"UN
AMOR QUE SE DESBORDA"
Buscaba
el otro día en Internet imágenes que representaran a la
Santísima Trinidad. Y encontré dos tipos de imágenes: la
clásica en la que al Padre se le representa como un anciano
venerable de barba blanca, en un trono sobre las nubes; al
Hijo se le representa ya sea crucificado, ya glorificado, sentado a la derecha del Padre, y como un joven
adulto; finalmente, al espíritu Santo casi siempre en forma
de paloma, tanto entre el Padre y el Hijo, como encima de
ambos con las alas extendidas.
La
otra imagen con la que me encontré es la de tres personas
exactamente iguales entorno a una mesa. Las tres personas
tienen las mismas caras, los mismos gestos y las mismas
vestiduras, es decir, la misma imagen repetida tres veces.
A
través de estas pinturas se nos presenta, se nos expresa,
se nos proclama el misterio de la Santísima Trinidad.
Nuestra
fe en la Santísima Trinidad afirma la unicidad de Dios, es
decir el "Creo en un solo Dios", que proclamamos
en la profesión de fe. Las imágenes exactamente iguales
nos dicen que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el
mismo y único Dios.
Por
otra parte, las imágenes de un Padre de aspecto venerable,
la de Cristo, sea crucificado, sea glorificado, y la paloma
del Espíritu, forma con la que se hizo presente en el
Bautismo de Jesús, nos manifiestan la otra afirmación de
nuestra fe; que , si bien son un solo y único Dios,
también son tres personas distintas.
"Tres
personas distintas y un solo Dios verdadero", dice el catecismo.
Y
todo ello lo afirmamos "porque tu lo revelaste",
como se dice en el prefacio del día.
Podremos
profundizar en nuestras afirmaciones, podremos buscar
los conceptos y las palabras que más fácil y claramente
definan el misterio de la Santísima Trinidad, pero, al
final, es un misterio revelado que se acoge desde la fe.
El
misterio de la Santísima Trinidad es el Misterio del Amor
de Dios que se desborda y se multiplica en las tres
personas.
Es
el misterio de un Dios Padre, cercano, que nos crea a su
imagen y nos quiere tanto que, cuando rompemos con Él por
el pecado, nos ofrece la salvación, nos libera de nuestras
esclavitudes; además es un Dios que camina a nuestro lado
como no lo hace ningún otro dios.
Y
ese amor de Dios se hace uno de nosotros en el Hijo, que,
metiéndose en nuestra muerte, nos saca de ella y,
resucitando, nos abre a la vida nueva para siempre.
Y
de se amor de Dios en el Padre y el Hijo procede el
Espíritu Santo, Espíritu de Vida, que nos llena de esa
vida de Dios, que nos guía, acompaña y fortalece en el
camino del seguimiento de Jesucristo.
Al
conocimiento de este amor trinitario y desbordante no hemos
llegado por nuestras capacidades intelectuales.
Así
se nos ha revelado, así lo creemos y así lo proclamamos.
Dios
es comunión de personas y la Iglesia es la comunión de los
que acogemos al Dios revelado por Jesucristo, Padre , Hijo y
Espíritu Santo.
Y
es el Bautismo el signo por el que participamos en esa
comunión con Dios y con la Iglesia; comunión que hay que
vivirla en amor a Dios y al prójimo, enseñando, con el
ejemplo, a vivir según el Señor nos ha mandado.
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