Mesías, lo considera pérdida.
Todo es basura con tal de ganar a Cristo. Un Cristo muerto y
resucitado al que él se une para poder compartir esa vida
nueva.
Esta
es su tarea, esta es su carrera: llegar a obtener lo que el
Mesías ganó para él.
Y
esa es la meta a la que se dirige corriendo, siempre con la
mirada puesta hacia adelante.
Por
eso invita a los hermanos de la comunidad de Filippos a
seguir su ejemplo en el seguimiento de Jesucristo, hasta la
meta final.
Que
no se dejen arrastrar por aquellos que están centrados
sólo en lo terreno, en normas y costumbres externas; por
aquellos que "honran a Dios con el estómago"
(¿está pensando en los judaizantes tan habituados a las
normas en lo referente a las comidas?), que tienen como
gloria "sus vergüenzas" (¿Se referirá a los
partidarios de la circuncisión?); también puede estar
refiriéndose a aquellos que, habiendo hecho una opción por
Jesucristo, su vida está sometida a sus pasiones.
Recuerda
que en este mundo somos peregrinos, que esta no es nuestra
patria definitiva, que Cristo es nuestra esperanza.
"Él
transformará la bajeza de nuestro ser, reproduciendo en
nosotros el esplendor del suyo".
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS
FILIPENSES 3, 17-4, 1
Cristo
nos transformará, según el modelo de su
cuerpo glorioso
Hermanos:
[Seguid
mi ejemplo y fijaos en los que andan según el
modelo que tenéis en mí.
Porque,
como os decía muchas veces, y ahora lo repito
con lágrimas en los ojos, hay muchos que
andan como enemigos de la cruz de Cristo:
su
paradero es la perdición;
su Dios, el vientre;
su gloria, sus vergüenzas.
Sólo
aspiran a cosas terrenas.]
Nosotros
[por el contrario] somos ciudadanos del cielo,
de donde aguardamos un Salvador: el Señor
Jesucristo.
El
transformará nuestra condición humilde, según
el modelo de su condición gloriosa, con esa
energía que posee para sometérselo todo.
Así,
pues, hermanos míos queridos y añorados, mi
alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor,
queridos.
Palabra
de Dios
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