Señor Jesús, no me dejes de Tu mano, no
permitas que mi corazón se endurezca hasta el punto de
no ser capaz de escucharte, no dejes que nada me
arrebate de Tu mano, y haz que me adhiera a Ti de tal
manera que pueda ser uno/a contigo. AMEN.
.
Evangelio — Jn
10,27-30
27 Mis ovejas escuchan mi voz, y yo
las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna, y no
perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi
mano.
29 Mi Padre, el que me [las] ha dado,
es mayor que todos y nadie puede arrebatar nada de la
mano del Padre.
30 Yo y el Padre somos uno».


¿Qué me
dice Dios a través del texto?
Atiende a tu interior.
¿Dónde y cuándo escucho la voz de
Jesús en mi vida diaria?
¿En su Palabra, en personas, en
situaciones, cuáles?
¿Hasta qué punto vivo la centralidad
de la persona de Jesús, qué representa Él para mí?
¿Cómo, cuándo noto que he recibido esa
vida eterna que da Jesús?
¿Qué obstáculos experimento que me
“roban” plenitud de vida?

¿Qué dice el texto? Atiende todos los
detalles posibles. Cae en la cuenta de las repeticiones
de referencias a Jesús mismo: “yo”, “me”, “mi”. También
es interesante prestar atención a las acciones que
realiza Jesús: “conocer”, “dar”(vida), “ser”(uno). Por
otro lado, a las ovejas les corresponde “escuchar”,
“seguir”, “no perecer”, “no ser arrebatadas”
El contexto
Desde el capítulo 5 se suceden en el
evangelio una serie de signos de revelación de Jesús, la
oposición que encuentra y los discursos sucesivos. Así,
el cap. 5 nos presenta la curación de un enfermo en la
piscina de Betesda y el discurso sobre la Obra del Hijo;
el cap. 6 relata la multiplicación de los panes y el
discurso del Pan de vida; el cap. 9 narra la curación de
un ciego de nacimiento, a la que sigue, en el cap. 10,
el discurso del Buen Pastor (10,1-18), que vuelve a
encontrar, como ya ocurría antes, una abierta oposición
(10,19-21). En ese momento cambia el escenario
(10,22-23) y Jesús se encuentra con los judíos (término
que se refiere a un personaje colectivo del evangelio
que se caracteriza por su oposición a Jesús) y vuelve a
retomar en su discurso el argumento del Buen Pastor
(10,25- 30), al que pertenece nuestro evangelio. Después
se narra la furibunda reacción de los judíos (10,31-33)
y la respuesta soberana de Jesús que acaba
escabulléndose (10,34-42). Tras esto, la resucitación de
Lázaro (cap. 11) será el motivo definitivo para la
decisión final de matar a Jesús.
El texto
Es invierno, Jesús está en Jerusalén y
pasea por el pórtico de Salomón. Se celebra la fiesta de
la Dedicación del Templo. Los judíos aprovechan para
interrogarle para que Jesús les diga quién es. Pero
Jesús está harto de sus preguntas y de su endurecido
corazón cerrado a la Verdad. “No sois ovejas mías” les
dice abiertamente en las últimas palabras que preceden
al evangelio de hoy. Y continúa, en nuestro texto,
hablando de sus ovejas. El texto forma una pequeña
unidad con tres partes. La primera está centrada en el
Yo (dos veces, vv. 27-28); la segunda, centrada en el
Padre (dos veces, v. 29); la tercera, en la unión de
ambos (v. 30). Pese a su brevedad, el texto es de una
densidad teológica impresionante.
Elementos a destacar
Destaca la centralidad de Jesús:
nótese la cantidad de pronombres personales y adjetivos
posesivos referidos a Jesús. ¿Podría hablar así, si se
refiriera a nosotros? ¿Nuestra vida, nuestro tiempo,
nuestras opciones, nuestras palabras… pertenecen así de
claramente a Jesús? ’ Lo que deben hacer las ovejas:
escuchar (la voz de Jesús) y seguir (a Jesús): ¿son
estas las características dominantes en nuestra vida de
fe? ¿A quién escuchamos? ¿A quién seguimos? ’ Lo que
reciben las ovejas: la vida eterna, no perecer, no ser
arrebatadas de la mano de Jesús ni del Padre: ¿Simples
palabras “raras” o experiencia pascual gozosa? ¿Cuál es
nuestra experiencia de Jesús y del Padre? ¿Qué hemos
recibido de ellos? ’ La centralidad de Jesús no es
obstáculo para que su referencia vital sea el Padre:
Jesús es siempre un puente entre los seres humanos y
Dios, entre las criaturas y el Creador. Bien centrados
en Cristo podremos ejercer nuestro sacerdocio bautismal
como puente comunicante entre Dios y las personas. ’ Yo
y el Padre somos uno, hermoso final de nuestro
evangelio, radical examen para nuestra fe. Quizá nos
cueste aceptar que realmente Jesús es el Hijo de Dios y
que, por ello, es uno con el Padre. Si nos convencemos
plenamente dejaremos que el Espíritu del Padre, que
resucitó a Jesús y que habita en nosotros, actúe en
nuestras vidas y nos resucite a una existencia más
plena. Sin duda, tenemos aún mucho que recibir del
misterio de Dios; nosotros debemos creer y confiar. Y
adherirnos plenamente a la persona de Jesús y a su
proyecto de salvación.

¿Qué le dices a Dios
gracias a este texto?
Me pongo ante el Señor con mi
verdad desnuda. Puedo pedirle que no deje de darme su
plenitud, su vida, que nada me arrebate de su mano,
fiarme de que así será. Puedo contemplar a Jesús
imaginándolo hecho uno conmigo. Puedo darle gracias por
todas las ocasiones en que experimento realmente que de
Él recibo vida plena.

¿A qué te compromete
el texto?
¿Qué dimensión de mi vida puedo
cambiar? ¿Qué hacer, por poco que sea, para
verdaderamente ejercer mi sacerdocio bautismal, para
hacer presente a Jesús y su Vida plena entre quienes me
rodean? ¡Algo que esté en mi mano de modo realista!
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