Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras
conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través
de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida
en nosotros.
Amén
.
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13,
31-33a. 34-35
Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a
otros
Cuando
salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
"Ahora es glorificado el Hijo del hombre,
y Dios es glorificado en él. Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo
glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará.
Hijos míos,
me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros;
como yo os he amado, amaos también entre
vosotros. La señal por la que conocerán
todos que sois discípulos míos será que os
amáis unos a otros."
Palabra
del Señor


¿Qué me
dice Dios a través del texto?
Jesús, como Buen Pastor, no se
guarda nada para sí, sino que da generosamente su propia
vida en las manos del Padre y por nosotros.
Así se “glorifica” a Dios. No hay
otra forma de entrar en una relación filial con el Padre
sino a través de un abandono total y de una confianza
absoluta.
¿Cuál es tu relación con el Padre?
¿Cómo puedes glorificarlo cada vez mejor?
El “mandamiento nuevo” consiste en amar a la medida de
Cristo.
¿Cómo me amó y me ama Jesús?
¿Amamos a nuestros hermanos como Cristo me ama? ¿En qué
nos parecemos y qué nos falta para amar como Jesús?
“En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos: en el amor que se tengan los unos a los
otros”
¿Qué características debe tener
nuestro amor para que sea un verdadero signo de que
somos discípulos de Jesús? ¿Qué podemos hacer durante
estos días para amar más y mejor a quienes nos rodean?

Estamos frente a un texto breve
pero muy denso y de gran importancia.
Aquí comienzan los discursos de
despedida que se prolongarán hasta el final del capítulo
17.
Este género literario “último
discurso” es bastante frecuente en la Biblia como
asimismo en la literatura extra-bíblica. En los libros
más antiguos del AT, el discurso de despedida ya
aparece, por ejemplo, cuando Jacob se despide de sus
hijos y les da su bendición (Gn 47,29-49,33) o cuando
Josué se despide de Israel (Jos 22-24). Bien podríamos
sumar la despedida de David (1Cro 28-29), la de Matatías
a sus hijos en 1Mac 2,49-68 o la despedida que Tobit
dirige en su lecho de muerte a su hijo Tobías (Tob
14,3-11). Pero quizá el ejemplo más importante sea el
discurso de despedida que Moisés dirige a Israel en todo
el Deuteronomio.
En el NT, otro ejemplo del
género es el discurso de despedida de Pablo a los
ancianos de Éfeso (Hch 20,17-38).
La situación común es la de un gran
personaje que, en la víspera de su muerte, reúne a los
suyos (hijos, discípulos, todo el pueblo) para darle
instrucciones que les ayudarán una vez que él haya
partido.
En el lecho de muerte, el padre,
maestro o guía consuela y anima a sus hijos o
seguidores, a la vez que los exhorta a conservar la
fidelidad a Dios y a las enseñanzas recibidas.
El discurso suele terminar con una
oración. Esto ocurre, por lo que respecta a este texto
de Juan, en el ambiente de una cena de despedida.

¿Qué le dices a Dios
gracias a este texto?
Agradezcamos al Señor la capacidad
que ha puesto en nosotros para amarlo; alabémoslo por la
capacidad de poder amar a nuestros hermanos con su amor.
Recordemos nombres concretos de personas que nos aman y
tengamos presente a las personas que amamos y a las que
debiéramos amar más.
Pidamos al Señor que nos perdone aquellas ocasiones en
que hemos creído que se puede permanecer en el amor a
Dios sin amar a las personas; pero que también nos
perdone cuando no hemos dado testimonio de amor fraterno
o hemos escandalizado a algún pequeño por nuestro poco
amor.
