"RECONCILIACIÓN"
Al hablar durante este
tiempo de Cuaresma de RECONCILIACIÓN tenemos el peligro de
quedarnos sólo en las palabras. Para evitarlo (para vivir de
realidades y no sólo de palabras) puede sernos útil
considerar cómo Jesucristo nos presenta lo que es la
reconciliación en la parábola que hoy hemos escuchado.
-Primer personaje: el hijo
que reconoce su error y emprende el camino
Primera realidad o, dicho
de otro modo, primer personaje: EL HIJO QUE DESCUBRE Y
RECONOCE su error. Cuando, durante este tiempo de Cuaresma,
hablamos de reconciliación, de conversión, quizá a menudo
nos SALTAMOS ESTE PRIMER PASO. El paso que todos debemos dar
si queremos jugar limpio, si queremos ir a lo hondo. El paso
de reconocer el mal, el pecado que hay en nosotros. Un mal
que no es sólo individual, porque está también en nuestra
sociedad y en nuestras comunidades cristianas. Quien se cree
limpio de culpa no necesita salvación, no necesita acoger la
Buena nueva de Jesucristo. Quién se cree sin pecado no puede
ser cristiano. Porque para ser cristiano, seguidor de
Jesucristo, el primer paso es reconocerse pecador. Sólo
después de este primer paso podremos emprender -individual y
colectivamente- el camino de reconciliación, de conversión.
A este primer paso indispensable sigue otro no menos
necesario. No basta descubrir y reconocer el mal que hay en
nosotros. Después de confesar la vana ilusión que es buscar
la felicidad lejos de Dios, ES NECESARIO EMPRENDER EL CAMINO
hacia el Padre. Es el camino de la reconciliación. La
conversión no es sólo reconocerse pecador y acusarse: es
emprender el camino que lleva a la vida, al Reino de Dios.
-Segundo personaje: el
Padre que ama y organiza la fiesta
La segunda realidad es
también fundamental: para recorrer el camino ES NECESARIO
UNA FUERZA QUE HAGA CAMINAR. Y no la podemos aportar
nosotros. Es Dios quien impulsa este camino. Si no creemos
decididamente en el amor del Padre, en el perdón siempre
renovado del Padre, no haremos camino. Quizá nosotros -como
el hijo pródigo- tengamos una imagen desfigurada de este
Padre que siempre ama y siempre espera. Pero AL HACER
CAMINO, IRA CRECIENDO NUESTRA FE, porque Dios irá entrando
en nuestra vida. El hijo se propone decir al Padre: "Ya no
merezco llamarme hijo tuyo". Pero AL LLEGAR SE ENCUENTRA con
un padre que lo recibe de todo corazón, que corre a
abrazarlo, que inmediatamente organiza una gran fiesta para
celebrar la reconciliación.
A nosotros nos es difícil
comprender este extraño amor del Padre que olvida el pasado
y sólo piensa en la alegría del reencuentro. Quizá por ello,
cuando pensamos en el sacramento de la Penitencia, pensamos
MAS EN LO QUE DIREMOS nosotros QUE NO EN LA FIESTA que Dios
quiere celebrar. Deberíamos comprender que en la Penitencia
-el sacramento de la Reconciliación- LO MAS IMPORTANTE no es
nuestra acusación sino la celebración del amor de Dios que
siempre perdona y renueva. Nuestro Dios es mucho más un
Padre que organiza una gran fiesta que un juez que
contabiliza culpas.
-Tercer personaje: el hijo
que no entiende nada
Hay en la parábola un
tercer personaje que no podemos olvidar: el hijo mayor, EL
HIJO FIEL que nunca ha abandonado la casa del Padre pero que
NO SABE RECIBIR al hermano que vuelve ni sabe alegrarse con
el Padre. Es el hombre que se cree fiel cumplidor, que se
cree justo y bueno, pero que en realidad nada entiende del
Padre. Es un personaje frecuente entre nosotros: nadie lo
podrá acusar de "grandes pecados" pero vive cerrado a la
vida, al amor.
No ha roto con el Padre
pero NO HA APRENDIDO A AMAR como el Padre. Por eso tampoco
sabe alegrarse como el Padre. Para él, hablar de conversión
o reconciliación sería cumplir con unas normas, obedecer
unas orientaciones. No pensará que reconciliación o
conversión significa SALIR EN BÚSQUEDA del hermano que se
fue. Seguirá encerrado en sus pequeños problemas. No sentirá
la necesidad de reconocer su falta de amor, la necesidad de
emprender también él un camino hacia el Padre. ¿Cómo puede
hacerlo si se cree mejor que los demás? En este cuarto
domingo de Cuaresma -ya cercanas las celebraciones de
Pascua- nos es necesario reflexionar seriamente esta
parábola de Jesús. Que nos ayude esta celebración de la
eucaristía, que es siempre CELEBRACIÓN DE LA FIESTA del
Padre. Participamos en ella no como justos sino como
pecadores. Como pecadores que quieren caminar hacia la casa
del Padre. Impulsados por su amor siempre renovado. Por eso
podemos ya ahora empezar a participar de la alegría del Dios
que organiza una fiesta eterna para todos sus hijos
pecadores.
JOAQUIM GOMIS