REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1


"CARNET DE SOCIO"

Antes, la cartera era para guardar el dinero, poco o mucho, más bien poco.  Ahora, la cartera es para guardar tarjetas y carnets.

Tarjetas de crédito, tarjetas de compras, tarjetas de clubes...

El que tiene ciertas tarjetas o ciertos carnés, goza de ventajas como descuentos, aplazamiento de pagos, créditos...

Para entrar en algunos sitios hay que tener carné de socio...

Algunos quisieran algo parecido para su fe, para la Iglesia.

Una tarjeta donde se fueran marcando las misas, las oraciones, los actos de piedad, los sacramentos... y, después, cuando llegáramos a la Jerusalén del Cielo, de la que nos ha vuelto a hablar el Apocalipsis, metiéramos la tarjeta y apareciera en una pantalla, en la portería de San Pedro, todo lo que hubiéramos acumulado en ella.

Otros se creen que por el hecho de estar bautizados y, así, pertenecer a la Iglesia, tienen un carné de preferencia para el cielo; que, para ellos, va a haber rebajas, precios especiales; que son de la casa.

Pues nada de eso; ni tarjetas que marcan y acumulan nuestros cumplimientos religiosos, ni carnés preferenciales.

Aquí no vale más que una cosa: amar, cumplir la voluntad de Jesús, vivir en el amor del Padre, del Hijo y del espíritu Santo.

Ser cristianos no se reduce a cumplir cosas; ser cristiano es vivir. Vivir desde Dios, según su voluntad. Y esto lleva a impregnar nuestros ambientes de la novedad de Cristo.

Y esto nos lleva a construir un mundo nuevo, empezando por nosotros y nuestro entorno más inmediato; un mundo que no se mueva sólo por intereses económicos, por equilibrios de poder, sino un mundo que tenga sus fundamentos en la igualdad, el respeto, la preferencia por los débiles, un mundo en que todos vayan creciendo como personas, creadas a imagen y semejanza de Dios.

Jamás, buscando los intereses personales, partidistas o de grupo, se podrá construir este mundo.

Sólo el amor, hecho entrega, renuncia y sacrificio, como el de Cristo, lo podrá lograr; sólo así se podrá lograr la paz que Cristo nos deja. De lo contrario, la paz se convierte en una palabra bonita que llena la boca, pero que queda en utopía irrealizable, cuado no es más que un equilibro de fuerzas y amenazas que en cualquier momento se rompe en mil pedazos.

La eucaristía es presencia del Señor entre nosotros y alimento que nos fortalece; en ella está nuestra fuerza para ir construyendo en nosotros la persona nueva, según Dios, que nos hace ser en nuestra sociedad portadores de su amor y de su paz.

 

 


 

REFLEXIÓN - 2

"LA CULTURA DE LA PAZ"

Son muchos los conflictos que sacuden hoy nuestra sociedad. Además de las tensiones y enfrentamientos que se producen entre las personas y en el seno de las familias, graves conflictos de orden social, político y económico impiden entre nosotros la convivencia pacífica.

Para resolver los conflictos, los hombres han de hacer siempre individual y colectivamente una opción: o escogemos la vía del diálogo y del mutuo entendimiento, o seguimos los caminos de la violencia y del enfrentamiento destructor. Por eso, muchas veces, lo más grave no es la existencia misma de los conflictos, sino que una sociedad termine creyendo que los conflictos sólo se pueden resolver por medio de la violencia o la imposición de la fuerza.

Frente a esta «cultura de la violencia» que tanto se ha cultivado entre nosotros, necesitamos promover hoy una «cultura de la paz». La fe en la violencia ha de ser sustituida por la fe en la eficacia de los caminos no violentos.

Hemos de aprender a resolver nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No estamos hechos para vivir permanentemente en el enfrentamiento violento. Antes que cualquier otra cosa, somos hombres y estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones justas para todos.

Esta «cultura de la paz» exige buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas y sin alimentar y ahondar más las divisiones. Sólo los que se resisten a los medios injustos y combaten todo atentado contra la persona pueden ser constructores de paz. Una «cultura de paz» exige además crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha mutuos. Una sociedad avanza hacia la paz renunciando a los dogmatismos, buscando el acercamiento de posturas y esclareciendo en el diálogo las razones enfrentadas.

La «cultura de paz» se enraiza siempre en la verdad. Deformarla o manipularla al servicio de intereses partidistas o de estrategias oscuras no conduce a la verdadera paz. La mentira y el engaño al pueblo engendran siempre violencia.

La «cultura de paz» sólo se asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero, rechazando sentimientos de venganza y revancha. El perdón libera de la violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre todos. En medio de esta sociedad, los cristianos hemos de escuchar de manera nueva las palabras de Jesús, «la paz os dejo, mi paz os doy», y hemos de preguntarnos qué hemos hecho de esa paz que el mundo no puede dar pero necesita conocer.

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

REFLEXIÓN - 3