Ven Espíritu Santo,
te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.
Ven. Jesús prometió
que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran tea luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.
Tú que eres viento,
sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante
de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.
Oxigena mi sangre
al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.
Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén.
A. Somoza
.
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
20,
19-23
Como
el Padre me ha enviado, así también os envío
yo. Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer
de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en su casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
"Paz a vosotros."
Y, diciendo esto,
les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús
repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me
ha enviado, así también os envió yo."
Y,
dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos.
Palabra
del Señor


¿Qué me
dice Dios a través del texto?
La Pascua de Pentecostés nos hace
volver los ojos a nuestros orígenes en la fe. Somos
nacidos de la comunión del Padre y del Hijo. Esa
comunión engendra el Amor, que es el Espíritu.
El Espíritu que recibió Jesús, en
cuanto hombre, nos lo trasmite a nosotros. Está en
nuestro interior el mismo Espíritu de Jesús Resucitado.
La Iglesia recibe en Pentecostés,
con María presente, el Espíritu que nos impulsa a
evangelizar.
¿Cómo te sientes, cómo vives el
dinamismo del Espíritu? ¿Estás animado? ¿Estas
acobardado? ¿Tienes miedos?

Contexto
El relato del envío del Espíritu Santo,
que nos narra el Evangelio de Juan, está puesto cerca de
la narración del acontecimiento de la resurrección. Así
subraya su modo de entender la hora, a la que tendía
toda la vida terrena de Jesús.
Es la hora de la glorificación. En esta
hora, Jesús glorifica al Padre mediante el sacrificio en
la cruz y la entrega de mismo Espíritu en su muerte.
Inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19, 30).
Es también la hora en que el Padre
glorifica a su Hijo en la resurrección.
En esta hora, el mismo domingo de la
resurrección, tiempo de glorificación, Jesús trasmite su
Espíritu de Resucitado a sus discípulos y en ellos a
toda la Iglesia.
Texto
1. La comunidad cristiana brota
alrededor de Jesús
Es la
promesa de Jesús que se cumple: El Espíritu Santo, el
Consolador, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará
que recordéis lo que yo les he enseñado y os explicará
todo (Jn 14, 26 y Jn 15, 26).
De Jesús recibe la comunidad
cristiana su mismo Espíritu Resucitado. Él es quien la
constituye y la sustenta. Él está en medio de ellos y
les quita todo el miedo. Él da a la comunidad su misión
para: liberar del miedo, dar la paz y perdonar los
pecado.
2. Recibid el
Espíritu Santo
La misión se realiza con el
Espíritu. La vida del Padre, manifestada en el Hijo
glorificado, se trasmite a la comunidad cristiana.
El Espíritu impulsa a los
discípulos a vencer los miedos y los obstáculos y a
marchar por todo el mundo llevando la paz, la síntesis
de todos los bienes mesiánicos.
La misión del cristiano no es una
orden, no es cumplir un mandato.
La misión es:
- llevar fuego: Él los bautizará
con Espíritu Santo y fuego (Lc 3, 17); He venido a
encender fuego a la tierra; y ¡cómo desearía que ya
estuviera ardiendo! (Lc 12, 49).
- perdonar los pecados: destrozar
las injusticias, la mentira, la oscuridad, la muerte;
- llevar la paz: consigo mismo, con
los demás, con Dios.
3. Vivir en
el Espíritu es vivir en el amor
Los discípulos, antes de recibir el
Espíritu de Jesús, estaban:
- en la oscuridad: al anochecer, por la tarde (Jn 20,
19);
- las puertas cerradas (Jn 20, 19);
- con miedo a las autoridades (Jn 20, 19);
Los discípulos están todavía en la
vieja creación, a pesar de que es domingo, primer día de
la nueva creación, porque no han experimentado todavía
la presencia del Resucitado.
La comunidad, creada por el
Espíritu del Resucitado:
- da testimonio ante el mundo de la realidad del amor
del Padre, manifestado en Jesús;
- perdona los pecados, trasmite la paz.
Con el Espíritu del Resucitado:
- reciben los discípulos una vida nueva, liberada del
pecado y del miedo;
- se realiza la nueva creación; en la primera creación
Dios sopló sobre el barro e infundió la vida al primer
ser humano (Gn 2, 7); en esta nueva creación, Jesús
Resucitado, el Hombre nuevo, sopla sobre los discípulos
para formar la nueva creación.
- se concede al hombre la capacidad de amar hasta el
extremo;
- la experiencia del Espíritu hace libre al hombre (Jn
8, 31)

¿Qué le dices a Dios
gracias a este texto?
Ven, Espíritu divino, - manda tu
luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; - don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas; - fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, - descanso de nuestros
esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, - brisa en las horas de
fuego,
gozo que enjuga las lágrimas - y reconforta en los
duelos.
Ven, Espíritu enviado por el Padre, - en nombre de
Jesús, el Hijo amado;
haz una y santa a la Iglesia - para las nupcias eternas
del cielo.
