“Cuando tu hablas, Señor, la nada palpita de vida: los
huesos secos se convierten en personas vivientes, el
desierto florece…
Cuando me dispongo a hablarte, me siento árido, no sé
qué decir.
No estoy, evidentemente, sintonizado con tu voluntad,
mis labios no están de acuerdo con mi corazón y mi
corazón no hace un esfuerzo por entonarse con el tuyo.
Renueva mi corazón, purifica mis labios, para que hable
contigo como tú quieres, para que hable con los demás
como tú quieres, para que hable conmigo mismo, con mi
mundo interior, como tú quieres (L. Renna).
.
1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que
había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo.
2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en
el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
propósito de entregarle,
3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,
4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y,
tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los
pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con
que estaba ceñido.
6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme
a mí los pies?»
7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo
entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.»
8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús
le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»
9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino
hasta las manos y la cabeza.»
10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita
lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis
limpios, aunque no todos.»
11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No
estáis limpios todos.»
12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos,
volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he
hecho con vosotros?
13 Vosotros me llamáis `el Maestro' y `el Señor', y
decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los
pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros.
15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros
hagáis como yo he hecho con vosotros.

Un momento de silencio orante para que la Palabra de
Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

- se levantó de la mesa:
- ¿cómo vives la Eucaristía? ¿De modo sedentario o te
dejas llevar por la acción de fuego del amor que
recibes?
- ¿Corres el peligro de que la Eucaristía de la que
participas se pierda en el narcisismo contemplativo, sin
llevarte al compromiso de solidaridad y deseos de
compartir?
- Tu compromiso por la justicia, por los pobres, ¿viene
de la costumbre de encontrarte con Jesús en la
Eucaristía, de la familiaridad con Él?
- se quitó
los vestidos:
- Cuando de la Eucaristía pasas a la vida ¿sabes dejar
los vestidos del contracambio, del interés personal,
para dejarte guiar por un amor auténtico hacia los
demás?
- ¿O después de la Eucaristía no eres capaz de dejar los
vestidos del dominio y de la arrogancia para vestir el
de de la sencillez, el de la pobreza?
- se
puso un delantal:
- Es la imagen de la “iglesia del delantal”.
- En la vida de tu familia, de tu comunidad eclesial
¿vas por la vía del servicio?
- ¿Estás comprometido directamente con el servicio a los
pobres y marginados?
- ¿Sabes percibir el rostro de Cristo cuando pide ser
servido, amado en los pobres?

a) Preámbulo a la Pascua de Jesús:
b) Lavatorio de los pies:
c) Resistencia de Pedro
d) El memorial del amor:

Salmo 116
El salmista que se encuentra en el templo y en
presencia de la asamblea litúrgica escoge su sacrificio
de acción de gracias. Voltaire, que nutría una
particular predilección por el v.12, así se expresaba:
“¿Qué cosa puedo ofrecer al Señor por los dones que me
ha dado?”
¿Cómo pagar a Yahvé
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de salvación
e invocaré el nombre de Yahvé.
Mucho le cuesta a Yahvé
la muerte de los que lo aman.
¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo,
tu siervo, hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre de Yahvé.
Cumpliré mis votos a Yahvé
en presencia de todo el pueblo

Fascinado por el modo con que Jesús expresa su amor a
los suyos, Orígenes reza así:
Jesús, ven, tengo los pies sucios, Por mí te has hecho
siervo, versa el agua en la jofaina; Ven, lávame los
pies.. Lo sé, es temerario lo que te digo, pero temo la
amenaza de tus palabras: “Si no te lavo los pies, no
tendrás parte conmigo” Lávame por tanto los pies, para
que tenga parte contigo. (Homilía 5ª sobre Isaías)
Y San Ambrosio, preso de un deseo ardiente de
corresponder al amor de Jesús, así se expresa:
¡Oh, mi Señor Jesús! Déjame lavar tus sagrados pies; te
los has ensuciado desde que caminas por mi alma… Pero
¿dónde debo coger el agua de la fuente para lavarte los
pies? A falta de ella, me quedan los ojos para llorar:
bañando tus pies con mis lágrimas, haz que yo mismo
quede purificado. (Tratado sobre la penitencia).
TOMADO DE:
Página Oficial Orden de Carmelitas
SITIO WEB: http://www.ocarm.org